Familia. Segunda parte

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Familia

Parte 2

—Nevra... —murmuró el hombre que se sentó de golpe en el sillón. No pudo dejar de mirar al muchacho pálido de pelo negro que estaba en la misma habitación.

Se percató de pronto de la presencia de la otra mujer cuando Zahira la llamó desde la cocina, pero no le dio mucha importancia. Sus ojos se quedaron petrificados en su sobrino quien recibió un tierno beso de aquella chica que luego desapareció. Escuchó cómo su esposa cerraba la puerta de la sala y vio de reojo cómo la muchacha de cabellos castaños los miraba por una de las cuatro ventanillas de la puerta verdosa.

—Creo que así tendrán más privacidad... después de todo tienen mucho qué hablar. —murmuró, Zahira; Erika asintió. Se le formó un nudo en el estómago al ver cómo su amado esposo agachaba la cabeza y escuchaba atento las primeras palabras de su triste tío.

Estuvo inquieta en el otro salón de la casa mientras veía jugar a Zara y mientras Zahira trababa de buscar algún tema de conversación. Al cabo de veinte minutos, Erika se acercó a la puerta para observar a los dos hombres hablando. La mirada de ambos demostraba una tristeza genuina.

—No creo que debamos interrumpirlos. —murmuró, la humana, y miró hacia la mujer quien estaba cerca de ella.

—Tienes razón. —asintió calmada. —Vamos a comprar algo para la cena. Ya está atardeciendo. —la castaña asintió. —Ponte tu niqab y algo más abrigador... aquí las tardes y las noches de invierno son frías.

Las tres salieron de casa en dirección al mercado.

—Si bien el mercado sólo está hasta dos horas después del medio día, hoy está hasta más tarde.

—¿Y eso por qué? —inquirió, la castaña.

—Porque hoy es un día de desembarque... eso pasa cuando llega un barco desde el continente de donde llegaste. Los viajeros que llegan a estas tierras necesitan comprar y necesitan también de un lugar en donde hospedarse. —Erika la escuchaba atenta. —Llegan barcos de todas direcciones porque esta es una ciudad portuaria muy importante en la región... pero no todos los barcos que llegan son tan importantes como para tener el gran mercado abierto hasta tarde. Los viajeros como tú son compradores potenciales. —explicó.

—¿Tu padre también tenía un puesto en el mercado?

—Algo así... mi familia y yo veníamos de otra región... de otra ciudad al borde del mar, no tan próspera como Arkumé. El negocio de mi padre no era tan bueno como el de la familia de Evar, pero mi matrimonio fue muy ventajoso para ambas partes. —miró a la muchacha. —Para ese entonces, las riendas de la familia las tenía Taro, el hermano mayor de mi marido. Aunque bueno... él es quien sigue a cargo de la familia.

Llegaron al mercado y compraron un poco de harina de color rojizo.

—Tengo harina en casa, pero quiero que también prueben esta que es muy rica. —sonrió.

Siguieron caminando por el mercado

—Evar y yo nos casamos bajo la aprobación de Taro y de mi padre. —siguió hablando, la mujer. Erika la miró atenta.

—¿Qué sentiste cuando te dijeron que te casarías?

—La verdad es que me asusté mucho. A la mayoría de las mujeres se nos comprometía con hombres mucho mayores... además estaría lejos de mi familia. Pero luego conocí a Evar y simplemente me acostumbré. Evar sí era mayor que yo... no tanto... seis años mayor que yo. —continuó. —Nos casamos en Arkumé y créeme, no fue el día más feliz de nuestras vidas ni para mí ni para él... pero ya no podíamos hacer mucho. Yo me ocupaba de la casa mientras él pasaba largos periodos en otras regiones por trabajo. Para ese entonces estaba muy molesto con Taro por no haber invitado a Yelena al matrimonio así que no le avisaron nada a ella.

No me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora