Pacto

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Eldarya siempre fue una tierra desértica.

El sonido del oleaje resonaba en la costa. El mar salado tocaba sus pies morenos, tostados por el sol, que se aferraban a sus tierras, las tierras que él cuidaba y que él amaba. Vestía una gran capucha para cubrirse de la arena del desierto, su dominio. Y para cuando metía los pies al agua sentía que podía liberarse de la soledad... se despojaba de sus ropas y dejaba ver su piel seca, sus ojos delineados de negro y los tatuajes en forma de líneas que él se había hecho por todo su cuerpo. Kumé se despedía del océano y junto a su arfelferis volaba por el mar nacarado, un mar de cenizas doradas, su imperio desértico. Sobrevolaba a sus anchas, pues él era un Kasvisto.

Al otro lado de las montañas apareció Hamé, mujer que no era ni diosa ni mortal... una Eteerinen que utilizó un pequeño arbolito para plantarlo allí en pleno desierto creyendo que el Kasvisto lo haría crecer, pero el árbol terminó por marchitarse. Ella rogó a Kumé para que replegara sus tierras, y él así lo hizo una noche en la que creó un oasis para ella. Al tiempo después decidió que la mitad de su desierto florecería, él era un Kasvisto, podía hacer eso tan sólo metiendo las manos en la arena.

Cuando Kumé falleció, Hamé quedó devastada.

Armó una barca para él porque ella sabía lo que pasaba con las quimeras cuando morían. Hamé sabía que el océano llevaría a Kumé al Kehto Meressä. Hamé sabía que el cuerpo de Kumé se cristalizaría con el paso de los días, así como también sabía que el cristal que Kumé tenía en su interior se iría de allí para caer sobre otra quimera.

Así habían sido las cosas... o al menos, así le habían enseñado que debían ser.


Pacto


—Se decía que se llamaban quimeras pues su poder iba más allá de la imaginación. Fueron los primeros en aparecer en el único portal del mundo de Eldarya, un portal rodeado de cristales que no volvió a funcionar nunca más.

Erika escuchó una voz en la oscuridad...

—Se decía que, en honor a ese brillante portal, un Kasvisto tocó el suelo y de allí salió un majestuoso árbol, mientras que un Eläimistö se acercó al árbol, lo tocó y de la madera y las hojas salió un bériflore.

En un sueño profundo...

—Se decía que en una época anterior habían sido libres, sin embargo, tras la llegada a Eldarya se vieron protegidos por un bosque que los acunaba con magia. Sabían que era magia porque sobre sus cabezas se podía ver el océano que los cubría y que no se derramaba; era como una gran burbuja, algo recóndito que este nuevo mundo había preparado para protegerlos.

Una voz conocida que le hablaba...

—Se decía que sus ansias de libertad, porque aquella burbuja no era más que una cárcel para ellos, hizo que uno de la familia Kasvisto tocara el suelo para crear un árbol tan alto en el cual pudieran trepar. Y para cuando otro de la familia Eläimistö tocó el océano salió un wispirit que lo llevó a la superficie para finalmente ver el firmamento. Por primera vez recordaron lo que era la libertad.

Una voz tranquila...

Yo conocí aquel mundo cubierto por el agua, así como también conocí el cielo...

Una voz serena...

—Así como tú, yo soy una quimera de la familia Kasvisto... y para cuando te muestre todo lo que necesitas saber, tú y yo haremos un pacto.

No me olvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora