Dicen que polos opuestos se atraen, y que si juegas con fuego te quemarás, pero ¿que sucede cuando en vez de miedo sientes placer y deseo por comprobar si es cierto o no?
ADVERTENCIA:
Contenido:
↬ Escenas explícitas.
↬ Contenido sexual.
↬ Les ac...
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La cafetería era todo lo que tenía, no estaba exagerando, pues había logrado obtenerla con mucho esfuerzo y con ayuda de su abuela. Sintió como la sangre le subía a la cabeza de lo enojado que estaba. Nadie más que él había podido ser, además él había venido de este rumbo cuando Yeosang regresa a casa, su único pensamiento era que San estaba detrás de esto. Sin siquiera entrar a la cafetería, se dio la media vuelta y subió a su auto; aceleró lo más que pudo evadiendo el poco tráfico que había en las calles. Después de unos minutos se encontraba frente aquel terreno baldío donde se llevaban acabo todas las cosas ilegales y donde había estado unas horas antes. Se estacionó y sus manos apretaron el volante, cerró sus ojos intentando calmar su ira, pero de solo recordar cómo había quedado su cafetería su respiración comenzaba a descontrolarse de nuevo.
Bajó del auto y caminó hacia aquel lugar, a lo lejos pudo escuchar la voz de San quien estaba en compañía de otros dos chicos; el pelirrojo de la vez pasada que al parecer llevaba por nombre Mingi y otro chico más o menos de su altura pero pelinegro, los tres reían despreocupados, seguramente de la maldad que había hecho lo que causó más furia en él. Los nudillos de sus puños se tensaron y sus pasos se alargaban cada vez más y una vez que lo tuvo lo suficiente cerca lo tomó del hombro haciéndolo girar hacia el para que con su mano derecha lo rematara con un golpe en la cara.
—¿Que mierda te pasa? ¿Acaso te hizo daño el tinte? ¿o solo te gusta que te golpee?— Preguntó San sobándose la mandíbula.
Mingi y el otro chico sostenían a Yeosang quien al parecer iba decidido a darle una paliza.
—¿Piensas que es poco lo que hiciste? ¿No pudiste venir a buscarme personalmente a mí para arreglar tu problema?
—¿De que demonios hablas?— Su ceño se frunció sin entender de lo que hablaba.
—No te hagas el chistoso ¿crees que dañando mi cafetería te haría ver más hombre? A eso yo le llamo ser cobarde.
—¿Como me llamaste?— Preguntó tomándolo por la mandíbula pegando su frente contra la suya provocando que los dos chicos soltaran al rubio.
Sus ojos miraban al contrario, su respiración se aceleró una vez más. No podía evadir su mirada, parecía como si el contrario estuviera analizando al rubio.
—Te llamé cobarde, eso dije.
—Tienes agallas, Kang—. Rió soltándolo una vez que observó como sus ojos se cristalizaban un poco, sabía que era de rabia, pero no tenía idea alguna del porqué estaba así contra él. —Quisiera saber de que hablas pero no tengo idea.
El pecho del rubio subía y bajaba repetidas veces, mientras intentaba mantenerse valiente frente a los que estaban ahí. San no tenía idea de lo mucho que significaba su cafetería para él. Tragó saliva al escucharlo decir así con esa ligereza que no sabía que ocurría.