Para evitar la posibilidad de que se cumpliese aquella amenaza, el señor Linton, al día siguiente, temprano de mañana, me encargó que llevase al niño a casa de su padre en la jaca de Cati, y me advirtió:
—Como ahora no vamos a poder intervenir en el destino que le espera, sea bueno o malo, di únicamente a mi hija que el padre de Linton ha enviado a buscarle, pero no le digas dónde está, para impedir que sienta deseos de visitar Cumbres Borrascosas.
Linton no quería levantarse a las cinco de la mañana, y menos al saber que se trataba de continuar el viaje. Pero yo le dije que era sólo cuestión de ir a pasar una temporada con su padre, el señor Heathcliff, que tenía muchos deseos de conocerle.
—¿Mi padre? —contestó. —Mamá nunca me habló de mi padre. Prefiero quedarme con el tío. ¿Dónde vive mi padre?
—Vive cerca de aquí —contesté. —Cuando esté usted fuerte puede venir andando. Debe usted alegrarse de verle y de estar con él, y debe procurar quererle como ha querido usted a su mamá.
—¿Cómo no me hablaba mamá de él y por qué no vivían juntos? — preguntó Linton.
—Porque él tenía que estar aquí por sus asuntos —alegué—, y a su mamá su mala salud le obligaba a vivir en el Sur.
—¿Y por qué no me habló de mi padre? Del tío me hablaba mucho, y me acostumbró a que le quisiera. Pero quisiera que comprendiese que ¿cómo voy a querer a papá si no le conozco?
—Todos los niños quieren a sus padres —contesté. —Su madre no le hablaría para evitar que usted quisiese irse con él. Vamos. Un paseíto a caballo en una mañana tan hermosa es preferible a dormir una hora más.
—¿Vendrá con nosotros la niña de ayer? —me preguntó Linton.
—Ahora no —repuse.
—¿Y el tío?
—No. Yo le acompañaré.
Linton, asombrado y sombrío, se hundió en la almohada.
—No me iré sin el tío —acabó diciendo. —No comprendo por qué se empeña usted en que me vaya.
Yo quise convencerle, pero se resistió de tal modo que tuve que apelar al auxilio del señor. Al fin, el pobre niño salió, después de recibir muchas falsas promesas de que su ausencia sería breve y de que Eduardo y Cati le visitarían con frecuencia.
El aire, el sol y la marcha reposada de Minny contribuyeron a alegrarle un poco. Comenzó a hacerme preguntas sobre la nueva casa:
—Cumbres Borrascosas, ¿es un sitio tan hermoso como la Granja de los Tordos? —me interrogó, mientras se volvía para lanzar una última mirada al valle, del cual se levantaba entonces una leve neblina hacia el azul.
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Cumbres Borrascosas
RomantizmUna de las novelas inglesas más relevantes del siglo XIX, narra la épica historia de Catherine y Heathcliff. Situada en los sombríos y desolados páramos de Yorkshire, constituye una asombrosa visión metafísica del destino, la obsesión, la pasión y l...