Capítulo 27

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Juan Castel pensaba quedarse varios días pero solo se quedó una noche; apenas se libraron de Hunter y Mimí, salieron de la casa con una caja de pinturas y se dirigieron a la costa, en el camino María se veía fascinada por todo lo que observaba, hasta las cosas más sencillas, este hecho lo entristeció porque intuyó que de alguna forma ella pertenecía a Hunter o a otro.

María le confesó cuantas veces había soñado con ese momentos, que los dos estuvieran ahí juntos. También le dijo que desde aquel día en el taller ella había pensado en él, lo había buscado pero sin ningún éxito, además cuando se encontraban en la plaza San Martín ella trató de desorientarlo y desanimarlo haciéndole pensar que ella no entendía nada de ese significado oculto.

Mientras él escuchaba aquello, en su cabeza tenía pensamientos sombríos, las necesidad de acabar con la vida de María al imaginarse por cuantos ella había, le desolaba el pensamiento de ver que ella hacía cosas innobles, igual que él.

Mencionó que eso eran hechos tormentosos y crueles pero se dio cuenta que ella parecía estar perdida...sola. Después María comenzó a acariciar la cara de Juan Castel, por consiguiente él se recostó en su regazo.

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