Capítulo 2

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Las noches despejadas eran sus favoritas.

Esas en las que miras al cielo, donde estrellas brillantes abundan y la luna te saluda con ayuda del sol que ya no ves. Noches así que la mayoría aprecia, cuando se dan un respiro de lo que sea que estén haciendo para admirar lo que hay por sobre sus incomprendidas cabezas.

Pero no es por esto por lo que a él le fascinaban estas noches.

Los humanos disfrutaban de la vida nocturna. Los placeres de la vida, la diversión eterna y las reuniones entre amigos se avivaban más en la oscuridad. ¿No es así?

En ese instante no dudaba que las mil y una excusas que le había puesto Envidia para no salir solo a realizar sus rondas diarias empezaban a cobrar sentido.
Para empezar, no. No le estaba dando la razón. El único capaz de razonar correcta y exitosamente era Soberbia.

Simplemente encontraba justos los puntos mencionados por la quisquillosa chica. Nada más. Él, Soberbia, gran Pecado Original y primero en ser creado, no le daba la razón a nadie más que a sí mismo.

Volviendo a lo relevante del asunto, a Soberbia le encantaban las noches claras como la de aquella noche. ¿Por qué? Es algo sencillo: los mortales son más propensos a salir en noches así.

¿Sádico? Tal vez.

A diferencia de sus demás compañeros, Soberbia evitaba los callejones y barrios peligrosos porque era más seguro que alguno de ellos se encontraría allí para cuando él llegara.
Él se hacía llamar a sí mismo el más listo de los Pecados Capitales, por lo que no se arriesgaría a quedar como asno al no explorar otros lugares de la ciudad.

Narshville era una pequeña ciudad común, situada en una región el doble de común. Las vidas de sus habitantes eran igual de corrientes que el lugar donde vivían hasta que morían.

Algunos ángeles le habían mencionado que hasta los santuarios de Calum resultaban ser como un parque de diversiones para las almas asignadas a entrar en su paraíso. En este punto él difería, pero esa es otra historia que no viene al caso contar.

La verdadera historia, la que sale de la casilla del aburrimiento y lo común, es sobre lo que pasó aquella noche. De ahí, muchas preguntas vienen a mi cabeza: ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Con ayuda de qué o quién?

De más está contar que Soberbia andaba solo.
Esa noche le tocaba hacer patrulla con Envidia, pero de más está decir también que ambos no se llevaban del todo bien.

Soberbia se preguntó en aquel momento por qué, de todos los lugares que pudo haber elegido para su caminata nocturna, el cementerio le había parecido la mejor opción.

Y es que los Pecados no estaban acostumbrados a pisar ese tipo de espacios. Por eso debió ser que sintió un desagradable cosquilleo bajando por su espalda, cuando el primer pie fue apoyado en el límite de su anchura.

Aun con todas las señales de alto que capturaba su cerebro, el muchacho de más de mil años se adentró en la penumbra que comenzó a abrazar su fornido cuerpo, como una madre rodea con sus brazos a su pequeño hijo. Soberbia sería hijo de la noche y su madre lo amaría como solo una sabe hacerlo.

Lápida tras lápida, Soberbia reconocía cada uno de los nombres que en ellas se encontraban tallados. Hombres y mujeres, de bien y de mal. Niños que se marcharon demasiado pronto sin siquiera tener la chance de intentar vivir. Intentar soñar.

No fue hasta la última lápida de aquella fila infinita, que paró en seco por unos lamentos que llegaban a sus oídos.
Vio, con un poco de dificultad, la figura de una muchacha en posición fetal que sollozaba en pena.

Cuando Soberbia se enamore [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora