Capítulo 18

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La rubia y el larguirucho se separaron para iniciar su juego de provocación.

Lujuria —o Laia— se encaminó hacia Samuel, quien seguía, ya borracho, el ritmo de la música electrónica de fondo.

—Hola, guapo —susurró detrás de él con su seductora voz—. ¿Quieres compañía?

Van Woodsen se giró para mirarla y, al ver lo que su escote contenía, mordió su labio inferior. Laia cambió posiciones, pegando su voluptuoso trasero al miembro del chico que solo se limitó a jadear en satisfacción. Rodeó la cintura de la extrovertida muchacha y la apegó más a él, si es que eso era posible.

Lujuria ahora fijó su vista en Ira, quien hablaba animadamente con el asiático con ponche en mano.

—Qué buena fiesta. ¿No crees?

El contrario alzó sus hombros, algo cohibido por la profunda voz del contrario.

—¿Quieres bailar? —preguntó para calmar los nervios del chico.

—No se me da muy bien —contestó por fin.

En ese momento, Ira notó que sus ojos rasgados no estaban puestos en él, sino en la pareja calenturienta a dos metros de ellos.

—Jodidos exhibicionistas.

El callado se encogió de hombros nuevamente.

—¿Cómo te llamas?

—Mason —alzó un poco la voz, ya que el DJ había aumentado el volumen a la música—. Mason Lee.

—Bueno, Mason —le extendió su mano, sabiendo que era una formalidad entre los mortales—. Soy Ian.

—Un placer —sintió un ligero escalofrío cuando sus pieles se tocaron—. ¿Conoces a esa chica?

—¿Por qué la pregunta?

—Es que no para de mirar hacia acá —dejó su vaso ya vacío sobre un escalón—. Creo que ya debo irme.

Ian lo detuvo.

—¡Oye, tranquilo! La noche es joven —la atenta mirada de una excitada Lujuria lo impulsó a hacer algo que jamás había hecho; solo supuso que las consecuencias serías divertidas—. Espera. Tienes algo en el ojo.

Ni bien terminó de decir esas palabras, Ian se aproximó con prisa al rostro de Mason.

Sus labios hicieron contacto, y un apasionado beso le hizo perder el aliento a Lee. Lenguas se involucraron rápidamente, dejando a su paso el intercambio de saliva y chasquidos. Por los mil demonios. Besar a un chico humano jamás había pasado por sus pensamientos.

Se separaron tan repentinamente como iniciaron, a causa de que un tercero irrumpió su lascivo acto.

En menos de un segundo tanto Mason como Samuel habían desaparecido por el pasillo que llevaba al garaje, dejando a Ian mareado y a Laia con ganas de más.

—¿Qué diablos acaba de pasar?

—Ni idea, pero ese imbécil me dejó caliente —miró por el rabillo del ojo a Ira—. Si tuvieses un poco más de carne te pediría que me hicieras el favor. No te lo tomes a mal.

Ira chasqueó la lengua. Aún tenía el sabor a ponche en su cavidad bucal, cortesía del niño asiático.

—Ya quisieras mi carne enterrada en ti, Lujuria.

No tuvo que preguntarse cómo, pero en menos de un segundo la rubia lo había golpeado directo en su entrepierna.

***

Cuando Soberbia se enamore [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora