Capítulo 10

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Había aterrizado sobre un montículo de cajas vacías.
Su cabeza daba vueltas, y el temblor en sus extremidades la obligó a quedarse quieta unos cuantos minutos más.

Se dedicó a buscar algún cartel, faro o publicidad que le diera una pista de su ubicación exacta. Pero nada le pareció familiar allí.

Escuchó unas quejas que provenían del contenedor de basura a unos pasos de ella. Distinguió a duras penas la cabellera color fuego de Gula.
Junto a la chica, la mano repleta de anillos perteneciente a Avaricia emergió entre las bolsas de residuos que apestaban a mariscos.

Entonces, dedujo que habían terminado en la parte trasera de un restaurante temático.

Lujuria, con el cabello todo enmarañado producto de la sacudida en el portal ayudó a sus hermanos a salir del contenedor sin dejar de taparse los orificios nasales. No la culparía, el hedor era repugnante. Tendría que conseguir un lugar donde poder asearse o los tomarían por vagabundos.

—Rachel. ¿Estás bien?

Soberbia se acercó a ella con velocidad, extendiendo su mano para sujetarla y ayudarla a bajar de ahí.

—Sí —respondió—. Algo mareada, pero ya pasará. ¿Y tú te encuentras bien?

El muchacho asintió. Se unieron a los hermanos que permanecían cerca de la puerta trasera del edificio.

—¿Alguien vio a Envidia? —preguntó entonces Gula, sacudiendo la falda de su vestido—. No debió caer muy lejos de aquí, pero no la veo por ningún lado.

—No importa. Sabe cuidarse sola —acotó Soberbia. Su comentario no fue bien recibido por Lujuria, quien frunció el ceño—. Ustedes pueden buscarla en lo que llevo a Rachel a su casa.

La aludida le miró confundida.

—¿Qué hay de tus experimentos?

—Con lo que acaba de pasar en Medium, dudo mucho que pueda estudiarte como tenía planeado. Lo mejor será que vuelvas a tu vida normal de humana corriente. No puedo involucrarte en asuntos espirituales.

—No puedes devolverla —Avaricia se interpuso entre ambos, interrumpiendo a Soberbia y observando de reojo a Rachel—. Sin Pereza para que borre sus recuerdos, corremos el riesgo de que ella revele nuestra existencia.

—¡No diré nada sobre ustedes! —juró la muchacha en un intento de evitar quedarse con ellos otro minuto más. Lo único que deseaba era regresar a casa con su familia y tener la aburrida vida de antes.

—Lo dudo mucho —replicó Lujuria—. Los de tu especie tienen la lengua más larga que Envidia cuando se transforma en víbora, por lo que confiar en ti se me hace complicado.

—¡Oh, por favor! —se quejó Soberbia, defendiendo a la humana—. Es una chica débil y tonta como el resto de la humanidad. Mírala. Se ve cansada y bastante confundida. No me importa cuánto se opongan porque yo la llevaré con su madre.

El rubio buscó la mano de Rachel Vitae, como si ya fuese costumbre hacerlo para que la chica se sintiera protegida de los demás Pecados. Aunque se sobresaltó por el repentino tacto de esos fríos dedos en su cálida palma, no se opuso en que la guiara hacia la vereda de enfrente, lejos del basurero.

—¿De verdad no le pondremos un alto? —inquirió con curiosidad la menor de los hermanos.

Avaricia, boquiabierto, permaneció mudo y distante a lo que Gula preguntó. Jamás había visto a Soberbia de esa forma. Tan preocupado y atento con una persona que era inferior a ellos en muchos aspectos.

—Es Soberbia de quien hablas, Gula —Lujuria le dirigió una mirada llena de cansancio, estaba agotada. Aprovechó para levantar la mandíbula del avaro y evitar la entrada de moscas a su sistema—. Cuando al bastardo se le mete una idea en la cabeza, nadie le puede hacer cambiar de opinión. Vamos, hay que buscar a Envidia.

Cuando Soberbia se enamore [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora