En las profundidades del abismo, ese lugar donde los «no deseados» eran desechados y olvidados, un mal augurio yacía desde hace miles de años.
La sombra más grande se abrió paso entre las comunes y pequeñas que lo adulaban. Lo adoran como a un rey. Como a un dios.
Con su barbilla en alto, dio una señal a sus siervos para que se arrodillen ante él. El poder. El poder era algo tan precioso y único que ninguno de esos inútiles sería capaz de conseguirlo. Su astucia era más que la de todos ellos, y su fuerza espiritual cien veces más equilibrada.
Se sentó en su trono mientras observaba trabajar a los cervatillos. Disfrutaba ver cómo cada uno agotaba su espíritu en él.
El mandamás sonrió con sorna y dejó salir una enorme carcajada.
Pronto saldría de aquella prisión para abrirse paso a la nueva era.
Una en la que por fin tomaría lo que debió ser suyo desde un principio.***
—¿Dormiste bien?
El movimiento de los cubiertos se detuvo cuando Soberbia pronunció aquello.
Había despertado más temprano de lo usual para iniciar con sus estudios sin que otros lo molestaran. Al parecer, y para su desgracia, todos en la gran mansión habían puesto sus despertadores naturales a horario y le fue imposible tener si quiera un segundo a solas con la humana.
—¿Tengo algo en la cara, imbéciles?
—Tú —incluso Gula había parado de masticar el tocino y le hablaba con la boca llena—. ¿Por qué preguntaste eso?
—Sí —le siguió Pereza arrastrando sus palabras—. Jamás muestras un mínimo de interés en nosotros. ¿Deberíamos sentirnos amenazados por ella?
Soberbia no lo había notado. Cuando le preguntó, intentaba ser amable.
Ahora que lo pensaba bien. ¿Desde cuándo se preocupaba por serlo?Dirigió una veloz mirada a Rachel que comía tranquila en la otra punta de la mesa. Pudo notar que sus mejillas se habían tornado de un carmesí muy bonito.
—Esto es extraño —acotó asqueado Ira, murmurando en dirección a sus compañeros para que Soberbia no los escuchara—. Él no es así con nosotros que lo conocemos desde que fue creado, y ahora lidiamos con su coqueteo indirecto con la mortal esa.
—¿Desde cuándo eso cuenta como coqueteo?
—Desde que él no para de sonreír como estúpido, Avaricia.
—Ni siquiera sonrió —contraatacó, enojado.
—Ambos —Lujuria los miró severamente, apuntando con el cuchillo de plata y pasándolo de uno al otro—. Paren de una maldita vez o les cortaré la lengua.
Y lo que quedó del desayuno se la pasaron con la vista en el plato.
A excepción de una parejita que no dejaba de dirigirse miradas cómplices.***
—¿Puedo preguntarte algo?
—Ya lo hiciste —la expresión de Soberbia era seria, aunque la respuesta había sonado a chiste.
Rachel bufó.
—¿Cómo planeas estudiarme?
Cielos. Él nunca se lo había planteado.
—Supongo que solo necesito ver cómo te comportas frente a diferentes situaciones —dijo con aparente seguridad, pero muriendo por dentro por dejar pasar algo tan importante—. También espero entender por qué tu aura me atrae tanto.
—¿Disculpa?
—Todos los seres existentes poseemos un aura que nos define y diferencia del resto —comenzó a explicarle—. Hay auras que se atraen y otras que se repelen.
—¿Como los imanes?
Soberbia negó. Observó cómo la humana tomaba asiento sobre el césped del jardín y continuó.
—Los imanes tienen polos que se atraen cuando son opuestos y se evitan al ser iguales. Con las auras ocurre un efecto totalmente contrario. Las auras diferentes, como la tuya y la mía, no pueden atraerse en ninguna circunstancia.
—¿Cuál es tu punto?
—A pesar de que nuestras auras no están destinadas a llamarse entre ellas, me siento atraído hacia ti.
A Rachel casi se le salen los ojos de sus cuencas cuando la última oración salió de la boca del Pecado. Si el contexto fuese otro, esa clase sobre auras le hubiese parecido una declaración de amor. Sin embargo, solamente se limitó a asentir con la cabeza.
—¿Piensas tenerme secuestrada aquí hasta que sepas eso?
—Humana ignorante. En primer lugar, no te secuestré.
—Pues tampoco fue como si me invitaras a tomar el té —se quejó Rachel.
El rubio rodó los ojos.
—En segundo lugar —continuó pese a las miradas furtivas de la muchacha—, ve acostumbrando a tu mortal trasero a estar aquí porque hasta que Miguel no nos dé la orden, nadie entra ni sale de Medium.
—¿Quién es Miguel? ¿Por qué no nos dejará salir de aquí?
—¿Por qué eres tan preguntona? Te dije lo que querías saber. No me molestes por lo queda del día.
—¡¿Qué pasará con mi madre?! —se exaltó como si apenas ahora se acordara de ello—. Debe estar preocupada porque jamás llegué a casa. ¡Al menos dame mi teléfono para llamarla!
El Pecado negó y puso sus brazos en jarra. De verdad que esta humana lo volvería loco.
¿Tanto valdría experimentar con ella?—¿Qué parte no entiendes aún, humana tonta? Tú no puedes llamar a nadie ni tener contacto con el exterior porque estás en un lugar que no es lugar. ¡Aquí no hay espacio ni tiempo!
Rachel comenzó a tocarse la barbilla, pensando.
—Entonces —llegó a una conclusión—. Si aquí no hay tiempo, ¿eso significa que, aunque parezca que paso mucho en Medium, en realidad en Narshville no pasó ni medio segundo?
Soberbia estuvo a punto de decir lo idiota que era al pensar eso. Pero eso era justamente a lo quería llegar desde el principio.
—Parece que no eres tan tonta como me diste a pensar.
—¡Oye!
—Es todo por hoy —sentenció el rubio—. Gracias por tu cooperación.
Dejó a Rachel en el jardín para entrar rápidamente a la mansión. Se dirigió a pasos apurados hacia el estudio que tenían en la segunda planta, buscando en el escritorio pergamino y pluma.
Luego de mojarla en tinta, la pasó finamente sobre el papel donde escribiría todos los datos importantes y resoluciones del experimento en Rachel.
«Algunos humanos son torpes e ignorantes.
Pese a ello, el sujeto saca conclusiones exactas a partir de información que puede parecerle chocante e irreal»
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Cuando Soberbia se enamore [✔]
FantasyComo Pecado Capital, Soberbia tenía prohibido enamorarse. Como una humana del montón, Rachel buscaba amor en el lugar más recóndito del planeta. Una sola noche bastó para que ambos mundos se conectaran de una forma casi irreal. Y que, a su vez, los...