Capítulo 14

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—Y también lo hizo mi hermana —le recordó —Por eso sufrió ocho años de infelicidad y ahora está pasando por un amargo divorcio.

Emilia no quería eso para ella ni para su hijo. Además, no podía creer que Claudio quisiera casarse con una mujer a la que no amaba.

—Claudio, tengo veintiocho años y soy perfectamente capaz de criar a mi hijo yo sola. No pretendo casarme con nadie porque esté embarazada.

—Emilia, tienes que hacerte a la idea de que de ninguna manera lo vas a criar sola.

—¿Por qué?

Él hizo una mueca de impaciencia.

—Ya te lo he explicado. Pero hay una alternativa, por supuesto, y supongo que la habrás pensado.

Emilia frunció el ceño sin saber a lo que se refería, pero instantes después cayó en la cuenta.

—¡No estoy dispuesta a abortar! —exclamó con energía.

—Me alegro de oírlo, pero no me refería a eso. ¿Cederías al bebé después de que naciera? A cambio de un acuerdo económico, por supuesto.

Ella retrocedió como si la hubiera golpeado. ¿Quería quitarle el bebé? ¿Quería darle dinero a cambio de que le cediera a su hijo?
Hasta aquel momento, no estaba demasiado segura de cómo se sentía respecto al embarazo. La mayor parte del tiempo lo había ignorado, diciéndose que ya se enfrentaría a ello más tarde, cuando le pareciera más real. Pero el hecho de oír la sugerencia de Claudio lo había hecho más que real. Estaba esperando un hijo. Su hijo. Era también hijo de Claudio, pero incluso así…

—De ninguna manera —le dijo con convicción mientras se llevaba las manos al estómago en un gesto protector —¡Ni lo pienses!

Claudio, que se había preparado para oír a Emilia aceptar su oferta, sintió alivio ante su respuesta.
Tal vez aún hubiera esperanza para ellos…

—Entonces, está decidido —afirmó Claudio —Nos casaremos.

—El que tú hayas decidido algo no lo convierte en una decisión, Claudio—replicó ella con exasperación—. ¡Me has insultado de la peor manera posible, crees que he planeado este embarazo solo por dinero y ahora asumes que me voy a casar contigo! —sacudió la cabeza —Pues no es así.

—¿Tienes otra sugerencia que sea viable?

—Tener el bebé y seguir viviendo y trabajando en Londres es viable.

—No para mí.

Emilia se sentía como si estuviera dando vueltas sin ir a ningún sitio.

—Cuando las personas dan el gran paso de casarse, suele ser porque están enamoradas.

—¿Y quién dice que no aprenderemos a querernos, con el tiempo?

—¡Lo dudo mucho!

Claudio se encogió de hombros.

—Cosas más raras han pasado.

—¡A mí no! —exclamó ella.

—En ese caso, como pretendo que nos casemos antes de que nazca el bebé, tendré varios meses para convencerte de lo contrario. Intentaré hacer que esos meses sean lo más placenteros posible para los dos.

—Si crees que puedes hacer que me enamore de ti, es que tienes una opinión muy exagerada del efecto que tiene en mí que me hagas el amor —respondió con la respiración agitada.

Claudio cruzó la habitación despacio con movimientos de felino.

—Seguramente tendré que trabajar duro en ese punto —admitió— pero, como he dicho, me esforzaré para que disfrutes la experiencia.

Estaba enfrente de ella, y sus ojos verdes brillaban como acero derretido al mirarla.

Los ojos de Claudio eran como mercurio caliente, pensó Emilia incoherentemente, incapaz de dejar de mirarlo. Si Claudio decidía acabar con sus barreras, lo haría. Sacudió la cabeza en un intento por romper el hechizo de su mirada.

—Tengo que tomar un avión.

—Me temo que hoy no, Emilia.

—Ya te he dicho que no me digas lo que puedo y no puedo hacer.

Él no se molestó en responder. En vez de eso, tomó el teléfono y apretó un botón.

—¿Recepción? —su mirada se encontró con la de Emilia mientras hablaba —¿Podrían llamar al aeropuerto y cancelar el vuelo que la señorita Ruiz tiene a Inglaterra más tarde? Gracias —añadió antes de colgar.

—¡Maldita sea! ¡Reservaré otro! —le dijo con impaciencia —¡Eres el hombre más arrogante que he tenido la desgracia de conocer!

—¿Conocerme ha sido una desgracia, Emilia? —le preguntó con voz ronca. Levantó una mano y le acarició la mejilla. Después, le pasó el pulgar por el labio superior.

Ella sintió que esa caricia anulaba cualquier pensamiento coherente que pudiera tener. Le temblaron los labios ligeramente y todo su cuerpo se volvió sensible. Los pezones se le endurecieron y sintió calor entre las piernas. Aún estaba furiosa con Claudio por haberla insultado y por haber cancelado su vuelo pero, aparentemente, no estaba lo bastante furiosa como para no responder físicamente a él.

Siempre había pensado que no era una persona especialmente sensual y no le había parecido que sus anteriores experiencias físicas fueran particularmente excitantes. Pero Claudio sólo tenía que mirarla, sólo tenía que tocarla ligeramente para que ella sintiera sus caricias desde la cabeza hasta los pies.

—¿Lo ha sido, Emilia? —insistió Claudio.

El atractivo de sus labios era una gran tentación que había hecho que todo su cuerpo se tensara.

Ella tragó saliva.

—¿Lo dudas aun sabiendo que ha resultado en un embarazo no deseado?

—Para mí no es un embarazo no deseado.

Ella abrió mucho los ojos.

—¿Cómo puedes decir eso cuando insistes en casarte con una mujer que ni siquiera te gusta?

—¿Quién dice que no me gustas?

Ella lo miró con exasperación.

—¡Por supuesto que no te gusto! No te puede gustar alguien en quien no confías.

Claudio no le respondió con palabras. Dejó caer la mano a un costado e inclinó la cabeza para besarla.
Saboreó su suavidad y la sintió temblar ligeramente. Sabía cuando una mujer respondía a sus besos. Sabía que la noche que habían hecho el amor, la respuesta de Emilia había sido auténtica. Como ahora.
Aunque nunca sintieran nada más el uno por el otro aparte de ese deseo físico, tal vez, por el bien del bebé, fuera suficiente para sostener un matrimonio.

Claudio levantó la cabeza ligeramente para mirarla directamente a los ojos.

—¿Me crees ahora cuando te digo que sí me gustas? —dijo ásperamente.

Emilia ya no sabía que creer, pero no podía casarse con un hombre al que no amaba sólo porque la excitara con una caricia. Esa clase de pasión no duraba y, cuando se desvaneciera, ¿qué les quedaría? El mismo desastre que había sido el matrimonio de Machu y León.
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~Embarazada de un millonario~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora