Capítulo 4

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No podía, ¡ése era el problema! A cada segundo que pasaba era más consciente de su presencia.

—Claudio…

—Emilia… —dijo con suavidad mientras se acercaba a ella, de manera que sus muslos se tocaron. Pasó un brazo por detrás de ella, a lo largo del respaldo del sofá, y la miró intensamente.

Se puso muy nerviosa al sentirlo tan cerca. Estaba completamente abrumada por su magnetismo físico y por el calor del deseo que ardía en esos ojos de color verde esmeralda.

Se quedó sin respiración cuando él elevó una mano y le tomó la barbilla, mirándola una vez más mientras le daba la última oportunidad de decirle que no.

Pero Emilia sabía que no podría rechazarlo. De hecho, tenía la sensación de que, todo desde que lo había visto por primera vez, los había estado llevando a la situación en la que se encontraban.

—Soy consciente de lo disgustada que estabas antes, así que no haremos nada que tú no quieras, ¿de acuerdo? —le aseguró mientras ella lo observaba fascinada.

Se humedeció los labios antes de contestar:

—De acuerdo.

Tomó aire entrecortadamente, sin ningún deseo de resistirse mientras Claudio inclinaba la cabeza hacia ella. Sus labios le reclamaron la boca con tanta suavidad que Emilia casi sintió dolor. Después del beso que habían compartido en la terraza, sabía que sería así si Claudio la volvía a tocar.

Gimió mientras su cuerpo se curvaba hacia él, incapaz de hacer otra cosa que no fuera responder al calor de él. Lo sintió a través de su camisa cuando levantó las manos para agarrarse a sus hombros y su propio cuerpo reaccionó a ese calor, empezando por los sensibles pezones.

No podía pensar en otra cosa al sentir la boca de Claudio reclamando la suya, al sentir su lengua tanteándola, acariciándola, antes de hundirse profundamente en su interior, haciéndole sentir una vorágine de sensaciones y deseos.

Emilia se separó ligeramente de su boca y gimió al sentir una mano de él sobre uno de sus pechos desnudos. No tenía ni idea de cuándo Claudio le había bajado la cremallera del vestido, pero no le importó, porque lo único que quería era sentir sus caricias.

—Puedes pararme cuando quieras —le recordó él con voz ronca.

Emilia no pudo responder. Sabía que debía tomarle la palabra y hacer que se detuviera, pero su cuerpo parecía tener otras ideas. No podía pensar en nada coherente, sólo sentir la hábil mano de Claudio.

Casi se volvió loca cuando él inclinó la cabeza y tomó con la boca el otro pezón.

Se dejó caer contra los cojines del sofá con el cuerpo en llamas. Sentía un deseo doloroso entre los muslos mientras Claudio seguía haciéndola arder de placer.

Él tenía una mirada caliente y hambrienta cuando levantó la cabeza para observarla. Se deleitó mirando sus pezones, duros y rosados, y la belleza de su rostro durante unos segundos. Después volvió a pasar el pulgar por uno de los pezones e inclinó de nuevo la cabeza para besarla. Inmediatamente sintió que Emilia movía las caderas nerviosamente debajo de él, reflejando el deseo que sentía.
Bajó la mano hasta una de sus rodillas y descubrió que su piel era suave como el terciopelo. Le acarició el muslo antes de deslizar la mano bajo el vestido hasta llegar a una cadera y a su estómago plano. Emilia llevaba un diminuto tanga de encaje y sus rizos ya estaban húmedos por el deseo cuando Claudio la acarició antes de sentir su calidez por debajo del tejido.

Emilia gritó al sentir la caricia de Claudio, completamente excitada. Su cuerpo parecía derretirse mientras él la acariciaba con los dedos, moviéndolos rítmicamente. Los labios de Claudio le abandonaron el pezón para volver a su boca, donde la lengua comenzó a imitar el ritmo de los dedos.

~Embarazada de un millonario~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora