Capítulo 9

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—¿No tienes nada más que decir? —lo retó ella.

Había muchas cosas que Claudio podría haber dicho, pero no le apetecía hacerlo.

—Creo que ahora te toca a ti.

—Evidentemente, harás que mi contrato con PAN Cosmetics acabe de inmediato…

—No.

Ella arqueó las cejas, asombrada.

—¿No?

—Aún te quedan tres meses para terminar el contrato, ¿no es así?

Lo miró con recelo.

—Sí. ¿Y…?

—Seguirás cumpliendo tus obligaciones con PAN Cosmetics durante ese tiempo.

—Me sorprendes.

—Son negocios, Emilia —replicó.

—Y cuando se acabe el contrato, te asegurarás de que no vuelva a trabajar de nuevo, ¿verdad?

—Todavía no lo he decidido.

Viendo su expresión implacable, ella supo que no tenía ningún sentido seguir proclamando su inocencia; simplemente, no la creía.

—¡Pues avísame cuando lo hayas hecho! —exclamó antes de dirigirse a la puerta.

—¿Adónde demonios vas?

—Me marcho —afirmó mientras pulsaba el botón del ascensor.

Él se levantó

—Aún no hemos terminado de hablar.

—Yo sí he terminado —afirmó, y entró en el ascensor. Le brillaban los ojos cuando se giró hacia él y lo miró antes de que las puertas se cerraran lentamente.

Claudio frunció el ceño, oyendo como bajaba el ascensor. La conversación no había ido como él pensaba que se desarrollaría.

Y las lágrimas que había visto brillando en los ojos de ella tampoco tenían mucho sentido…

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—¿Champán?

Emilia no tenía que girarse para saber a quién pertenecía esa voz. Habían pasado ocho semanas desde la última vez que la había oído, pero no había podido olvidar ni un detalle de Claudio Meyer.

Se había preguntado si lo vería en la ostentosa fiesta que tenía lugar en el hotel New York Meyer para celebrar el lanzamiento de la nueva marca de pintalabios de PAN Cosmetics. Ella no podía dejar de asistir, ya que era la fotógrafa responsable de todas las imágenes publicitarias que habían bombardeado a los medios de comunicación durante el último mes. Además, había decidido que ese encargo de PAN Cosmetics iba a ser el último.

A pesar de que la sala estaba llena de gente de la prensa y de ricos y famosos, Claudio no había tenido ningún problema en encontrar a Emilia entre toda la aglomeración de personas. Por una parte, era imposible no fijarse en su increíble cabello; por otra, estaba increíblemente sexy vestida de rojo.
Ella estaba impresionante con ese vestido escotado, sin mangas y lleno de lentejuelas que realzaba sus curvas. Gran parte de sus piernas quedaba al descubierto y los zapatos rojos de tacón de aguja le añadían unos centímetros más de altura. Llevaba el pelo suelto y sus ojos resaltaban gracias a sus pestañas, negras y levemente rizadas. Sus mejillas estaban ligeramente sonrosadas y sus labios carnosos volvían a lucir ese tono de rojo tentador que él ya conocía.
Claudio la había estado observando durante algunos minutos, tensándose al ver que hablaba animadamente con uno de los ejecutivos de PAN Cosmetics. Y, claramente, Brian Foster estaba totalmente cautivado por ella, a juzgar por cómo se inclinaba hacia su escote.

—Foster —lo saludó secamente —Creo que mi abuelo lo estaba buscando hace unos minutos.

Emilia, que se había girado hacia él, apenas se dio cuenta de que Foster se marchaba. Su atención estaba centrada en Claudio, que estaba increíblemente atractivo con un traje negro, camisa blanca y una pajarita. La expresión de sus ojos era inescrutable. Le tendió una de las copas de champán que llevaba en las manos.

—Preferiría no tomarlo, si no te importa —dijo ella mientras le mostraba su vaso de agua con gas.

—Bien —contestó, y dejó la copa en la bandeja de uno de los camareros que pasaba —¿Has estado hechizando esta vez a uno de los ejecutivos de PAN?

Antes de ir a Nueva York Emilia había decidido que, si se encontraba con Claudio no dejaría que la alterara.

—¿Crees que lo he conseguido? —replicó.

Él no pudo evitar admirar su confianza en sí misma.

—Teniendo en cuenta que Brian casi se cae en tu escote, diría que sí. El problema es que él no tiene la última palabra en lo que se refiere a futuros contratos con PAN.

Emilia lo miró sin pestañear.

—¿Y tú sí?

—Por supuesto —respondió inclinando la cabeza de forma burlona.

—Es una pena —lo miró brevemente antes de desviar su atención al resto de la sala —¿Has dicho que tu abuelo esta aquí?

Los labios de Claudio se curvaron en una sonrisa sin humor.

—Tiene ochenta años, pero eso no le impide aparecer en estas ocasiones. ¿Te gustaría conocerlo?

—Creo que no, gracias.

—No muerde —le aseguró Claudio secamente.

¡Al contrario que él! pensó ella.

—No quieres champán ni conocer a mi abuelo. Entonces, ¿qué quieres, Emilia?

Su voz ronca le produjo un escalofrío que le recorrió la espalda y de repente el vestido le pareció estrecho, al darse cuenta de que los pechos se le habían tensado.
¡Estaba jugando con ella y, además, lo estaba disfrutando!

—¿De ti? Creí haber dejado claro en nuestro último encuentro que no tienes nada que yo quiera.

—Creí que querías otro contrato con PAN.

Lo miró fríamente.

—Hay muchas otras empresas con grandes presupuestos para publicidad —dijo, y empezó a apartarse de él.

—¿Adónde vas? —Claudio la agarró del brazo rápidamente antes de que desapareciera.

—A cualquier sitio donde tú no estés....
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AHORA QUE ESTAMOS EN ESTO DE LA CUARENTENA HE PENSADO EN CONTINUAR CON LA HISTORIA. ASÍ QUE ESPEREN PRONTO MÁS CAPÍTULOS 😊

~Embarazada de un millonario~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora