Capítulo 25

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—Estas muy callado esta noche.

Claudio, sentado frente a ella, apenas había probado la cena y en esos momentos removía el postre de un lado al otro del plato.

Casi no lo había visto a lo largo del día, ya que había permanecido encerrado en su estudio, pero Robert había suplido agradablemente su ausencia.

Los dos habían iniciado una simpática amistad y Emilia había decidido relajarse y comer con el mayordomo en la cocina.

La sensación de relajación había terminado abruptamente cuando Claudio se había unido a ella para cenar. Una vez más estaba increíblemente atractivo con un traje oscuro y camisa blanca. Aún tenía el cabello húmedo de la ducha.

Claudio inspiró profundamente.

—Emilia, si pudieras hacer lo que quisieras, ¿qué sería?

Ella lo miró con el ceño fruncido.

—¿Es una pregunta con trampa? ¿Otra excusa para lanzar acusaciones sobre mí?

Claudio sabía que se merecía ese comentario.

—No —suspiró —No habrá trucos ni acusaciones. Sólo quiero una respuesta directa a una pregunta directa.

—Oh.

Claudio sonrió con tristeza ante su evidente sorpresa.

—Prometo no usar la respuesta en tu contra.

Emilia aún lo miraba con cautela. Claudio había estado de un humor extraño toda la tarde, y la conversación que estaban teniendo era aún más extraña.

—Bueno… —se tomó su tiempo antes de seguir hablando—. Evidentemente, me gustaría volver a Inglaterra cuanto antes.

—Evidentemente.

—Después, supongo que podría seguir trabajando hasta que naciera el bebé.

—¿Para PAN Cosmetics?

—No, no creo.

—¿Por qué demonios no? —Claudio frunció el ceño —¿Qué? —dijo al ver que ella lo miraba con expectación.

Ella se encogió de hombros.

—Estaba esperando que añadieras «¡Deseabas tener otro contrato con ellos, tanto que te acostaste conmigo!»

Claudio se reclinó en la silla y parte de su rostro quedó en sombras.

—He dicho que sin trucos ni acusaciones, ¿recuerdas?

—De acuerdo. No, no quiero seguir trabajando para PAN Cosmetics cuando haya acabado el contrato que tengo.

—¿Porque es de mi propiedad?

—En parte —confirmó Emilia —Pero sobre todo porque será un compromiso demasiado grande cuando tenga que cuidar al bebé.

—No tienes que cuidar tú misma al bebé.

—¿Y si quiero hacerlo?

—¿Quieres?

—¡Sí! —exclamó, ligeramente indignada—. ¡Seguro que en tu mundo son las niñeras las que educan a los niños, pero no en el mío! Cualquier trabajo que haga en el futuro tendrá que ajustarse a las necesidades del bebé.

Claudio estaba consiguiendo mucha más información de lo que había pensado al iniciar la conversación. Se esperaba que Emilia quisiera volver a Inglaterra y que no quisiera que él formara parte de su vida. Pero no se esperaba que estuviera dispuesta a sacrificar su carrera para cuidar al bebé.

De repente fue como si se le cayera una venda de los ojos. Emilia estaba dispuesta a hacer lo que era mejor para el bebé, así como para ella. Y, evidentemente, no creía que tenerlo en su vida fuera una buena opción.
Pero, ¿quién podía culparla? Él no, desde luego.

—¿Y si se te ofreciera un contrato con PAN que se ajustara a tus horarios?

—Claudio, estás hablando como si fuera una posibilidad más que una hipótesis —dijo, confundida.

—Tal vez lo sea.

¿Estaba hablando en serio? Después de todo lo que había pasado, ¿iba a dejar que se marchara? Si era así, ¿dónde estaba la sensación de libertad que había esperado sentir? Porque lo único que sentía era pesadumbre ante la posibilidad de que Claudio no formara parte de su vida.

Estaba enamorada de él y había tenido la esperanza de que, si se casaban, algún día él la correspondiera. ¿Estaba diciendo ahora que podía irse, que no la quería, ni a ella ni al bebé?

—Emilia, tú misma dijiste que esto no iba a funcionar —dijo abruptamente. Tiró la servilleta encima de la mesa y se levantó.

—¿No?

—No. He decidido que no quiero pasar las próximas décadas casado con una mujer que me odia.

—Pero…

—A primera hora de la mañana haré todo lo necesario para que tomes el primer vuelo a Inglaterra.

¿Y eso era todo? ¿Después de todas las sospechas, de todas las acusaciones y discusiones, Claudio había decidido que no la quería en su vida y la metía en un avión lo más rápidamente posible?

Al principió Emilia se quedó aturdida, y después sintió cómo si se le rompiera el corazón.

Se había acabado. Claudio le estaba dando exactamente lo que ella había dicho que quería. Pero en realidad, lo único que deseaba, lo único que le importaba, era Claudio, y jamás podría tenerlo.

—Bien —se levantó lentamente —¿Me dejarás despedirme de Robert antes de irme?

—Por supuesto.

Claudio sonrió con sorna al ver que Emilia se había encariñado mucho más con Robert en veinticuatro horas que con él desde que se habían conocido.

¡Maldición! El sacrificio nunca había sido parte de él. Pero tampoco lo había sido obligar a los demás a hacer algo contra su voluntad. No quería que Emilia se marchara, pero lo estaba haciendo porque sabía que no tenía otra alternativa.

—Pensé que estarías mucho más feliz.

—¿De verdad? —respondió ella débilmente —Tal vez sea que aún no me creo lo que está ocurriendo.

—Estoy seguro de que, cuando el avión despegue mañana, te sentirás mucho más aliviada.

Pero ella sabía que se sentiría cómo si le hubieran arrancado el corazón. Se mordió el labio inferior para que le dejara de temblar.

—Supongo que querrás tener derechos de visita cuándo nazca el bebé.

Él asintió.

—Dame el nombre de tu abogado cuándo llegues a casa y yo haré que el mío se ponga en contacto con él o con ella para que lleguen a un acuerdo.

Emilia tragó el nudo que se le había hecho en la garganta. Claudio parecía tan frío, tan tranquilo…

—Sólo lo necesario para el bebé. No quiero que me des nada para mí.

—Los abogados llegarán a un acuerdo, Emilia —repitió con aspereza.

—Muy bien —asintió con la cabeza antes de darse la vuelta para marcharse. Una parte de ella deseaba que Claudio la detuviera, que le dijera…
¿El qué? ¿Que la amaba como ella lo amaba a él? Eso era imposible.

—¿Emilia?

—¿Sí? —se giró bruscamente. Tenía los ojos llenos de lágrimas y Claudio era sólo un borrón a la luz de la luna.

—Siento mucho que las cosas no funcionarán.

Emilia asintió abruptamente antes de marcharse, demasiado angustiada para hablar.

Al día siguiente se iba a casa. Pero el único hogar en el que quería estar era con Claudio, estuviera donde estuviera.

~Embarazada de un millonario~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora