Capítulo 7

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—Creo que eres tú quien se está engañando —dijo con voz ronca.

—¿Cómo dices? Yo… ¿qué haces? —exclamó al ver que Claudio cruzaba la sala hacia ella a grandes zancadas, quedándose a sólo unos centímetros.

—Estás temblando otra vez, Emilia —murmuró —¿Por qué? ¿Es porque me tienes miedo? ¿O es porque crees que te voy a tocar y no confías en la respuesta de tu cuerpo?

Sus ojos oscuros brillaron intensamente.

—Eres un egoísta y arrogante hijo de…

—No creo que insultar a mi madre te ayude a salir de esto.

—Te odio y… —Claudio la interrumpió al tomarle la cara entre las manos y reclamarle fieramente la boca con la suya. Sus labios eran duros y exigentes. Emilia apenas fue consciente de golpearlo en el pecho con los puños para que la soltara. Continuó luchando durante algunos segundos, pero finalmente dejó de hacerlo y sus labios se ablandaron bajo la boca de Claudio. Sentía como si todo su cuerpo se estuviera convirtiendo en una llama líquida y que se fundía con él.

Sus pechos estaban presionados contra el musculoso torso él y, la suave curva de su estómago, contra su erección, una erección que latía y que ardía de deseo.

Entonces los labios de Claudio se suavizaron, saboreándola y provocándole un deseo aún más intenso. Emilia no sabía por qué respondía así a él, pero sabía que, si continuaban así, cuando Ángela regresara de comer en unos minutos la encontraría haciendo el amor con Claudio encima del escritorio.
Cuando él finalmente levantó la cabeza y la miró, ella estaba ruborizada, tenía los labios ligeramente hinchados y lo miraba con furia.

—No, no creo que me odies, Emilia. Y, con un poco de suerte, con el tiempo te darás cuenta de que, aunque me gusta que mis mujeres tengan cierto carácter, te prefiero como eras la otra noche antes que tener que someterte.

—Arrogante y…

—Creo que ya has dejado claro ese aspecto de mi personalidad —dijo con cierto tono de aburrimiento—. A las siete y media, Emilia —añadió con firmeza, y se fue antes de que ella pudiera seguir discutiendo.

Porque Claudio estaba seguro de que querría seguir discutiendo. No estaba nada seguro de que fuera a verlo al hotel esa tarde, pero sabía que a Emilia no le gustaría su comportamiento si tenía que volver a buscarla una segunda vez.

.........

—Una decisión muy sabia —dijo Claudio mientras se abrían las puertas del ascensor de su suite —Y sólo diez minutos tarde —añadió, apartándose para dejarla pasar —Pensé que aparecerías por lo menos a las ocho.
Claudio la siguió al interior de la habitación, un lugar que a Emilia le provocaba demasiados recuerdos. Había intentado olvidarlos, pero sin éxito.

Se volvió hacia él con fiereza.

—Terminemos con esta conversación de una vez, ¿de acuerdo? —le espetó, molesta al ver su seguridad en que iba a aparecer aquella tarde.

—¿No te apetece una copa de vino, o de champán, primero, para comenzar bien la velada?

—¡Esto no es una velada, sino una visita muy corta! —exclamó, mirándolo con intensidad.

Pero no debería haberlo hecho, porque se fijó en cómo iba vestido y se le cortó la respiración. Claudio llevaba un polo negro que resaltaba la anchura de sus hombros y pecho y unos vaqueros desgastados que se ajustaban a sus caderas. Estaba descalzo.

—¿No te importa si yo bebo algo? —levantó la botella de vino blanco y vertió un poco en una de las dos copas que había preparado —Es un Chablis excelente. Y odio beber solo

~Embarazada de un millonario~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora