Capítulo 1

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—¡Esto no es una buena idea, León!
Emilia levantó la vista hacia él mientras la inmovilizaba contra la pared. Estaban fuera del restaurante del hotel donde Emilia lo había invitado a cenar, junto con otro ejecutivo de la revista Wow.

Tiempo atrás Emilia habría sido la invitada, pero con esa cena esperaba conseguir trabajo, aunque ya había demasiados buenos fotógrafos esperando ser contratados. Ella tenía un prestigioso contrato con PAN Cosmetics, una compañía secundaria de la afamada Meyer Industries, pero no estaba segura de que se lo renovaran en tres meses, ya que el famoso fotógrafo Peter Bailey había decidido que quería ese puesto. Así que necesitaba el contrato con Wow si no quería limitarse a hacer fotografías de bebés y bodas.

¡Pero no lo necesitaba con tanta desesperación como para tener que acostarse con uno de sus socios ejecutivos!

Ulises Rubio se le había insinuado varias veces durante la cena, a pesar de que había mencionado que tenía mujer y dos hijos en casa, en Hampshire.

Sin embargo, Emilia creía que había esquivado esas insinuaciones sin herir su orgullo y, tras la cena, los hombres se habían despedido con la promesa de mantenerse en contacto.
Pero Ulises había vuelto sobre sus pasos y ahora le estaba haciendo proposiciones deshonestas después de que ella hubiera pagado en el restaurante una factura que apenas podía permitirse.

—Vamos, Emilia —dijo con voz empalagosa mientras se apretaba más contra ella—. Me has estado lanzando señales toda la noche —afirmó, y sonrió con confianza mientras frotaba los muslos contra los de ella.

Emilia sintió asco. ¡Lo que debería hacer era abofetearlo y decirle lo que pensaba de él! Pero lo que tenía que hacer para no provocar una escena en público era poner fin a esa situación de la manera más tranquila y rápida posible.

Dejó escapar una carcajada que esperó que pareciera desenfadada y lo empujó juguetonamente.

—No creo que tu mujer aprobara esto, ¿no te parece?

Ulises entornó los ojos.

—Mi mujer no tiene que enterarse… ¿o sí? —añadió con recelo, y le puso las manos en los hombros mientras la empujaba con más firmeza contra la pared.

Emilia se humedeció los labios, que sentía repentinamente secos.

—Eso depende.

—¿De qué? —contestó Ulises con un gruñido.

—Perdón… —oyeron que decía una voz junto a ellos.

Emilia se puso roja de vergüenza al darse cuenta de que estaban bloqueando la entrada del restaurante, y otro comensal estaba esperando para salir. Le echó una rápida mirada y de lo primero que fue consciente fue de su altura, ya que el hombre medía más de un metro ochenta. Tendría unos treinta y cinco años, el pelo oscuro ligeramente corto, los ojos de un verde esmeralda y su bronceado y el atractivo acento argentino manifestaban que procedía de climas mucho más cálidos. Su caro traje negro hecho a medida y la camisa blanca de seda resaltaban sus hombros anchos y su pecho musculoso, así como su cintura estrecha, sus potentes muslos y sus largas piernas.

Mientras pasaba junto a ellos les dedicó una mirada que no era precisamente amigable, pero Emilia decidió que se preocuparía más tarde de eso. ¡En ese momento necesitaba que la rescataran!

— ¡David! ¡Qué alegría verte! —le dedicó al desconocido una sonrisa brillante y aprovechó la momentánea distracción de Ulised para escapar de debajo de su brazo y separarse de él. Rápidamente se agarró al brazo del argentino y añadió—:Ulises ya se iba, ¿verdad, Ulises?

—Yo… —miró con el ceño fruncido al desconocido, que permanecía con una actitud arrogante y desdeñosa—. Sí, ya me iba —dijo, y miró a Emilia con los ojos entornados antes de atravesar a grandes zancadas el vestíbulo y dirigirse a la entrada del hotel.

Ella sintió las piernas débiles, y durante unos segundos lo único que pudo hacer fue agarrarse con fuerza al brazo del hombre que seguía a su lado.

—¿David? —dijo el desconocido secamente.

—Lo siento mucho —Emilia hizo una mueca de disculpa—. Era un… compañero de trabajo que se ha pasado de la raya —le explicó, aunque dudaba que, después de aquello, pudiera conseguir un trabajo en Wow —Eh… ¿nos conocemos? —añadió. Por alguna razón, aquel hombre le resultaba familiar.

Pero Claudio estaba seguro de no haberla visto antes. De haber sido así, con toda seguridad la habría recordado.

Había estado sentado solo en su mesa en el restaurante cuando la había visto entrar. Le había llamado inmediatamente la atención y la había observado mientras permanecía en la puerta, recorriendo el restaurante con la mirada antes de dirigirse a una mesa ocupada por dos hombres. Él había curvado la boca con desagrado al darse cuenta de que no había sido el único que había seguido con la mirada el contoneo sensual de sus caderas.

Tendría cerca de treinta años y medía alrededor de un metro sesenta y cinco centímetros. Su largo cabello castaño oscuro brillaba con algunos reflejos dorados al caerle por la espalda y tenía los ojos de un profundo color negro. Tenía las pestañas larguísimas, la piel de porcelana, una nariz pequeña y recta y sus labios carnosos eran rojos y vestía un negro y sensual vestido que le llegaba arriba de las rodillas. El movimiento de sus caderas había hecho imposible no mirarla, fijándose también en unos pechos erguidos y del tamaño perfecto.

Claudio no había dejado de mirarla durante toda la cena, mientras ella charlaba animadamente con los dos hombres. Él no solía mirar fijamente a las mujeres que no conocía, pero había algo en ella que lo había atraído desde el principio.

Se encogió de hombros.

—Tal vez me reconozcas del restaurante.

Emilia asintió. Ahora que lo mencionaba, recordó haberlo visto sentado solo en el restaurante al llegar. Con su aspecto, era imposible no haberse fijado en el. Pero, con su futuro en juego, había dejado de pensar en él para centrarse en los dos ejecutivos de Wow.

—Te agradezco mucho tu ayuda —le dijo con una sonrisa.

Él le tomo una mano antes de que pudiera apartarse.

—Estás temblando —dijo, y frunció el ceño.

Era cierto, se dijo ella. ¿Pero era por el comportamiento de León o porque no era demasiado consciente de que el hombre que estaba con ella, tomaba su mano firme?

—Es verdad —hizo una mueca —Pero no me esperaba… eso —añadió, haciendo un gesto hacia donde León se había marchado.

El americano le dedicó una mirada burlona.

—Tal vez deberías sentarte un rato. Te ayudaría tomar un brandy.

Emilia estaba empezando a sentirse un poco ridícula; después de todo, Ulises solo había probado suerte. No la habría forzado… ¿o sí?

—Estás disgustada —el argentino frunció el ceño al ver que ella sufría otro escalofrío —Tengo una botella de brandy arriba, en mi suite. Y sólo te estoy ofreciendo un poco de brandy medicinal —añadió secamente al ver su expresión consternada —Creo que ya has tenido suficientes insinuaciones por una noche.
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~Embarazada de un millonario~ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora