—Un momento, por favor —dijo una voz desde la habitación contigua cuando Claudio entró en la recepción.Estaría en el estudio fotográfico, pensó mientras recorría la sala con los ojos entornados. El mobiliario era ultramoderno, blanco y negro, y las paredes blancas lucían fotografías enmarcadas también en blanco y negro. Eran excelentes, como había esperado.
Ya sabía que Emilia Ruiz sobresalía en todo lo que hacía, incluida su carrera de fotógrafa.
—Siento mucho hacerle esperar —dijo la voz de nuevo. ¿La voz de Emilia?—. La recepcionista ha salido a comer…
La voz se convirtió en un grito ahogado cuando Emilia Ruiz apareció en la entrada de la recepción.
Palideció intensamente cuando Claudio la miró con frialdad. No iba de negro, como tres noches atrás, sino que llevaba una blusa de seda roja y unos vaqueros de color azul pálido que se ajustaban perfectamente a sus caderas y a sus piernas. Tampoco llevaba suelto el cabello, sino recogido en un estiloso moño que dejaba al descubierto parte de la frente. Estaba discretamente maquillada.
Emilia le miró aterrada. Claudio permanecía al otro lado de la recepción y la observaba de manera fría e implacable con sus ojos de color verde esmeralda. Su silencio parecía contener una amenaza, e incluso el traje gris oscuro que llevaba con una camisa blanca y una corbata plateada ayudaba a crear la imagen de un depredador acechando a su presa.
¿Qué demonios estaba haciendo allí? ¿Por que la había buscado? ¿Acaso el hecho de que ella se hubiera marchado repentinamente de la suite no había sido un claro indicador de que no quería verlo de nuevo?
—Emilia Ruiz, supongo —dijo burlonamente.
Emilia entornó los ojos. Evidentemente, era Emilia Ruiz; la cuestión era: ¿cómo lo sabía él?
Hizo un gesto desdeñoso con los hombros mientras caminaba hasta el mostrador de recepción. Se sentó tras el escritorio, decidida a no dejarse apabullar.—¿Qué puede hacer por ti, Claudio?
Él le dedicó una fría sonrisa.
—Por lo que recuerdo, Emilia, ya has hecho muchas cosas por mí.
Ella se ruborizo por el enfado y por la vergüenza y los ojos le brillaron cuando le miró.
¡Qué típico de un hombre referirse de manera tan descarada a lo que había ocurrido entre ellos tres noches atrás! Aunque, a decir verdad, era un recuerdo que no había podido olvidar, a pesar de haberlo intentado. Se reprochaba cada vez que pensaba en la intimidad física que había compartido con Claudio. ¡Probablemente él conociera su cuerpo más íntimamente que ella!
—Muy gracioso —dijo con tono mordaz—. Pensé que ya habrías regresado a Estados Unidos.
—Surgió algo.
—Aunque es muy agradable verte de nuevo, Claudio —mintió— hoy estoy muy ocupada. Así que, si no vas a decirme nada más, tengo que continuar trabajando —dijo, y lo miró desafiante.
Era una mujer dura, reconoció él, pero, desafortunadamente para ella, no pensaba marcharse sin haber conseguido algunas respuestas. En los últimos días prácticamente no había pensado en otra cosa que no fuera encontrarla y hablar con ella. A sus treinta y cinco años, Claudio había conocido a muchas mujeres y se había acostado también con muchas, pero ninguna le había hecho perder el control como Emilia. Y ninguna le había hecho enfadar tanto como ella al desaparecer de aquel modo.
A la mañana siguiente había hecho algunas averiguaciones y sabía que la mesa del restaurante la había reservado la compañía Ruiz Ltd., y que la representante de esa compañía se había encontrado con dos ejecutivos de la revista Wow.
Después de eso no había sido difícil averiguar que la fotógrafa Emilia Ruiz se había representado a sí misma, demostrando que Emilia le había mentido al decirle que trabajaba para un fotógrafo… ¡ella era la fotógrafa!
Claudio también había tenido una conversación muy interesante con León Rubio aquella misma mañana, antes de ir al estudio de Emilia. Después de hablar con él empezó a preguntarse cuándo Emilia se habría dado cuenta de que él le resultaba familiar, si habría sido antes o después de que la encontrara con Ulises Y decidió que había sido antes. Mucho antes.
—De ninguna manera pensaba volver a Nueva York hasta que hubiera visto a Emilia Ruiz.
Se acercó con calma al escritorio y se sentó en la silla que había frente a ella antes de mirarla fríamente.
—Entonces, termina tu trabajo. No tengo prisa.
Emilia se sintió frustrada al verlo tan relajado. Ahora estaba más tensa que cuando había salido del estudio y lo había visto allí.
—Ya te lo he dicho, estoy ocupada.
—Esperaré a que termines —insistió sin alterar la voz.
De ninguna manera podría concentrarse en el trabajo sabiendo que Claudio estaría allí, esperándola.
—¿Qué quieres de mí, Claudio? —preguntó con impaciencia—. ¿El hecho de que te dejara aquella noche no te dice que no tengo interés en mantener una relación contigo?
No se le había ocurrido que Claudio quisiera encontrarla. ¿Para qué? Tenía que darse cuenta de que ella pensaba que lo que había ocurrido entre ellos era un error que no quería repetir.
Se recostó en la silla y siguió mirándola con ojos entornados.
—Me dices que quieres terminar conmigo… por el momento.
A Emilia no le gustaba el tono ofensivo de su voz.
—No sé de qué estás hablando —dijo mientras se levantaba para mirarlo desde arriba. Estaba demasiado alterada para quedarse sentada—. Ahora, es hora de que se vaya, señor…
—En estas circunstancias, las formalidades están fuera de lugar, ¿no te parece? —espetó con burla.
—Preferiría las formalidades. Y lo que de verdad preferiría sería que te marcharas.
—Lo siento, pero no es posible —replicó fríamente—. No hasta que me des una explicación satisfactoria de tu comportamiento hace tres noches.
—¿De mi comportamiento? —Emilia lo miró con incredulidad—. ¿Es que no estabas tú también ahí?
—Oh, sí, claro que estaba. Apropiadamente intrigado. Pero de eso se trataba, ¿verdad?
—¿De qué? —preguntó, totalmente desconcertada.
Habían hecho el amor, algo de lo que ambos se arrepentían. ¿De qué más tenían que hablar?
—Puedo llamar a la policía y hacer que te saquen de aquí —lo amenazó Emilia.
—Supongo que podrías intentarlo —asintió, encogiéndose de hombros—, pero sería muy embarazoso para ti cuando les expliques que no se trata más que de una pelea de amantes.
—No somos amantes.
Él torció la boca en una mueca.
—Claro que lo somos, Emi.
—¡Me llamo Emilia—Exclamó con vehemencia—. ¡Y no, no lo somos!
Claudio no pudo evitar fijarse en sus preciosos ojos. Sus pestañas, negras y espesas, le conferían la mirada más hermosa que había visto nunca.
En realidad, como bien sabía íntimamente, Emilia era hermosa por todas partes.Tensó la boca al oírla.
—Si de verdad crees eso, es que tu memoria es mucho más complaciente que la mía.
Pero no era así, porque ella recordaba hasta el más mínimo detalle del tiempo que habían compartido en la suite. Con sólo estar en la misma habitación que él los pechos le hormigueaban y sentía un intenso calor entre las piernas.
—¡Oh, vamos! En realidad, esa noche no significó nada para ti —afirmó ella.
—¿Crees que no?
Ella sacudió la cabeza con impaciencia
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AMO QUE LES ESTE GUSTANDO GRACIAS! 😊
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~Embarazada de un millonario~
FanfictionLa noche que Claudio había compartido con Emilia en su suite terminó de forma inesperada: ¡ella lo dejó de madrugada sin decirle ni una sola palabra! Claudio estaba decidido a encontrarla. No estaba dispuesto a que el heredero Meyer, el que recibir...