SEÑOR BLACK: EL CISNE || SEGUNDA PARTE.

°32°

El sol ya casi se había ocultado, y la tierra se pintaba con aquel tono levemente anaranjado que se parecía mucho al color de las hojas en otoño. En ese momento aquel suceso se reflejaba en un par de ojos que miraba con asombro la hermosura y tranquilidad del ocaso.

Poco a poco dejó de distinguir todo a su al rededor, sus oídos percibían los sonidos como ecos y aún así logró escuchar que alguien gritaba su nombre e involuntariamente una sonrisa se formó en sus labios cuando vió varias siluetas rodearlo, pero al final lo último que pudo contemplar fue aquel color anaranjado que lentamente se apagó hasta que quedó en la completa oscuridad. Una tranquila oscuridad.

—¡Dongyul! ¡Maldición despierta!— gritó Jungkook sosteniendo la cabeza del hombre mayor que había recibido un disparo en el abdomen.

Sus ojos estaban abiertos mirando hacia la nada, y pronto una lágrima cayó en su rostro dando a notar que aquel que fue como su hijo se encontraba llorando por su partida.

—¡Maldición!— exclamó el azabache abrazando el cuerpo inerte con fuerza— ¡Maldición!

Sus manos se mancharon de sangre y cuando las observó, sintió como una ira inmensa albergaba su cuerpo. Su mirada recorrió el lugar y más lágrimas se deslizaron por sus mejillas mientras que apretaba los dientes con fuerza...

Todos estaban muertos.

—¿Dónde están ellas?— preguntó Jimin con los ojos enrojecidos y cristalizados.

—No están aquí— murmuró Jungkook cerrando los párpados del hombre al que consideró como un padre por mucho tiempo—, tampoco está Taylor ni tu hermano.

—¿Qué vamos a hacer?

Jungkook limpió sus lágrimas y dejó sutilmente al hombre en el suelo.

—Vamos a enterrarlos, y después vamos a asesinar a ese cabrón.

—Por supuesto que lo haremos.— respondió sintiendo la rabia que se extendía por todo su interior.

—Lo de Naoto será lo último que voy a perdonar, Jimin— habló Jungkook sin mirar a su esposo—. De ahora en adelante no habrá más piedad.

Y justo cuando terminó de decir eso, un disparó se logró escuchar en medio del bosque que rodeaba aquella zona.

—¡Tay!— gritó Liam al ver que su novio de pronto había soltado un fuerte alarido.

—¡Maldita sea!— exclamó furioso al sentir la sangre escurriendo por su brazo. La bala lo había rozado.

Escapar después de todo no fue tan sencillo, pues tan solo avanzaron unos metros fuera de la casa cuando Taylor se percató de que los estaban siguiendo.

Sin esperar, tomó la mano de Haerin y Leila para empezar a correr siendo seguido por Liam y Jake, quienes disparaban tratando de ahuyentar a sus perseguidores, aunque todo fue totalmente en vano, y cuando estos empezaron a dispararles, todos corrieron por caminos diferentes.

Taylor se quedó con Leila y un poco más adelante se encontró con Liam, pero Haerin y Jake se habían perdido completamente solos.

—Debemos encontrarlos— dijo el mayor con determinación en sus palabras, así que se quitó el saco y logró romper un trozo de su camisa para enredarla en su herida y poder continuar.

—Te morirás de frío.— habló Liam observando la prenda delgada que llevaba puesta su pareja.

—Eso no es lo importante en este momento.

Sin prestar atención al trapo que se pintaba de color rojo, Taylor tomó la mano de Leila nuevamente y volvió a caminar.

Mientras tanto, Haerin se encontraba corriendo entre los árboles tratando de hacer el menor ruido posible, aunque con tantas ramas y hojas secas en el piso era bastante difícil. Su respiración estaba muy agitada y el sudor que caía de su frente indicaba lo nerviosa que se encontraba. De pronto escuchó pisadas cerca de ella así que se detuvo y rápidamente se escondió detrás de un árbol. Con sumo cuidado sacó el arma que le había dado Jimin y tomó una bocanada de aire al mismo tiempo en que cerraba los ojos para tranquilizarse.