La conmoción por los férreos pinchazos duró unos largos minutos. Miré a Jess. Escuchaba cómo crepitaba la grava de la carretera mientras continuaba retorciéndose de dolor en medio del asfalto.
Clavé mis rodillas en el suelo y noté como las diminutas piedrecillas de la grava se me clavaban como agujas en la piel. No sentí ningún tipo de dolor. Posteriormente, me puse de cuclillas y me levanté más aturdido de lo que habría imaginado. Ese fue el pinchazo más fuerte que me había dado hasta entonces. Pero a Jess también le había ocurrido lo mismo. Me barruntaba que algo extraño estaba pasando.
¿Por qué estaba Leslie montada en ese coche? ¿A dónde iba? Miles de preguntas pasaron por mi sesera a una velocidad endiablada. Habíamos perdido el rastro del coche donde supuestamente iba montada Leslie. De repente percibí los quejidos de Jess, todavía no se había recuperado del golpe.
—¡Jess! ¿Estás bien? ¡Hemos perdido el maldito coche! —le anuncié a Jess desgañitándome.
—No sé que ha pasado. Era Leslie... Pero a la vez no lo era. Ha sido muy extraño —finalizó diciendo Jess con la voz algo quebrada.
—Te dije que la había visto. Pero, ¿te has dado cuenta? Cuando Leslie está cerca, un pinchazo o vete a saber que es lo que nos provoca estos vahídos, nos deja de nuevo sin señales de ella. ¿Qué crees que puede estar ocurriendo? Antes me contaste que ese coche era el mismo que había en Terabithia...
—No tengo ni idea de lo que está ocurriendo José Javier. Pero tengo muy mala espina. Y sí, es el mismo coche que hay en la entrada a Terabithia, pero... —repentinamente, Jess pareció sumergirse en la nada. Su rostro había cambiado a una expresión entumecida.
Le zarandeé de los hombros. Mantuvo la mirada perdida.
—¡Jess! ¡Jess! Tío, ¿qué pasa ahora? —bramaba desesperado.
Al instante, cruzó su mirada con la mía y comenzó a balbucear sin entablar palabra. Mis cejas se arquearon ante la sorpresa de que hubiera vuelto en sí y le animé a que continuara intentando hablar con normalidad. Unas lágrimas comenzaron a deslizarse por sus rosadas mejillas. El miedo me invadió en el cuerpo. Ya no sabía lo que le ocurría a Jess. Hasta que una exhalación profunda le devolvió la cordura. Agarró fuertemente sus rodillas y encorvó el cuerpo hacia ellas inspirando y exhalando fuertemente. Parecía que venía de haber corrido una maratón. Incluso el olor que emanaba de él, y las manchas de sudor que traspasaban su camiseta, indicaban lo dicho.
—He retrocedido por unos instantes en el tiempo —me explicó con los ojos desorbitados.
—¿Co-cómo dices? —tartamudeé ante la inseguridad que me traían esas palabras.
—He retrocedido en el tiempo, José Javier. He retrocedido a hace unos meses. Cuando Leslie y yo pisamos Terabithia por primera vez. He visto en tercera persona ese acontecimiento. Mi yo del pasado estaba ahí, en las inmensidades del bosque. Junto a Leslie. No me veían, pero yo sí a ellos. No podía interactuar con ellos...
—¿Cómo es eso posible?
—El coche, ese coche. Es el coche de Terabithia. Justo cuando entramos en el reino por primera vez, lo que vimos fue ese coche. Dentro de él sonaba cómo si de unas cadenas arrastrándose se tratasen. El ruido lo hacía una especie de adorno con metales y llaveros que estaban colgados en el techo interior del vehículo. Leslie decía que era el ruido de los prisioneros de Terabithia arrastrando sus pesadas cadenas. Pero lo que no sabíamos era que al llegar a ese lugar, lo que habíamos hecho era liberar a los Terabithianos de esas cadenas, del enemigo. Eran libres. Todo por haber visto ese coche, y escuchar ese sonido bizarro de los interiores del coche.
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Un puente hacia Terabithia 2: "No digas adiós si no es para siempre".
Teen FictionSeguro que si habéis visto "Un puente hacia Terabithia" os quedasteis con un mal sabor de boca, pero la historia no acabó donde May Belle y Jess se pusieron la corona en el puente. La historia continuó. Debéis tener paciencia con esta historia en la...