13: El renombramiento de la reina.

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Durante la cena había insistido a Leslie una y otra vez, pero sin éxito alguno. No hubo manera de que me lo soltara. Leslie guardaba muy bien los secretos. Seguro que lo sabía todo el mundo menos yo. Lo más probable era que Agus también estuviera al corriente de esto.

El puré de Judy al final si que iba a parecer estar embrujado de verdad. No había probado cosa igual. No digo que la señora Burke cocinara mal, pero tampoco muy bien. Era totalmente cierto que preparaba platos exquisitos pero sin duda, el puré no era su fuerte.

*Quizá si llevé tripas de monstruo*.

Leslie y yo comíamos una cucharada cada cinco minutos y nos mirábamos con una expresión de sufrimiento. Parecíamos aquellos pobres niños de África que muchas veces aparecían en las noticias que sufrían por no pegar un solo bocado. Pero nuestro caso era diferente, sufríamos cada vez más y más cuando comíamos ese vomitivo puré. ¡Oh! Como deseaba acabar ya el plato. Pero cuando terminamos, la señora Burke nos lo volvió a rellenar.

-Pero Judy... -Se quejó Leslie mirando el plato angustiadamente.

-Venga Leslie, haz un último esfuerzo, hay millones de niños en África muriéndose de hambre, no podemos derrochar la comida. -Decía mientras me volvía a llenar el plato.

-Si a esto se le puede llamar comida... -Escuché susurrar a Leslie.

Todas las madres sacaban lo de los niños de África, ya quisiera yo darles toda la cazuela de puré y todas las que quisieran. ¿Dónde está mi perra cuando la necesito? Ella dejaría el plato como los chorros del oro.

-Ni los niños de África comerían esto. -Le replicó Leslie a su madre removiendo su cuchara en ese espeso caldo.

El señor Burke soltó una tímida carcajada y escondió su cara en el libro que sostenía en la mano. "Asesinato en el Orient Express", de Agatha Christie, logré traducir fijándome en la contraportada.

-¡Pero jovencita! Nunca te has quejado de mi puré de calabaza. -La señora Burke puso las manos en jarra.

-Porque se lo daba a él. -Confesó Leslie señalando a P.T.

P.T. movió el rabo enérgicamente y fue a lamerle la mano a su dueña.

En ese momento me levanté de la silla.

-Muchas gracias por la cena Judy. -Le dije sonriente.

Leslie me fulminó con una mirada airada y se levantó de su asiento con cuidado.

-Ya podrías aprender un poco de él.-Resopló Judy echando a la cazuela el puré que había sobrado en nuestros platos.

El señor Burke levantó la mirada de su libro y atendió por unos instantes la situación.

-Sí, seguro... -Me miró Leslie de reojo.

Le pegué un codazo a punto de empezar a reír. Subimos a la habitación, esta vez, cada uno a la suya. Sabía que no le iba a sacar nada a Leslie, por lo que decidí ser paciente y esperar a mañana.

Ya al día siguiente, me levanté un poco más tarde de lo habitual, hacía un día impecable. Ya casi era mayo, y abril se despedía de sus últimos días con los rayos de sol más radiantes de todo lo que llevábamos de primavera.

Bajé a desayunar y me di cuenta de que Leslie no estaba por ningún sitio. Seguro que estaba en Terabithia, por el momento decidí no acercarme al lugar. Me dirigí tranquilamente al desván y recogí mi pelota empolvorada por la suciedad. Hacía un día tan maravilloso que estaba yo como para no aprovechar al máximo este estupendo día.

Detrás de la casa, había una gigantesca pared ya en ruinas de una antigua casa ya derribada hace años. La toqué y vi que resistiría los balonazos por lo que me puse a ello.

Un puente hacia Terabithia 2: "No digas adiós si no es para siempre".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora