3: Lark Creek, un buen sitio donde vivir.

1.6K 56 20
                                    

Lark Creek. ¿Era ese el lugar dónde íbamos a vivir? Así es. Allí sería donde estudiaría un año. Sinceramente esperaba formarme en una ciudad medianamente grande de Estados Unidos, no en un pueblucho donde la mitad de la población era ganado vacuno.

Los Burke y yo metimos las últimas cajas en el camión de mudanzas. Iba a ir solo en la carretera, ya que nosotros iríamos en avión. Todavía no se me había pasado el "jet lag" del viaje a Estados Unidos desde España, como para soportar otro viajecito de avión. Al final le iba a coger asco a esto de volar.

Metí la última caja y el camión emprendió su largo camino hacia Lark Creek, donde por fin comenzaría mi aventura americana. Todavía no me había asentado en Pensilvania, por lo que me resultó bastante fácil abandonar esa preciosa ciudad sin melancolía. Por una vez agradecí la pasividad de los Burke hacia mí para inscribirme en el instituto. Decían que necesitaba adaptarme un poco al país, al horario y a su entorno. Querían que desde el primer día diera lo mejor de mí. Esas fueron las razones en las que se escudaban para no haberme inscrito en el instituto en dos semanas. Hecho que me pareció de lo más curioso, porque imaginaba que el instituto en el que yo estaba en España debería de haberse hecho cargo de ello personalmente, pero ya comprobé de que no fue así.

El avión salía a las dos de la tarde, todavía quedaba bastante para el vuelo. Habíamos madrugado en exceso, como siempre. A primera hora de la mañana, los Burke ya estaban en pie, con el desayuno recién hecho en la cocina y sentados frente a sus lujosas máquinas de escribir, gastando tinta para sus próximos libros. Nunca me hablaban de lo que escribían, ya que decían que era secreto profesional. Supongo que tenían razón. ¿Qué sentido tenía mostrar tu obra sin terminar a un niño?

Tras varias horas de espera, montamos en el "Burkemóvil" y llegamos al aeropuerto. Apenas unos minutos después de pasar nuestro equipaje de mano por la cinta deslizante, por megafonía, una voz bastante grave, notificó que nuestro vuelo estaba a punto de embarcar destino Washington D.C., lugar donde aterrizaríamos. Por un par de minutos, conseguimos llegar a tiempo.

Nada más montar, noté como las miradas de los pasajeros se clavaban furtivamente en nuestros ojos. El avión había retrasado cinco minutos su despegue, por culpa nuestra. Normalmente, el avión se va, le da igual si coges o no el vuelo a tiempo, pero esta vez fue una excepción. No venía mal un poco de suerte de vez en cuando, aunque esas miradas ya me estaban causando un tal nivel de incomodidad que estaba por gritarle a todo el mundo si ocurría algo con nuestras caras. Una mutación genética o algo por el estilo, ya que cada vez miraban con más agresividad, como si retrasar su llegada un par de minutos pudiera alterar lo más mínimo sus aburridas vidas.

Una vez llegados a nuestros asientos, me fijé que me había tocado un asiento dos filas más atrasadas a la de los Burke. Me detuve unos instantes a mirar por la ventanilla como el pájaro de hierro en el que montábamos despegaba y sin darme cuenta, me dormí. No sabía cómo lo hacía, cada vez que subía a un avión, moría de sueño, aunque durmiendo, el viaje se me hacía más ameno. Cuando quedé dormido, soñé algo, pero no era lo que habitualmente soñaba, era diferente, extraño... Esos ojos verdes volvieron a aparecer en mi mente, en mi subconsciente, en mi sueño... Curiosamente, sólo aparecían esos ojos, parecía que cobraran vida, las pupilas se dilataban y el ojo verde se ensanchaba más y más hasta ocupar toda mi mente, provocando que despertase con un sudor frío recorriendo mi frente. Me sobresalté y me aireé un poco con la camiseta para tratar de secar un poco el sudor. Me incliné en el asiento que tenía delante para buscar a los Burke y ahí estaban, durmiendo plácidamente.

—Que suerte —susurré.

*¿Por qué sueño continuamente con los ojos de esa chica? ¿Quieren decirme algo?*

Un puente hacia Terabithia 2: "No digas adiós si no es para siempre".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora