17: Temiendo a la incertidumbre.

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El guerrero cabecilla de mi pelotón emprendió rumbo hacia la Arboleda de los 7 Gritos. Decenas de guerreros con sus diminutas alas revoloteaban sobre mi cabeza dando zumbidos prácticamente al unísono. Era como si esas pequeñas criaturas hubieran estado en formación durante años para volar en sintonía los unos con los otros.

*Maldito Jess, no me hagas esto ahora*

No paraba de darle vueltas a la cabeza a todo. ¿Qué habría sucedido en la dichosa arboleda? ¿Por qué habría Jess decidido emprender rumbo hacia tierras prohibidas por ese horripilante lugar? ¿Estaría Leslie tan estremecida como yo al escuchar ese grito desgarrador de Jess?

Comencé a sentirme cansado. Notaba como si estuviera cargando con ochocientas mochilas de montaña. Tal fue la sensación que incluso me rondó por la cabeza una imagen donde aparecíamos mi pelotón de guerreros y yo subiendo por la ladera de una montaña. El Monte Denali, la montaña más alta de América del Norte, para ser exactos. No tenía ni la menor idea de por qué esa sucesión de imágenes estaban manifestándose en mi mente.

Cierto es que provocaron una breve percepción de tranquilidad y paz en mi subconsciente, ya que el imaginar subir esa montaña rodeado de diminutos guerreros volando con una severa fatiga a un ritmo rimbombante actuando de mochileros como si de sherpas se tratasen en vez de estar escoltándome, era un tanto divertido.

-¿Está usted bien, mi señor? -Preguntó uno de mis guerreros con un tono de voz preocupado.

-Siento mucha carga y presión en mi cuerpo al caminar, el ambiente se está apoderando de mí. -Le respondí a la vez que soltaba una pequeña exhalación por el cansancio.

-Eso es porque estamos llegando a la arboleda, mi señor. Nosotros no podemos acercarnos más de lo permitido, es un lugar sagrado. A su izquierda se encuentra el pelotón de guerreros del rey Jess. ¿Quiere que le comunique a Rhino, el líder de su pelotón, una reunión para hablar de la situación actual?

-Sí, pero esperemos a Leslie, estará a punto de llegar. -Finalicé de comunicarle mientras trataba de adivinar el momento exacto en el que Leslie apareciera por alguno de los matorrales del bosque.

Tras unos minutos de espera, la reina de Terabithia apareció de entre una hilera de robles de los pantanos. Un tipo de roble que crece en los Estados Unidos.

-¿Leslie, qué está pasando? -Me apresuré a preguntarle sin darle ningún segundo de respiro.

Leslie me miró desorbitada. Sentí como mis entrañas parecían hacerse más pequeñas a cada segundo que iba pasando. Esa mirada me dejó gélido. Leslie siempre había sabido guardar la calma y si no estaba serena, hacía lo máximo posible para que nadie se diera cuenta de ello.

Esta vez, en cambio, no fue así. Lo único que logré concebir fue que si alguien sabía algo era ella.

-¡Leslie! -Insistí una vez más.

-No sé qué hacer, José Javier. Nunca imaginé el decir esto, pero... estoy sin ideas en la cabeza. -Respondió con un hilo de voz.

-Pero, ¿qué es lo que ha pasado para que te sientas así ahora, Leslie?

-Es todo. Es el panorama en sí. ¿No te has dado cuenta? El Señor de la Oscuridad nos está atrapando uno por uno sin darnos la más mínima tregua, ni la más mínima opción de luchar contra él en grupo. Ni May Belle, ni Agus... ni Jess.

-¿Jess? ¿Sabes algo? Dímelo. -Interpelé de forma vehemente.

Leslie deslizó sus dedos hasta uno de sus mechones rubios para posteriormente colocarlo detrás de sus pequeñas orejas.

Posteriormente, me miró de reojo y noté como me analizaba de arriba a abajo. Era como si le aterrase la idea de contármelo. No por mi reacción, sino porque ella sabía muy bien que estaba tan asustado como ella. O incluso más.

-Jess ha tenido un encuentro con el fallecido rey de Terabithia, Eudes. -Sus pupilas se dilataron instantáneamente al terminar de decir esas palabras.

-Es coña, ¿no? -Logré decir tras unos momentos de asimilación profunda.

-Ojalá lo fuera.

-¿Y qué ha pasado? ¿Están discutiendo sobre hacer un referéndum popular con los terabithianos? -Pregunté irónicamente soltando una ligera risa aguda por lo que acababa de decir.

Leslie me plasmó una cara de resignación. En ese preciso instante, mi sonrisa desapareció de mi rostro.

-Jess continúa ahí, en las inmensidades de la arboleda. A solas, con él. Eudes es un ente maligno, ya lo sabes. Fue repudiado por todos los terabithianos y enterrado junto al resto de los reyes traidores del reino. -Me explicó Leslie bastante ceñida en sus palabras y pensamientos.

-Vamos a por él. -Le espeté a la reina terabithiana agarrándola de la manga de la camiseta.

Leslie hizo de ancla con su peso.

-¿Qué ocurre?

-Yo no puedo ir J.J. -Me confesó mirándome a punto de romper a llorar.

-¿Cómo que no, Leslie? Eres más valiente que yo. Pelearemos contra esa cosa de ultratumba tú y yo codo con codo. Juntos somos más fuertes. -Me puse de cuclillas agarrándola de las manos para tratar de convencerla.

-No es eso. Es que yo no puedo pasar. Y no hay cosa que me aterre más que la propia incertidumbre. El no saber qué le puede estar pasando a Jess ahí en esa arboleda del demonio.

-¿Pero por qué no puedes acceder? ¿Qué te lo impide? -Sentí que la estaba sumergiendo en un interrogatorio constante.

-Es un lugar sagrado. Solo hecho para reyes. Para reyes de Terabithia. Tú aún no eres rey. Eres príncipe. Pero en un futuro puede que lo seas. Con que haya una mínima opción de que lo seas, el lugar te acompañará hasta tu destino.

-¿El lugar? -Pregunté con un tono de incredulidad. No lograba procesar todo lo que Leslie me decía en mi mente. Era demasiada información.

-Así es. La Arboleda de los 7 Gritos te acompañará hasta el sitio donde se sitúa Jess. Esta parte del bosque fue hecha para los muertos, pero está más viva de lo que piensas. No es un lugar para mí. Sonará clasista, pero las mujeres no son bienvenidas en este paraje, al igual que el resto de terabithianos, que tampoco lo son.

Y era cierto, ese lugar parecía cobrar vida por momentos. La acacia negra predominaba en la arboleda. Ese tipo de árbol tenía vida propia o eso era lo que uno podía imaginar con tan solo mirar a su alrededor. Sus ramas se zarandeaban muy enérgicamente por el viento y se aglomeraban de una forma que pareciera que todos los árboles formaran uno solo.

-Vaya, que me va a tocar enfrentarme a la incertidumbre. Uno de tus mayores temores. -Le comenté todavía perplejo por la situación.

-Así es. Ha llegado el momento de que demuestres quién es el príncipe de Terabithia.

Un puente hacia Terabithia 2: "No digas adiós si no es para siempre".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora