Capítulo 32.

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Neferet prometió que tendríamos una luna de miel si era lo que deseaba, sabía que se estaba esforzando mucho y eso era suficiente para mi, estar a su lado era lo único que me importaba en estos momentos pero también era algo riesgoso pues han pasado varios días desde que Neferet bebió de mi sangre y se que necesita tomar más, sus ojos carmín comienzan a perder brillo.

—¿estas bien? —preguntó preocupada al ver que Neferet se mantiene con la mirada perdida.
—claro —contesta con su voz apacible pero veo que sus manos están convertidas en puño.
—volveré enseguida —salgo de la habitación antes de que pueda contestar y bajo a la cocina donde esta Esmeralda.

Esta preparando el desayuno así que no nota mi presencia.

—¿Esmeralda aquí tienen jeringas? —pregunto en susurro.

Esmeralda da un brinco y se gira para verme con rostro confundido.

—si, eso creo —responde al cabo de un rato.
—necesito que me saques sangre —la observó seria y ella suspira rendida.

Sale de la cocina y regresa pocos minutos después con una jeringa y una copa de vino, desvío la mirada mientas extiendo mi brazo para que haga su labor, se siente como una pequeña picadura de mosquito. Esmeralda lleno media copa de vino pero se que Neferet necesita más sangre.

—llena toda la copa —Esmeralda me mira con gesto reprobatorio y niega.
—necesita más sangre, estaré bien, llena toda la copa —insisto.

Esmeralda llena toda la copa y la pone frente a mi para tomarla, esta un poco caliente... Camino a la habitación de Neferet y al momento que entro a la habitación Neferet se encuentra frente a mi. Lo observó perpleja pues su mirada es desesperada, anhelante, esta muy sediento.

—se que tienes sed, toma —murmuró con voz torpe mientras extiendo mi mano dándole la copa.
—sal de la habitación Anne, por favor —suplico quejumbroso.

Toma la copa con rapidez y abrio la puerta sacándome de la habitación. Al menos esperaba que esa copa lo pudiera calmar un poco mientras resolviamos el problema. Camine en dirección a la biblioteca cuando Azael apareció frente a mi.

—¿que haces aquí? —pregunte a la Defensiva.

¿Como es que siempre lo dejan entrar?

—solo estoy cuidando que Neferet no te mate, el me lo pidió —dijo encogiendose de hombros.
—el nunca me haría daño —respondí segura.
—los instintos muchas veces no se puede controlar, si llevas dos semana entera sin comer... Somos vampiros, no subestimes nuestros instintos —me miro seriamente mientras se quejaba de tener que cuidarme.

Salí al patio y me senté en las sillas dejando que el sol calentara mi cuerpo, la brisa acariciaba mi rostro recordándome que era verano. Pero ese momento tranquilo duró pocos segundos pues Esmeralda llegó a mi lado con la respiración agitada.

—tenemos que irnos —me sujeto del brazo y me llevo dentro del castillo.
—¿que pasa Esmeralda? ¿Dónde está Neferet? —pregunté preocupada.
—el señor Raziel esta buscándote, tenemos que irnos rápido —ella me arrastraba en dirección a la salida pero no quería irme.

En una fracción de segundo tenía a Raziel frente a mi sujetando mi cuello, Esmeralda tomo mi mano y murmuró algo que no lograba entender.

Y todo fue oscuridad.

Punto de vista de Neferet.

Su aroma comenzaba a afectarme, tenía sed y necesitaba saciarme de algún modo pero no me atrevía a morderla, sabía que no podría detenerme. Anne me dio una copa de su sangre y la bebí hasta la última gota.

Su sabor era incomparable como una droga, que necesitaba a toda costa, la orden de mi padre comenzaba a afectarme, le pedí a Azael que tratara de de detenerme si llegaba a morder a Anne. No podía correr ningún riesgo de hacerle daño.

—¿estas consciente que Raziel volverá en cualquier momento verdad? —preguntó Azael.
—lose y la guerra será inevitable, pero no pienso formar parte de esto, no haremos una guerra contra gente inocente que no han hecho nada contra nosotros, tendremos que dividirnos —Seria una Guerra entre nosotros para derrocar a mi padre y a la ves defender a los que el ataque —una guerra se avecinaba y marcaría la historia entre nosotros los vampiros y los hombres lobo.

No deseaba manchar mis manos otra ves... No podía hacerlo.

Azael asintió y camino fuera de mi oficina cuando algo capto nuestra atención.

—esta aquí —confirme con desdén.

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