DÍA 11
Otra vez sucedieron. Más pesadillas. Quiero que terminen. Axel está tenso por mi comportamiento, pero eso no es ningún impedimento para no buscar su placer en mí. Yo solo me desconecto. Intentando llevar mi mente lejos de lo que sucede.
Imagino estar en otro lugar. Donde pueda sonreír y descansar sin temor a nada. Un lugar donde sea fácil vivir en armonía y en paz. Donde no tenga la necesidad de contar del uno al diez para calmarme.
Pero la realidad comienza a golpearme. Demasiado fuerte. Termino contando esos números en mi mente a cada momento. Ni siquiera entiendo por qué lo hago. ¿Quizás es una manera de protegerme? ¿De tener control? O simplemente estoy loca, por fin.
Casi logro llevar mi mente lejos, pero sinceramente, mi cuerpo reacciona a su toque y es imposible no prestar atención. Ayer en la noche, después de escribir, Axel apareció de nuevo en mi habitación. No sabía lo que quería hasta que vi que llevaba consigo las fotos. Corrí hasta el baño y me encerré, cosa que nunca hice desde que me trajo.
Tenía miedo de ver las fotos de nuevo. Demasiado dolor, me estoy ahogando en ese sentimiento. No soy masoquista ni nada de eso, pero si veía las fotos sería como apuñalarme. Me estaría muriendo en agonía porque nada podía hacer, porque no había ya nadie a quien salvar.
No reaccionó violentamente como esperaba, más bien comenzó a persuadirme. Su dulce voz me instó a salir, fui directo a mi cama, pero él me tomó de la cintura y me obligó a sentarme en su regazo en el suelo. No quería, pero sus brazos me mantenían en encima de él.
Me sentía como una niña pequeña y vulnerable. Me consoló y no pude evitar que las lágrimas traicioneras se deslizaran por mis mejillas. Me acunó como solo él sabe hacerlo, susurrando palabras tranquilizadoras a cada momento. No sabía para qué traía las fotos. Él sabía lo que me provocan y aun así las trajo.
Las imágenes rondan en mi mente a cada momento, intento eliminarlas pero tal parece que la razón juega en mi contra. Solo cuento del uno al diez intentando olvidar el amargo sabor de la desesperación. Porque me estoy desesperando.
Me estoy perdiendo.
No le temía a él, le temía a las fotos.
—Necesito que veas las fotos de nuevo.
Solo negaba ante esas palabras. Ya era suficiente que mi cerebro estuviera reproduciendo escenas sangrientas como para ver las fotos. Al final se rindió, no dijo nada más hasta que me tranquilicé. Poco a poco me fui apegando a su pecho ya cansada por el llanto. Sus brazos me abrazaban por detrás, sus manos comenzaban con sus caricias por mi vientre y besaba la curvatura de mi cuello.
Yo solo me perdí en las múltiples sensaciones que su tacto provocaba en mí. Todo resurgió de nuevo cuando habló; aún sus palabras resuenan en mi cabeza.
—Los vengaré, por ti, lo haré.
Sin siquiera pensarlo le contesté con un "no". No quería decirlo, pero mi boca no colaboró con mi cerebro. No sé por qué lo dije, o quizás sí. ¿Será el temor a que le suceda lo mismo que a mi familia? Puede ser que ese sea el porqué de mi "no".
Muy pocas veces paso sola. Según Axel, lo hace para que no vaya a cometer ninguna estupidez. Las pocas veces que me deja sola, siempre me deja un libro de bolsillo para leerlo. Cuando regresa, solo hablamos de eso hasta que el cuerpo de él le pide algo más. Esas son las conversaciones con las que me divierto y el único momento en el que veo a Axel de diferente manera, casi simpático.
Muchas veces tengo la tentación de preguntarle el por qué me secuestró, pero temo su reacción. Creo que es mejor no saberlo. Casi me alegra que Axel pase más tiempo conmigo.
Quizás pienses que me estoy volviendo como las "putas", ¿te acuerdas? las que iban y venían a su antojo solo para buscar algo que de seguro sus esposos no les dan. Te contesto que no, no me estoy convirtiendo como ellas.
Solo me dejo llevar porque trato de sobrevivir, porque sé que algún día no será necesario de este diario, estaré yo para contarlo todo.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.
ESTÁS LEYENDO
Relatos de un secuestro ©
General FictionEl amor y la felicidad fueron sustituidas por el miedo, el terror de no poder ser libre de nuevo. Ya su voluntad se esfumó como el aire expulsado de sus pulmones, así mismo como su mente, su cordura está a punto de morir. Todo cambió en pocas horas...