Capítulo 6 || Amelia

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Día 2

Hoy en la noche, el único momento en el que nos permiten deambular por el patio del lugar, fui en busca de Kim, una chica que está "viviendo" al lado de mi habitación. Pero no había rastro de ella. Las demás chicas andaban en pequeños grupos apartándose de cualquier persona que se les acerque, incluyéndome. 

No les he dado razones para que me teman, pero según ellas, es mejor alejarse de mí si no querían tener problemas con "el jefe" como ellas llamaban a Axel. A decir verdad, a nadie he escuchado que lo llamen por su nombre, más bien solo le dicen jefe.

Es muy extraño....¿o acaso es normal?

Axel, sin mediar palabra alguna conmigo, me acompañó como una sombra por todo el patio. Sin quejarse cuando me quedaba mirando hacia los árboles. No entiendo su paciencia y delicadeza conmigo, se supone que debería tratarme mal, como las demás, aunque ya me trate como su esclava sexual.

Aunque me duela admitirlo, es cierto y no me es posible evitarlo aunque se lo pidiera.

Ayer, cuando terminó de jugar conmigo, me dejó sola en la habitación. Sin embargo, colocó en el escritorio un pequeño ramo de rosas rojas con sus espinas expuestas. Sin mirarme, salió de la habitación cerrándome bajo llave. Como siempre lo hace cada día.

Contemplé las rosas por unos minutos sin llegar a tocarlas y me dirigí al baño, me lavé minuciosamente todo el cuerpo dejando marcas de mis uñas en los brazos, piernas y torso. Me ardía por la fuerza ejercida para quitarme esa mala sensación de su cuerpo en el mío. Hoy tuve que utilizar una blusa manga larga para que no se notara ninguna marca. Me horroricé al verme en el espejo, desnuda, con múltiples marcas. Pero no eran las que me produje. Axel me había dejado chupetones en algunas partes; solo las del cuello son visibles pero aquí eso no es nada de otro mundo.

Es natural aquí.

¡Demonios! Aunque Axel sea guapo, no te lo negaré, es sexy, o lo que sea. Pero lo es y eso no quiere decir que esté disfrutando de esto. Hay algunas que se sienten bien siendo utilizadas y son ellas las que pueden ir y venir a su antojo por toda la casa. No las envidio, no me malinterpretes, pero no las entiendo.

Aunque solo fuese Axel el que me toca, no puedo soportar que esté conmigo a cada rato. Sus manos en mi piel me producen escalofríos. No puedo soportar que me observe cada vez que posee mi cuerpo como un maldito. No me siento orgullosa de eso porque en sí, es simple, me usa para su propio beneficio, aunque ya mi cuerpo juegue en contra.

Solo cierro los ojos y cuento hasta diez, una y otra vez.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.

Para quién vaya a leer esto, porque sé que algún día alguien lo hará. Mi mente ha estado jugando en contra. Después de tantos meses por fin tuve un sueño y no pesadilla...aunque no sé si tenga que catalogar de esa manera. Fue como una especie de recuerdo de cuando estuve en la facultad; estaba con mi grupo de amigos y de pronto (no quiero que esto suene como un cuento, pero no se me da bien las palabras) aparece Axel, caminaba a un lado de nosotros mirando hacia adelante.

Luego aparece en mi clase, sentado unas filas hacia atrás; podía sentir su taladrante mirada en mí todo el tiempo.

Posiblemente sé lo que tú, quien sea que esté leyendo, está pensando de esto, pero puede que te estés equivocado. No recuerdo haber visto a Axel en la facultad, ni mucho menos que estudie en mí mismo salón. No sé si fue mi compañero o es una simple jugarreta de mi imaginación a punto de colapsar.

Relatos de un secuestro ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora