El plan es sencillo y sin ninguna amenaza de que salga algo mal.
Espero fuera de la fiesta de su amiga cuyo nombre no recuerdo. Hace más de dos horas Andrew había llegado con Katherine y Mabel a la fiesta. El equipo solo esperaba el momento oportuno pero Andrew no daba indicios de aparición incluso he intentado llamarlo pero el bastardo no contesta. Impacientarme no es lo que tenía en mente pero debo calmarme.
Solo un poco de espera y por fin la tendré bajo mi custodia.
La veo salir tambaleándose por lo borracha que está mientras los chicos se van acercando a ella sin ser vistos aún. Cuando ella se da cuenta intenta alejarse, salir corriendo, pero uno la agarra por los brazos y otro la inmoviliza con la droga, inyectándosela con brusquedad.
Con solo verlos actuar como bestias me hierve la sangre pero me contengo si quiero que terminen el trabajo.
La traen a la furgoneta a cuestas, colocándola derecha para que parezca que está dormida.
—Listo, jefe. Vámonos.
Resultó fácil.
Arranco la furgoneta y manejo viendo de vez en cuando por el espejo retrovisor el rostro de Katherine. Mi corazón se acelera cada vez que una farola ilumina nuestros rostros, pero me mantengo impasible. Mirando directo al camino hasta que llegamos a la mansión.
Soy el primero en bajar y los muchachos bajan sin saber qué hacer. Cojo a uno, el que le aplicó la droga con violencia y lo golpeo en el rostro viendo la sorpresa en sus ojos. Los nudillos me duelen pero no le tomo importancia.
Todos se han quedado quietos, porque saben de lo que sería capaz y lo enojado que estoy.
—La próxima vez tienes que hacer lo que te ordeno al pie de la letra. Te dije que le aplicaras la droga con cuidado. ¡Te lo ordené! —Lo pateo con fuerza en las costillas hasta oír su leve lamento. Katherine no se merece que le hayan tratado de esa manera. —Llévenselo de una vez si no quieren que lo mate. ¡Lárguense!
Sin esperar más tomaron al hombre del suelo y se lo llevaron a la enfermería. Frustrado y enojado como me siento, tomo respiraciones calmadas. Me apoyo a un lado de la puerta de la furgoneta mientras la veo dormir plácidamente, recostada en el asiento con su cabello castaño enmarañado cubriendo su rostro.
Aún es imposible creer lo cerca que ahora estoy de ella. De su piel. De su calor. Solo la observo mientras el enojo pasa a dar otro sentimiento, uno de necesidad. Necesidad de tenerla en mis brazos y protegerla de los que la han acechado como yo lo hice.
Suspirando, la tomo entre mis brazos, sorprendiéndome lo liviana que es ya que no parecía muy delgada desde donde la he observado.
A pesar de las miradas de lástima que le lanzan las demás, no le tomo tanta importancia. Total, ellas están equivocadas. Ella no será vendida como ellas, ni será abusada por nadie. Su cuerpo no será marcado como lo será el de ellas.
Ella me pertenece, y todos lo saben.
Cruzo la zona de residencias. Donde varias habitaciones están enumeradas y habitadas por las demás. Llevo a Katherine a la habitación sin número, una que nunca ha sido habitada y en la que solo yo tengo la llave y los duplicados. Así me aseguro que nadie entre.
Acogedora no la podría catalogar; una cama normal con sábanas y colchas suficientes para mantenerla caliente en las frías noches. Un baño abastecido con lo necesario. Nada más. Sencillo.
La recuesto en medio de la cama y le quito sus bailarinas, luego su pantalón para que pueda estar cómoda. La piel tersa y cremosa de sus muslos son como una invitación pero me contengo a pesar de todo. A pesar de mis deseos de poseerla como siempre he soñado desde que la ví.
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Relatos de un secuestro ©
Ficção GeralEl amor y la felicidad fueron sustituidas por el miedo, el terror de no poder ser libre de nuevo. Ya su voluntad se esfumó como el aire expulsado de sus pulmones, así mismo como su mente, su cordura está a punto de morir. Todo cambió en pocas horas...