Capítulo 12

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Agnes...

     Sorbé mis asquerosos e inútiles mocos por última vez y arrojé el mazacote de papel sanitario en el cesto. Salí del asqueroso baño entre los animados aplausos de mi amiga y me fregué la cara bajo el agua del lavado como una bestia, me daba igual salir con la apariencia de un asesino en serie. Limpié hasta el último toque de maquillaje en mi rostro y me sequé luego con el estúpido unicornio.
      -¡Esa es la Agnes que conozco! -exclamó Jessica al ver como saboteé mi propio peluche.
     -Estoy lista -le afirmé en cuanto volteé a verla con mi entrecejo recto.
      -¡Ya rugiste chica! -clamó con una sonrisa de oreja a ojera y tomó mi mano para salir corriendo del baño.
     Jessica estaba más felíz que nunca por haber vuelto a la normalidad y razonar en que en verdad Marcus era un idiota al igual que el tonto de Rayan. Estaba tan contenta que literalmente le importaba una fórmula de Bashkara si Rayan estaba o no enamorado de ella o cual sea que fuera la razón por la que es tan idiota con mi amiga.
     -¡¿A dónde vamos primero?! -proclamó mirándome con la misma sonrisa que el gato del país de las maravillas de Alicia.
     -Necesito gritar -pedí curvando mis labios en una maquiavélica sonrisa.
      -¡Al rompe huesos entonces! -anunció y corrimos riedo de la mano como dos crías hacia la montaña rusa más grande del parque, era la atracción central de este.
      Nos subimos en ella y madre mía que me arrepentí, no sé qué estaba haciendo el despecho conmigo.
      -Creo que no fue muy buena idea... -comentó Jessica mirando con espanto por debajo de nuestros pies colgados mientras el arnés empezaba a subirnos.
      Genial... Las dos descerebradas estábamos arrepentidas de lo que hicimos, pero ya era demasiado tarde. Nos habían sujetado del arnés que colgaba de los enorme ganchos que sostenían el abultado esqueleto que nos levantaba. Las vigas comenzaron a moverse y nos tomamos de las manos antes de morir. La carreta llegó a el punto más alto y de apoco comenzó a mecerse para caer a una velocidad descomponente. Jessica gritó tan fuerte que me dejó sorda o más bien creo que me había desmayado, no lo sabía con exactitud.

      La máquina infernal se detuvo y volteé con los pulmones colgando de la boca para ver al reflejo de mi amiga.
      -No quiero volver a subirme ni aunque Brat Pitt me niegue matrimonio... -confirmé con todos los pelos enredados y babeados sobre mi cara.
    Jessica no dijo nada, sólo pudo asentir con su cabeza, creo que quedó del todo afónica.
      El encargado del juego por fin se acercó a nosotras y nos desató haciendo que cayéramos como una bolsa de papas sobre nuestros muertos pies.
     -Rayos... no siento las piernas... -me contó Jessica mientras caminábamos agarradas del entre brazo hacia la salida como dos ancianas que no sé sabe quién lleva a quién.
     -Yo igual... creo que me oriné -conté y volteé a verla con los labios apretados para no reír.
      Fue imposible no explotar entre risas en cuanto ella también me vio. Éramos un mamarracho, literalmente los chicos no nos habían hecho nada, esa montaña rusa debería estar prohibido por el presidente de la nación.
     Cruzamos la puerta de salida aún arrastrándonos una a la otra y vimos de repente a Rayan y a Marcus a lo lejos moviéndose desesperados entre el tumulto de jóvenes en el parque. No obstante, los ingratos nos observaron y comenzaron a correr hacia nosotras.
     -¡Patitas para qué las quiero! -gritó Jessica y corrimos como vampiros en una convención de sangre gratis.
     -¡Ahí, en el camino embrujado! -le señalé a Jessica frente a nosotras la entrada al puesto más aterrador del parque, era el único que no tenía cola para entrar... pero llevábamos mucha prisa y de por sí era Lucifer multiplicado quien nos seguía.
     Entramos dentro del carrito levantando nuestras manos para que el encargado del juego viera nuestras pulseras y una vez sentadas simplemente lo arrancó sin más.
     -¡No, esperen! -exclamó Marcus y dos enormes cuerpos cayeron sobre el capot de nuestro carrito.
     -¡Aaaah! -exclamamos al mismo tiempo al ver como los dos idiotas saltaron desde la plataforma sobre el pequeño carro.
      -¡¿Qué rayos están haciendo?! -proclamé al ver como acababan de cavar su propia tumba.
      Jessica y yo estábamos dentro del carro, sentadas con la baranda de seguridad puesta, mientras los chicos sólo colgaban acostados con los pies levantados y la máquina no se había detenido, seguía su lento curso dentro del camino embrujado. Además, Marcus tenía bajo su nariz una mancha de sangre. ¿Qué rayos había pasado?...
      -Necesitamos discúlpanos en verdad con ustedes -expuso Marcus mirándome con sus profundos ojos negros.
      Me di una patada mental en las pelotas, que no tengo, y fruncí el ceño.
     -Si en verdad quieren disculparse háganlo como todo el mundo hace, sólo queremos chocolates y flores, no bromas y mentiras -ataqué con el entrecejo apretado y cruzándome de brazos.
     Jessica a mi lado puso mi misma postura, pero apuntando a Rayan con su mirada.
      No obstante, una momia cayó tan cerca del carro que golpeó la cabeza de Rayan. Grité aterrada al verla aparecer, riendo con una voz macabra. Jessica, en cambio, unió su risa en perfecta sintonía con la de la momia.
     Rayan se frotó la cien ofendido.
      -Jessica perdón por ser tan idiota, no sé con claridad lo que siento por ti, pero en verdad me gustas mucho -le confesó Rayan ignorando el dolor en su cabeza para sostenerse con ambas manos otra vez del carrito que seguía avanzando.
      -¡Ya cállate Rayan! ¡No me importa lo que sientas por mí! -bramó mi amiga aún de brazos cruzados y con el entrecejo duro.
      -¡Es verdad te estoy siendo sincero! -volvió a declarar Rayan desesperado por un poco de afecto de parte de mi lastimada amiga.
       -¡Pues estás siendo un sinceridiota! -le recriminó.
       -Agnes, yo también lo siento por todo no volveré a mentirte lo juro, prometo no ser más un idiota contigo -soltó ahora Marcus tomando partícipe en esta encantadora rebelión pos contra testosterona.
      -Descuida aún te quedan noventa y nueve citas para recuperarme -le animé palmeando su mejilla con resentimiento por todo lo que me ha hecho hasta ahora y no era menos.
      -¡Ay por favor, hasta les dimos un unicornio! -nos acusó Rayan ofendido.
      -¡¿Quieren ver lo que hacemos con nuestros unicornios?! -provoqué tomando al peluche de la cabeza para arrancársela, pero estaba muy dura.
      -¡Jessica ayúdame! -clamé histérica a mi amiga que no hacía nada.
      -No voy a destrozar mi hermoso pony me da igual quien me lo dio -esbozó abrazando su unicornio para defenderlo de mí.
      De repente, el carrito aceleró su velocidad y los chicos cayeron sobre nosotras. Todos comenzamos a gritar como idiotas mientras el carro comenzó a mecerse con violencia de un lado al otro acercando todo el tiempo diferentes robots disfrazados de algún monstruo que impactaban sobre los chicos provocando que los destartalados esqueletos se desarmaran al chocar contra ellos. No obstante, la maquinaria frenó de golpe y aún seguíamos dentro de el interminable camino del terror o embrujado como se lo llamase.
      -¡¿Qué rayos sucede aquí?! -exclamó un hombre barbudo, gordo y sucio apuntándonos con la luz de una linterna y como los cuatro idiotas que éramos levantamos las manos clamándonos inocentes.

      Los guardias del parque nos habían encerrado a los cuatro en una pequeña sala de espera para hacer que entregáramos nuestros datos y así negarnos la entrada de por vida a "No hay vida sin risas", el nombre del parque. Nos tomaron fotos, nos hicieron firmar un legajo y nos sacaron por la puerta trasera de las oficinas administrativas.
      Los chicos estaban sucios y llenos de astillas por algunos de los macabros muñecos que impactaron en ellos. Se sentaron sobre el cordón de la vereda y se recostaron para recuperarse de la buena paliza que se llevaron por unas cuantas marionetas. Con Jessica nos acercamos junto a ellos y también nos sentamos en el cordón de la vereda, seguíamos resentidas, pero no podíamos irnos sin Flor ni Sebastián quienes quedaron disfrutando del parque mejor que todos nosotros.
      -¿Les estás avisando? -le pregunté a Jessica al ver que tomó su celular, supuse para avisarle a los chicos.
      -Sip -contestó sin levantar la vista de su móvil mientras tecleaba un mensaje para Flor, yo también podía ver su celular sin permiso al igual que ella.
      Guardó su móvil otra vez en su mochila y suspiró agotada. Tomé mi unicornio algo maltratado y le quedé viendo con la mente en blanco.
      -Odio este parque -comenté mirando fijamente a mi pony.
      -Ajá -murmuraron todos sin moverse.

      -¡Ahí están! -se escuchó exclamar a Flor a la vuelta de la esquina, ellos salieron del parque por un lugar civilizado donde no los contaron como pulgas problemáticas para el recinto.
      -¡¿En verdad los expulsaron?! -clamó Flor al acercarse a nosotras con el ceño fruncido y su hermoso cocodrilo intacto debajo del brazo.
      Nuestros unicornios parecían adictos en tratamiento.
      Jessica y yo nos levantamos del cordón sin responderle. Los chicos aún seguían tirados como alcohólicos destruidos en el asqueroso suelo de la calle.
      -Por Dios... ¿Qué rayos les pasó? -preguntó Sebastián apareciendo detrás de Flor con una sonrisa de lado y las manos dentro de los bolsillos súper relajado.
      -Se abalanzaron sobre nosotras en el carro del camino embrujado -conté indiferente.
       Flor y Sebastián expulsaron sus ojos, pero luego los dos sonrieron como ninguno.
       -Bueno... no esperaba menos la verdad -dijo Flor cruzando los brazos y cargando todo el peso de su cuerpo hacia un lado, sobre una pierna.
       Con Jessica la miramos desentendidas.
       -Cállense -dijeron los chicos a la vez desde el suelo con los ojos cerrados.
       Ahora sí que la curiosidad me mataba.
      -Suelta -le exigió Jessica a Flor.
      -Tu enemigo se agarró a las piñas con tu playboy apenas se fueron -contó señalando primero a Jessica con sus pupilas y luego a mí.
      Oh... por Dios...
      -Bueno, eso explica por qué tu muñequito ken está averiado -comentó Jessica con gracia al referirse a la mancha de sangre que tenía Marcus debajo de la nariz antes de que las marionetas los golpearan.
     No puede evitar que me causara gracia, tuve que apretar mis labios para que no notara que me había hecho reír. Muñequito ken, que ideas tenía la loca de mi amiga.
      -Aún así, ¿por qué también las expulsaron a ustedes? -indagó Sebastián.
     Claro, nada concordaba bien con nosotras si es que éramos las pobres chicas que iban bien sentadas dentro del carrito cuando dos lunáticos se nos lanzaron encima.
      -Yo te puedo explicar por qué -llamé a Sebastián.
       -¡Ya por favor! ¡¿Otra vez con eso?! -me interrumpió mi amiga enojada, porque con esta sería como la quinta vez que la regañaba.
      -Cállate, cuando el guardia de seguridad nos preguntó si "conocíamos a los chicos" Jessica le respondió: "eehmm... nop..." -acusé agudizando la voz como idiota y mirando con enfado a mi desequilibrada amiga.
      Flor carcajeó al escucharme.
      -No puedo más... me voy de aquí -dijo Marcus tratando de levantarse del suelo.
      Todos volteamos a ver al ebrio caído.
      -Tú no te vas a ningún lado, yo tengo que manejar y aún no siento la mitad de la cara -le dijo Rayan a Marcus.
     Es verdad... ellos habían venido juntos.
      -Bueno, nosotros si nos vamos, nos vemos el lunes -me despedí de los sin neuronas y tomé el brazo de mi amiga, con un pony, comenzando a jalarla hacía la parada.
      -¡Adiós chicos! -se despidió Flor siguiéndonos por detrás al igual que Sebastián.
     -¡Nos vemos! -gritó también el fallador de tiro al blanco.
      Vaya noche de sábado...

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    ¿Qué les pareció la paliza que ligaron los chicos? ¿Lo merecían?...

      ¡No olvides VOTAR si quieres saber como se soluciona este embrollo! XD
















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