-Por favor, por favor, por favor -le seguía insistiendo a mi mamá para que me dejara faltar a la escuela.
Llevaba media hora arrastrándome por la casa como su sombra.
-Agnes, por última vez, no. Tienes demasiadas faltas y apenas vas a mitad del semestre olvídalo -sentenció sirviéndose más café.
-¡¿Te da igual que un psicópata me quiera matar?! -exclamé con los nervios hechos un desastre.
Ayer había estado todo el día temblando, sudando y sin poder dormir por culpa de Marcus. Además, para colmo, cuando llegué a casa y les conté a mis padres no le dieron mayor importancia, sino que se lo tomaron como un conflicto normal entre adolescentes. Habían aprobado mi sentencia de muerte y estaban desayunando y leyendo el periódico como si nada mientras su pobre hija iría al crematorio.
-Nadie va a matarte Agnes, yo te mataré si me llaman del colegio para justificar tus inasistencias, porque mi hija es perezosa y alucina conque la persigue un asesino -esbozó mi mamá sin gracia alguna, levantando la vista del periódico, dejando en la punta de la nariz sus cómicos anteojos.
-Papá, ayúdame... -supliqué a mi última esperanza.
-¿Cariño puede faltar Agnes a clases? -le preguntó a mamá sin siquiera levantar la vista del diario.
-No -respondió de igual forma.
-No puedo hacer más -me dijo mi papá y tomó un sorbo de café de su ridícula taza de gato.
-Está bien, si quieren que muera me iré con gusto -solté enojada, tomé mi mochila del suelo y salí de casa directo a tomar el autobús deseando que Marcuseldestripador acabe con mi patética vida.Llegué extremadamente tarde, pero así lo quería, deseaba entrar y que el profesor estuviera dando clases para poder saltearme el pequeño receso y evitar un mal momento. Luego del fin de turno iría volando a encerrarme en el baño, como ayer durante el recreo y volvería a salir de el pasados diez minutos, después de haber tocado la campana. Estaba todo perfectamente planeado para evadir a Marcus el resto de la cursada. Será pan comido.
Entré al aula y me encontré con un gran alboroto y al preceptor sentado en el banco donde debería estar el profesor de matemáticas. ¿Acaso?... Ay, no..., hora libre. Mis amigos al fondo me sonrieron al verme, al igual que Marcus. Genial, me tenía en la mira. Fui a mi asiento pasando por alto su siniestra mirada y me senté en mi banco junto a los chicos.
-¡Hey!... ¡Buenos días!... -saludó Jessica tratando de demostrarme ánimos.
-Mis papás no me creen -solté sentando mi pesada alma sobre mi silla.
-No puede ser... ¿Se los dijiste con seriedad? -preguntó Flor denotando preocupación.
-Pff... claro que sí -contesté evitando mirarla a los ojos.
-Agnes... -insistió Sebastián arqueando una ceja.
-¡Esta bien! ¡Quizá se los conté algo paranoica apenas llegué a casa! -confesé cruzándome de brazos resignada.
-Descuida, en verdad no creo que pase nada -opinó Flor colocando la palma de su mano sobre mi hombro.
-Yo no estaría tan segura... -comentó Jessica, con los labios fruncidos.
-¡Jessica! -le regañó Sebastián.
-No, tiene razón. Me hará algo pesado y lo sé, así que tengo que estar preparada en todo momento.
-Por favor no seas paranoica -me recriminó Flor, rodando los ojos.
-No soy paranoica es la verdad -me defendí.
-Lucas, ¿puedes ayudarme a buscar las libretas de los chicos en la dirección? -pidió la preceptora a nuestro preceptor quien cuidaba del aula.
-Claro, no hay problema -El preceptor se levantó y se fue dejando el aula al mando de los demonios.
Tragué saliva con fuerza, que comience el show...Al instante Marcus se levantó de su asiento y se acercó con arrogancia hacia mí. Rayan le seguía y se sentó sobre el pupitre de Jessica con naturalidad; Marcus hizo lo mismo sobre el mío.
-Hola, pelona -saludó Rayan a Jessica quien siempre tiene el cabello corto al igual que un chico, simplemente, porque ese era su estilo. No obstante, Jessica no suele tolerar que la rebajen, así que empujó sin más preámbulos a Rayan de su mesa haciendo que se ligara un buen golpe contra el suelo. Yo, sin embargo, estaba congelada, con los nervios a toda velocidad en mi interior, resistiendo bajo un semblante duro para encarar a Marcus y demostrarle que no me intimidaba.
-Hola, Agnes -me saludó con una sonrisa santurrona, poniéndose cómodo sobre mi mesa mientras Rayan se levantaba del suelo para luego recostarse en la pared con los brazos cruzados apuntando sus feroces ojos a mi amiga.
La cercanía de Marcus me revolvía el estómago, tendré que tomar antiácidos más tarde...
-Hola, Marcus -respondí igual, pero más seca. Quería que me dejase en paz y que no me causara problemas.
-Cuéntame. ¿Cómo te ha ido en la vida últimamente? -me preguntó, recostando su cabeza sobre su mano, mientras su brazo se sostenía sobre su rodilla.
-Bien. ¿Por qué? -Rio
Que estúpida... no debí haber preguntado. Agnes mantente en monosílabos, me recriminé. Cuanto menos charla mejor.
-Ah... por nada... ¿Tuviste novio? -me preguntó de la nada.
-Que te importa -contesté furiosa, mi corazón se había acelerado. ¿Qué rayos me pasaba?...
-Ya veo... nunca tuviste, así que eres virgen -dedujo con tranquilidad.
-¡¿Qué dijiste?! -clamé apretando mis manos en dos puños.
-Sí, definitivamente eres virgen, esos nervios son típicos de una -comentó volteando a ver a Rayan con gracia, él también rio.
-Ya colega déjala en paz -pidió Sebastián de buenas formas ayudándome a deshacerme de este patán, ya que su burla me había enmudecido por la vergüenza.
-Tu no te metas, Reina del baile -le contestó Marcus a Sebastián.
-¿Cómo me llamaste?- Sebastián saltó de su banco para ponerse de pie con los puños apretados.
-Ya chicos, tranquilos -trató de calmarlos Flor, pero las tensiones en el aire no eran buenas.
-Reina... del... baile... -repitió Marcus más lento.
Sebastián trató de abalanzarse sobre él, pero Flor le detuvo, yo también me paré para interponerme ante Marcus quien esperaba enfrentar a Sebastián. La verdad no sé de dónde saqué ese valor para pararme así delante de este elefante...
-¡¿Qué sucede aquí?! -gritó el preceptor al entrar al aula y ver el alboroto que se había montado.
-Agnes me llamó Reina del baile -excusó Marcus.
¿Qué carajos?...
-¡Claro qué no! -protesté mirándolo con odio.
-¡Claro que sí! -me gritó acercando su rostro al mío.
-¡¡Claro que no!! -repetí aún más furiosa.
-¡Sí lo dijiste! -volvió a gritarme acercándose otro poco.
-¡No te dije Reina del baile, tú me llamaste virgen! -exclamé con los pelos de punta.
-¡Basta los dos! ¡A dirección! -regañó el preceptor señalando la salida.
Todo había sucedido tan rápido que siquiera había comprendido qué pasó.
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¿Conoces al chico nuevo?
Ficção AdolescenteCERO CLICHÉ: Dos valientes amigas extrovertidas aplastarán el orgullo de sus egocéntricos compañeros de secundaria ¡a como dé lugar! ... -¡¡Agnes!! -escuché que gritó Marcus con espanto. Me encerré en el primer baño que encontré, el de los...