Capítulo 14

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Agnes...

      Nos despedidos de Jessica en cuanto vimos que se acercaba su autobús y volvimos a quedar nuevamente solos con Marcus en la parada. Mi celular comenzó a vibrar dentro de mi mochila salvándome de un silencio incómodo, lo tomé y decía: "llamada entrante de Mamá". Prefería el momento incómodo...
      -Hola, mamá -contesté.
      -Agnes, ¿dónde estás? -cuestionó directamente.
     -Acabamos de salir del hospital, el papá de Rayan ya está con él -le expliqué relajada.
      -Eso es un alivio, pero quiero saber dónde estás tú ahora -exigió algo molesta.
      -En la parada del autobús, ya estoy volviendo a casa mamá, descuida -traté de tranquilizarla para que no me haga un escándalo.
      -Agnes, son las diez de la noche, ¿estás con Marcus? -preguntó realmente enfadada.
      -Sí, mamá... -respondí con pesar, viendo a Marcus de reojo.  
      -Pásame con él.
      Palidecí y me ahogue con mi propia saliva.
      -¿Para qué quieres hablar con él? -exigí.
      -Agnes, pásame con él -demandó seria.
      Retiré el móvil de mi oreja resignada.
      -Marcus, mi mamá quiere hablar contigo -dije tendiéndole mi móvil.
      Marcus se puso verde al instante, me causó un poco de gracia al verlo así.
      -¿Sí-sí?... -tartamudeó nervioso apenas se colocó el móvil en el oído.
      Marcus primero alzó una ceja intrigado al escuchar lo que le decía mi mamá y luego plantó una enorme sonrisa en su rostro.
      -Descuide, no tengo ningún problema, prometo cuidar muy bien de su hija... adiós señora -se despidió de mi mamá y volvió a darme el móvil con una sonrisa espeluznante.
      -¿Qué te dijo? -cuestioné asustada.
      -Que no quiere que te vuelvas sola tan tarde, así que me pidió si me puedo quedar a dormir en tu casa para poder llevarte -contó entusiasmado.
      Literalmente, me cagó encima un elefante.
      Apreté mi entrecejo enojada y volteé antes de que me vea con las mejillas sonrojadas. Esto era el colmo, mi propia madre estaba en contra mía y mi amiga ni hablar, a ella se la compra con bananas al igual que a un minions.
      Terminé esperando el autobús con el ceño fruncido y de brazos cruzados, realmente ofendida mientras Marcus silbaba y tocaba el tambor con sus piernas.

      En el autobús, Marcus trató de nuevo de pasar su brazo por mis hombros, pero le advertí con la mirada que ni lo intentara. Puso los ojos en blanco y negó con la cabeza.

      Por fin en mi casa, el día se hizo eterno, entre el número de culpa de los chicos en el recreo, el interminable castigo y luego la notícia de Rayan ya no quedaba nada más para agregar en el día, sólo quería acostarme y despertar soltera, con un gato, en un departamento y un título universitario bajo el brazo.
     -¡Mamá, llegamos! -anuncié apenas crucé el umbral de mi casa.
      -Por Dios, ya era hora. ¿Al final que pasará con Rayan? -nos preguntó al salir de la cocina con una taza de té en la mano y sus ridículas gafas de lectura.
    Juro que escuché a Marcus tragar una carcajada al verla también con su bata rosada.
      -Estará unos días internado, pero nada grave, saldrás en menos de una semana seguramente, estará luego con yeso tres meses, pero le pasa por ser insistente en algo imposible -le conté con algo de trama.
      -Que tonto fue ese chico... Hasta yo conozco a Jessica y sé que jamás se juntaría con alguien pasado los cuarenta y menos con quien le hizo bullying toda la vida -comentó mi mamá entre los tres.
      Ella sabía que Rayan siempre fue el que la hizo venir más de una vez a mi casa a Jessica llorando.
      Marcus frunció sus labios en desacuerdo con mi mamá, pero no dijo nada, sólo asintió con la cabeza. En parte, yo también estaba algo disconforme al recordar lo loca que quedó mi amiga luego de subirse a su moto y que la besara, pero no le iba a decir ni "pío" o Jessica me metería al horno con papas.
      -¿Tienen hambre? Pero que pregunta más tonta... hay pizza en el horno, caliéntala y coman -mandó mi mamá, volteando a irse por las escaleras.
      No, no, no... ¡¿Por qué rayos me dejaba sola?! ¡¿Desde cuándo se va a acostar temprano?! Suspiré rendida y volteé hacia Marcus. Me dio un escalofríos al verlo sonriendo  detrás de mí.
      -No empieces, tengo hambre -acusé yendo a la cocina sin más.
      -¿Qué? No he dicho nada -excusó siguiéndome.
      -Te leo la mente -dije molesta comenzando a prender el horno para calentar la pizza y me senté sobre las sillas de la barra en el comedor.
      -Si me leyeras la mente no estarías conmigo -dijo con una malévola sonrisa, sentándose frente a mí.
      Enrojecí al instante.
      -¡Dormirás afuera si sigues así! -advertí segura.
      Rio y negó con la cabeza levantando las manos rendido.
      -¿Crees que Jessica y Rayan no llegarán a ser algo? -preguntó de repente, cambiando de tema, tomando un porte más serio.
      -La verdad ese asunto no me incumbe.
      Me miró frunciendo el ceño.
      -¿Quieres que te recuerde el pactito de la "ley del hielo"? -recordó moviendo las manos como una princesa ebria y hablando igual.
      No pude evitar escupir al reír. ¿Qué rayos tenían todos con nuestra sagrada ley del hielo?
      -Es diferente... yo no puedo saber que siente, aunque si me preguntas sobre ello... sé que siente algo por él, pero tiene miedo de decirle más después de que él se congeló al exigirle una respuesta. Rayan perdió su oportunidad en el mejor momento, pero saltar con su motocicleta no conquista a mi amiga -sentencié mientras servía jugo.
      Le pasé un vaso a Marcus y sentí una leve corriente al tocar apenas su mano.
      -Yo creo que luego del show en su cuarto estarán revolcándose en menos de un parpadeo -comentó recordando a Rayan decir más de una vez las palabras "masturbación" y "Jessica" drogado.
      Fruncí los labios, para mí ese numerito lo arruinó aún más.
      Saqué la deliciosa masa con queso y salsa del horno lista para comer. Rayos que tenía hambre y Marcus ni hablar.
      -Por Dios, siento que no como así desde... ¿Qué salimos? -preguntó frunciendo el ceño.
      -Ese día comimos un poquito de más a lo normal.
      -Sí, lo recuerdo... -acusó mirándome con los ojos entrecerrados.
      -¿Qué? Menos mal que te hice gastar todo ese dinero ese día, luego de todo lo que sucedió -excusé y sorbí de mi jugo.
       Marcus curvo sus labios en una sonrisa.
      -Tienes razón, luego te cobré tu parte de la cuenta.
      Me ahogué con el queso de la pizza. Enrojecí por la furia.
      -En verdad que estás muy maleducado últimamente.
      -Y tú muy histérica -soltó con gracia.
      -¿Sabes qué? Me voy a dormir -dije golpeando el vaso con fuerza sobre la mesa.
      -Yo igual.
      Marcus me siguió por las escaleras hasta mi cuarto, me retuve las ganas de empujarlo por ellas, pero no podía hacerlo dormir afuera y tampoco sobre la mesa de la cocina o mi mamá me haría dormir dentro de la heladera mientras le llevaba chocolatada caliente a Macus en mi cama.
      Tomé mi pijama y salí de mi habitación sin decirle nada. Iría a cambiarme al baño, obvio. Además, quería hacer mis necesidades antes de acostarme.
      Al volver a mi cuarto, ya vestida, me encontré con el descarado acostado sobre mi cama con sus brazos detrás de su cabeza como si fuera el Rey de la propiedad.
      Me acerqué a él con el ceño apretado y jalé una manija que había debajo de mi cama, sacando otro cama. La miró sorprendido y yo lo vi con suficiencia.
      -Buenas noches Marcus, baja -ordené.
      -Olvídalo, las visitas van en la cama de arriba -sentenció abriendo mis colchas y tapándose con ellas.
       Que maleducado era, sacaba chispas de mis ojos, encima me miraba con una enorme sonrisa cubierto como un pastelito recién horneado entre mis propias sábanas.
      Me acosté en la cama de abajo sin decir nada, me acomodé como pude sin manta, ni almohada y traté de dormirme apretándome la lengua con los dientes.
       -Debo advertirte que tengo muchos problemas para no caer de la cama mientras duermo -dijo y un pesado bloque de cemento cayó sobre mi espalda.
     La cama de repuesto hizo un ruido horrible, si seguía así la rompería.
      -¡Marcus! -exclamé sin aire debajo de él.
      Traté de zafarme, pero sólo logré girar debajo de él para encararlo de frente.
      -¡Quítate, me estás aplastando! -grité furiosa mientras él reía.
      Se levantó un poco de mí, pero no lo suficiente. Me tenía acorralada, al menos logré subir mis brazos y comencé a empujarlo del pecho.
      -¿Qué pasa hormiga? ¿No puedes? -se burló.
      -¡Quítate de encima o comenzaré a gritar en verdad! -le advertí con llamar a mis padres.
      Rio triunfante y tomó mis manos para atraparlas sobre mi cabeza, dejando mi pecho libre entre el suyo.
      -Jamás llamarías a tus padres, preferirías que haga lo que quiera contigo antes que humillarte de ese modo -me amenazó viéndome a los ojos con sus negras pupilas dilatadas.
      Está bien, era verdad, no los llamaría por un estúpido juego, pero no quería tener nada con él o volvería a caer como una tonta.
      -Te odio -le respondí seca.
      -Yo también te odio -me respondió con una sonrisa acercando aún más sus labios a los míos, pero sin tocarme.
      De repente sentí que el calefactor de mi habitación estaba demasiado alto.
      -Estoy muy enojada contigo, Marcus -excusé, en verdad no quería caer otra vez.
      -Yo también estoy muy enojado contigo -repitió tan cerca de mis labios que su aliento me derritió por dentro.
      Me odio.
      -¡Ja! ¿Y tú por qué estarías enojado conmigo si se puede saber? -ataqué tratando de mantenerme dura, estaba a un suspiro de dejarme llevar.
      -Eres muy hermosa -contestó con voz ronca mientras comenzaba a separarme las piernas para apoyarse más contra mí entre ellas.
      Diablos...
      -Dime tan sólo una razón no física para odiarme -contraataqué aguantando el aire.
      Estaba comenzando a sudar, ¿por qué rayos tuve que ponerme mi pijama de polar?
      Sonrió.
      -Mmm, mejor dime tú primero las tuyas -evadió.
      Claro eso me haría hablar y tener que respirar, buena jugada sinvergüenza...
      -No me ayudaste a defender a mi amiga contra tu perro faldero -Marcus comenzó a bajar sus labios a mi cuello-, me mentiste al decirme que Rayan estaba enamorado de Jessica... -me olió con descaro, detrás de mi oreja, provocando que mi piel se erizara-.  le mostraste el error de mensajería a Rayan... -besó mi cuello-. en la sala de castigos... -tragué un gran bloque de saliva y tuve que tomar aire-. me humillaste y... -mi corazón perdió el control por completo-. ni hablar de cuando me hiciste ir a tu casa engañada -recriminé apretando mis piernas en su cintura.
      -Tengo un largo historial de delitos en nuestra corta relación -dedujo con voz ronca aún contra mi cuello.
      -Y siquiera mencioné todo lo que me hiciste antes de tener algo contigo -agregué irguiendo mi cuello para darle un mayor acceso, ya estaba muy pérdida, si no apagaba el fuego en mí explotaría.
      Sentí que sonrió contra mi piel.
     Sujetó un poco más mis manos y devoró la piel de mi cuello con fervor. Gemí ante su salvaje acción. Que me tuviera sujeta de las manos hacía todo aún mas excitante, maldito masoquismo.
      Marcus tampoco aguantó más y besó mis labios, introduciendo su lengua en mí demandando posesión. Subí mis piernas a su cintura rendida, yo también ansiaba más de él.
      Soltó mis manos para bajarme los pantalones de polar de un tirón, gracias al cielo...  Se quitó sus prendas superiores y volvió a colocarse sobre mí para seguir devorándome. Bajé mis manos a su cabello y lo acaricié deseosa al igual que luego hice con su cuerpo. Mi sangre bombeaba tan fuerte por mis venas que me quemaba, me ardía, me derretía ante él.
     No aguantaba más, se quitó sus pantalones mientras yo me quitaba la remera de mi pijama. Otra vez estábamos desnudos, ansiosos por más de nuestros cuerpos.

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