xi. la nueva normalidad

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GUERRA CIVIL,
capitulo once: la nueva normalidad!


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Washington D.C, Estados Unidos — Año 2008, dos años después.

          EIDER KENNEDY SE REMOVIÓ EN SU CAMA AL SENTIR LA ALARMA, alzando su mano para poder apagarla con unos golpecitos, volviendo a voltearse para retomar su descanso. La habitación estaba un poco oscura, donde una pequeña hendija permitía que el sol se colase como un intruso en la habitación de la niña de diez años, pero eso no parecía perturbar la paz de Eider. Munchkin, quien estaba recostado a los pies de la cama junto a la niña, tampoco se vio perturbado por la entrada de la luz. Sin embargo, sus orejas se levantaron al escuchar que alguien abría la puerta del cuarto lentamente. Parte de la habitación empezó a iluminarse un poco y Eider decidió taparse la cara con el edredón, sabiendo muy bien que la persona que se dignó a entrar a perturbar su paz estaba a punto de cometer un crimen imperdonable para ella: abrir las cortinas.

          Y ella tenía razón.

          La habitación se inundó con la luz del sol, quitándole un gruñido a modo de queja a la niña y ella no tardó en encogerse más para cuando sintió que alguien se sentaba en la cama. Apretó su agarre al ver que unas manos querían quitarle el edredón de encima y Eider volvió a protestar, hasta que se vio aplastada por algo que era más pesado que ella. Así que, finalmente, decidió desistir y destaparse, topándose con un hombre de cabellos castaños cortos quien esbozaba una sonrisa socarrona ante la cara de mal humor que ella ponía.

          —Me estás aplastando—declaró ella.

          Leon Kennedy no borró esa sonrisa—Buen día para ti también, cariño.

          —Es muy temprano—volvió a quejarse ella antes de intentar taparse otra vez.

          Kennedy fue rápido en tomar su muñeca, deteniendo su movimiento, en un agarre suave pero firme. Él podía rodear toda su muñeca con una mano y debía admitir que aquella parte era tan frágil, tan fácil de quebrar que por un momento realmente temió lastimarla (o al menos eso fue durante las primeras veces). Eider soltó un suspiro, relajando su brazo para que su padre adoptivo volviese a mirar su rostro y la rubia no entendía de dónde salía aquel cariño que él tenía con ella. Diablos, ni siquiera entendía de dónde salía el cariño de ambos hacia su persona. ¿Cómo podían querer tanto a una niña que no venía de su propia sangre?

          —Ya son más de las siete y tú debes entrar a la escuela en cincuenta minutos—replicó Leon irguiéndose en su asiento en la cama—. Tu madre está preparando el desayuno, así que ve a lavarte la cara y vístete.

          —Solo cinco minutos más...

          —No voy a caer por esa excusa, princesa—añadió el castaño rodando los ojos—. Levántate. Se te hará tarde.

NOIRE ━━ Leon S. Kennedy ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora