CAPÍTULO IX

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Ayer llegamos a descansar. Massimo no me ayudó en nada con las investigaciones. Por lo que, tuve que hacerlo yo. Ordenar por orden de fecha las desapariciones, fotocpias a los diarios y guardar todo en una carpeta, mientras que él estaba en un sillón de la biblioteca roncando. La bibliotecaria encargada casi lo echa a patadas.

Me desperté dos veces en la noche por los odiosos ronquidos de mi rubio compañero. Mire la hora en el reloj despertador. Eran las 8.03 de la mañana. Me levanté para prepararme un café e intentar calmarme.

En cualquier momento me da un ataqué de nervios.

-Buenos días, Rosetta-

Cerré los ojos y suspiré pesadamente. Lo que menos quería era interactuar con el desagradable de Massimo.

-Buenos días-

-¿Como haz dormido? Mi cama es espectacular. Puedo hasta jurar que se man quitado los ronquidos-

Lo miré mal. Negué con la cabeza y tomé un sorbo de mi café amargo.

-Escúchame bien esto que te diré- Lo apunte de forma amenazadora con la taza de café.

Massimo abrió el refrigerador y saco una caja de jugo de naranja y bebió directa de ella. Abrí mis ojos indignada. Es un egoísta.

Se la quité derramando jugo en el piso. Yo no limpiaré eso.

-¡No puedes beber de la caja! ¡No vives solo, sciocco!-

Rodeé los ojos y saqué un vaso del estante y se lo entregué. De todos modos no beberé aquel jugo.

-Lo siento- Dijo con una risa nerviosa -¿Que ibas a decirme?-

-¿Qué? Ah, claro- Comencé a lavar la taza -Iremos a la casa de Kishibe Rohan-

Massimo casi derrama el jugo de su boca. Pero de inmediato se tranquilizó.

-De todos modos tenemos esta semana para hacerla-

Cerré la llave del fregadero y suspiré recordando lo sucedido ayer.

-Quiero hacerla lo antes posible, Massimo. No hay tiempo que perder. Lo poco que conocemos de él es bastante complicado-

-Bueno ¿En cuanto salimos?-

Sonreí por su iniciativa.

-En cinco minutos-

-Eres una maniaca. Vamos, un poco más de tiempo-

-Esta bien, diez minutos-

Abrió los ojos sorprendido ante mi respuesta y salió corriendo de la cocina. Soltó un quejido al golpear su hombro con el marco de la puerta.

Massimo se cambió ropa. A una limpia. Tomé toda la ropa sucia y la dejé en la lavadora. No volveré a permitir que utilice la misma camisa tres veces seguidas o sino me dará algo aquí en el centro del pecho.

Me cambie con velocidad y me dirigí al comedor que estaba junto al living. Dejé mis papeles en la pequeña mesa mientras esperaba al rubio.

Tomé los papeles de las preguntas para la entrevista, estaban en un sobre color marrón. Tragué saliva y las saqué de su envoltorio. Si bien, ya las había revisado tres veces en Nápoles, pero no estaba de más hacerlo otra vez.

Leí cada pregunta con detenimiento con una mueca dibujada en mi rostro por lo estúpidas que eran. Sentí la puerta de la habitación cerrarse de golpe. Miré hacia atrás y rodeé los ojos por el gesto innecesario.

Guardé todo en mi bolso. Massimo salió primero mientras sostenía una tostada en su boca y guardaba su cámara. Cerré la puerta detrás de mí y le puse llave.

Open Your Heart, Kishibe Rohan ¡ACTUALIZANDO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora