CAPÍTULO II

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Al bajar del avión, el aire ya se sentía diferente. Respiré profundamente, no era el mismo aire de Italia pero si era agradable, aunque tuviera muchos ruidos irritantes, espero que la pequeña ciudad a la que nos dirigimos no sea como Tokyo.

Massimo llevaba las maletas y yo me apresuré en llamar a un taxista. Rápidamente se acercó uno.

-Disculpe, señor ¿Podría llevarnos a Morloh?- Dije tratando de ser lo más educada posible.

Lei que los japoneses admiran la educación y no quería causar una mala impresión el primer dia en el que estoy aquí.

-¿Morloh?- Preguntó muy extrañado

¿Es una broma? mi respiración comenzó a agitarse al pensar que esto se podría tratar de alguna mentira por parte de la empresa para deshacernos de nosotros. Hicieron que todo mi horario fuera tirado a la basura. Las lágrimas se asomaban y solo miraba expectante al señor taxista el que no entendía nada.

-A Morioh- Escuche decir a Massimo

Las facciones del señor se relajaron y sonrio ampliamente, ofreciendo ayuda inmediata a Massimo quien llevaba las pesadas maletas y mochilas. Miraba un punto fijo aturdida por la situación.

-Vamos-

Reaccioné y subí al taxi por el lado izquierdo, mientras que el rubio subía por el lado derecho. Aún estaba sin creer lo que recién pasó. Tragué saliva, un poco avergonzada, nada salía como lo planeado y eso me desespera. Inhalé y exhalé tratando de calmarme y dispuesta a distraerme.

-¿Cómo es Morloh?-

-Morioh, señorita- Hice una mueca -Es un lugar tranquilo y lleno de locales de comida que puede visitar con su novio-

Parpadee varias veces analizando lo recien dicho. Miré a Massimo, quien miraba con duda.

-No somos novios- Respondió mi rubio compañero

-¿Ah, no? ¿Y que les trae por acá?-

-Trabajo- Respondí casi en un susurro mirando expectante el verde paisaje ante mis ojos
Tal vez Japón no sea tan malo.

Después del viaje de aproximadamente media hora y cinco minutos y de los gracias de Massimo en italiano porque se le olvidó como se decía gracias en japonés, llegamos a una estación de tren eléctrico. Muy moderno, no tan espacioso pero cómodo al mismo tiempo. El taxista dijo que no podía llevarnos hasta Morioh pero si al tren que nos llevará rápido, ademas de que mi compañero quiere conocer la ciudad.

-Ten cuidado- Dije a Massimo cuando dejó caer una mochila en mis pies.

-No estaría mal recibir una mano-

Esta vez el viaje duró cuarenta y dos minutos y tuvimos que tomar otro taxi. Dije bien el nombre de Morioh y no recibí miradas burlonas del taxista. El viaje duró veinte y tres minutos.

Sentí como el humo del tubo de escape del taxi hacía cosquillas sobre los jeans en mis pantorrillas. En mi hombro derecho cargaba la mochila y con la mano del mismo lado llevaba la maleta. Massimo era distinto a mi, llevaba su mochila en el hombro izquierdo y con su mano derecha su respectiva maleta. No sé como podré sobrevivir junto con él.

-¡Mira ese cartel! ¡Mira aquellos pájaros!-

-Massimo, deja de gritar. Los japoneses nos miran raro-

-¡Mira es un perro japonés! ¡Konichiwa!- El dueño del perro se alejó rapidamente del italiano.

Fruncí el ceño al ver de esa forma a Massimo.

-¡Grand Morioh Hotel!- Massimo estaba impresionado por la arquitectura que tenía ante sus ojos -E bello-

Levanté una ceja y sonreí.

Open Your Heart, Kishibe Rohan ¡ACTUALIZANDO!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora