5. Miedo

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El miedo es la sensación más primaria, humana, de niños. Todo nos da miedo, la oscuridad, el hombre del saco, los monstruos del armario, y rezamos para que amanezca, para esos seres se marchen, aunque no se vayan nunca del todo. Siempre permanecen ahí. Otro hecho curioso, es que a veces crece contigo o se acurruca en tu interior, te rodea y aprieta las entrañas.

Con el miedo ocurre una cosa, siempre está ahí, el miedo a lo desconocido, a afrontar algo solo, a que tus seres más cercanos sean tus monstruos, a que cuando acabes con uno haya otro esperando ocupar su lugar. El miedo a que haya otro hombre esperando al fondo de un pasillo oscuro.

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- ¡Kirishima! ¡Yo te mato! - Grité un poco fuerte debido al susto que me había metido saltando sobre mí de un momento a otro. Hizo que casi me tirara el vaso encima.

Al parecer él en cuanto me vio fue hasta mí corriendo para asustarme y detrás venían Deku y Uraraka más tranquilos. Empecé a patalear al pelirrojo mientras él se endurecía por lo que al final me acababa haciendo daño a mí misma. De vez en cuando también le maldecía haciendo que se riera.

- ¿Por qué te ríes maldito? - Exclamé gritando.

- Tú no te estás viendo mientras intentas golpearme, te ves adorable. - Me revoloteó el cabello con cariño para yo quitarle la mano de un golpe y cruzar mis brazos en signo de enfado. - Oh, se ha enfadado la niña. - Dijo riéndose y pasando sus brazos alrededor de mi cintura. - A lo mejor puedo hacer que dejes esa cara de amargada que tienes. - Dijo MUY cerca de su oído a lo que yo entonces reaccioné separándome un kilometro y medio de él bastante sonrojada.

Su sonrisa ladina seguía mientras me miraba con ternura. Yo decidí fingir una llamada telefónica para irme de aquel lugar y que el corazón, el cual iba a mil por hora, se calmara un poco. Terminé en la terraza. Hacía bastante viento fuera a decir verdad y la chaqueta la había dejado en el recibidor por lo que utilicé mis propios brazos como abrigo.

Eso sí, algo que siempre llevaba conmigo era la cámara y en esta ocasión no podría ser otra. No me vino mejor en ningún momento ya que me percaté de que cierto chico peli azul depresivo estaba recostado en la barandilla admirando la luna.

Sonreí de inmediato por puro instinto al verlo tan calmado y sereno. No pude evitar hacerle una foto.

- Es un poco incómodo que siempre me hagas fotos de las sombras, ¿sabes? - Me sobresalté al ver que me hablaba a mí y me sonrojé al darme cuenta que se había dado cuenta que le había hecho una foto.

- Lo siento, a decir verdad eres muy fotogénico, ¿sabes? - No sé de dónde me salió la voz, pero lo hice y me di un pequeño aplauso mental por que lo hiciera.

- No lo creo. - Respondió sin más quedando unos minutos en silencio que le incomodaron, lo supe por cómo empezó a mover las manos nervioso.

- Creo que Mirio me está llamando, mejor me voy. - Sonreí inocente dándome la vuelta para irme.

- Mirio está en la habitación con una de nuestro curso desde hace media hora, si quieres irte solo dilo y ya, no hace falta que pongas excusas. - Susurró al punto que casi no lo oí, pero cuando terminé de asimilar sus palabras me di un facepalm mental por mi estupidez.

No sabiendo muy bien si era lo correcto me acerqué a él, apoyándome también en el barandal mirando las estrellas. No tardó mucho mi mirada en desviarse hacia Tamaki. Sus ojos azules reflejaban la luna llena de la noche.

- Si quieres puedo borrar la foto... - Hablé para romper un poco el silencio que se había formado. En respuesta, él se encogió de hombros.

- Se que tienes bastantes más, por lo que una no hacía diferencia. - Cuando fui consciente de lo que dijo me sonrojé a más no poder y lo miré estupefacta. - No me atrevía a decirte que pararas ya que no te conocía... - Fue bajando la voz llegando a susurrar lo último.

- Siento mucho si te incomodé, solo me parecías alguien fascinante. - Dije sin pensar y volviendo a mirar las estrellas. El se encogió de hombros que parecía que en cualquier momento su cabeza desaparecería por su camisa.

De pronto un grupo de alumnos entro en la terraza bebiendo y gritando a los cuatro vientos diciéndole a la vida que fuera a por ellos, que nada los pararía, mientras yo pensaba que seguramente se rindan con la primera piedra que les ponga el camino, que no todo era de un color de rosa y que la vida cuando menos te lo esperes te puede dejar sola en el vacio a tu suerte, sin darte ninguna pista de como deberías sobrellevar aquello y que deberías hacer. Sola ante el inmenso espacio que te daba la soledad y que solo tu podías llenar.

Sin saber muy él cómo ni él cuando empecé a recordar aquellos momentos en los que escuchaba a mi madre poniendo la casa patas arriba, pegando los muebles llena de rabia y furia, gritando que quería irse, dejarme sola. Pero yo ya me sentía sola desde hace mucho más tiempo.

Una lagrima se desplazó por mi mejilla aunque yo la quite bastante rápido, no quería que nadie viera mi lado vulnerable, solo cuando conocen tus puntos débiles son capaces de destruirte. Sabía perfectamente que si me hicieran daño de nuevo no sería capaz de levantarme de nuevo, así que mejor prevenir que curar lo incurable.

No era inmune al dolor, como muchos pensaban, solo decidí dejar estar ese dolor y no hacerme sufrir por él.

- Creo que volveré dentro y buscaré un sitio tranquilo. - Dijo de pronto Tamaki y me miró a los ojos. Me desconcerté por su acto porque sabía que él no era de ese tipo de personas, sabía que prefería evitar el contacto cuanto más mejor. Por eso busqué que había detrás de esa mirada pero no encontré nada. Bufó tras unos minutos y volvió a mirar las estrellas. - ¿Vienes? - Me preguntó al fin. - Yo, ojiplática, acepté.

"A veces escribo cosas, a algunas personas
les gusta y a otras no, yo solo escribo"

You | Tamaki Amajiki × Lectora [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora