13. Madre

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"Siempre tenemos algo por lo que enorgullecer y regodear s los demás. Puede ser un móvil nuevo, ropa, zapatos o algo tan simple como tu altura o peso. Obviando estas dos últimas, la mayoria de cosas de las que alardeamos son bienes materiales, vienen del dinero. Siempre tendemos a mostrar aquello de lo cual nos sentimos orgullosos o felices, porque eso es lo que queremos que crean que somos, felices. Ya que a nadie le importa si nuestra familia está enferma o si tenemos un examen difícil al dia siguiente. A nadie le importa eso, por lo que evitamos mostrarlo. La mayoría de veces, el ser humano, quiere llamar la atención para ser reconocidos. Esto en nuestra sociedad es motivo de felicidad, ¿pero que es lo que nos hace verdaderamente felices?"

(...)

Miré a Tamaki tenso y cansado. Tenso por la situación en la que nos encontrábamos y cansado seguramente por el día que había tenido.

- ¿Sabes qué? - Me levanté y me coloqué detrás del sillón. - Te voy a hacer un masaje. Estas demasiado tenso.

- ¿Qué? No hace falta de verdad. Es más, ya me voy a ir. - Se levantó rápido pero yo igualmente lo volví a sentar.

- Déjame hacerlo, has hecho mucho por mí ya y hoy has tenido un duro día de trabajo. - Finalmente se relajó y coloque mis manos en sus hombros y cuello haciendo una leve presión.

Aproveche la ocasión para acariciarle el pelo, que se lo había cortado un poco para sanar las puntas. Él ante el contacto se acomodó más contra mis manos. Después de unos minutos me di cuenta de que se había quedado completamente dormido.

Lo acosté en el sillón y lo tapé con algunas mantas, después me fui hacia mi cuarto donde me dormí plácidamente y con una sonrisa en la cara.

(...)

Al día siguiente desperté temprano y decidi bajar para hacer el desayuno por una vez en mi vida.

De todas formas no tenía mucho en la despensa para hacer de desayunar por lo que acabé preparando unas tortitas con sirope de chocolate. La verdad no sabía si le gustaría a él pero era lo único que tenía para hacer.

Ya había parado de llover, cosa que en cierta parte me entristeció, por saber que Tamaki se tendría que ir.

Ya acabando de preparar las tortitas sentí una respiración en mi nuca. Me di la vuelta y vi que se trataba del pelinegro, le di una sonrisa y lo mande para que se sentara en el comedor.

Llené dos vasos con zumo de naranja y llevé todo a la mesa.

- No tenías porque haber hecho esto. - Me dijo mientras cogía una del plato central y se lo echaba en el suyo.

- Vamos, encima de todo lo que haces por mí. Esto es lo mismo.

- En realidad no hago nada por ti. Siempre ocurre alguna emergencia y te dejo sola estudiando.

- El simple hecho de estar allí ya me hace concentrarme, no te preocupes por eso.

- Pero quiero hacerlo. - Me miró fijamente a los ojos. - Y quiero ayudarte. - Se hizo un silencio incómodo.

Nadie me había dicho eso nunca. Siempre mis padres me habían dicho que era una persona "independiente" y que no necesitaba de los demás para sentirme completa. Siempre me habían dicho que podría hacer todo lo que me propusieran pero nunca me preguntaron si necesitaba ayuda para conseguirlo.

Baje la mirada al borde de las lágrimas.

- Sigues con la psiquiatra, ¿no? - Asentí. Aún seguía llendo todos los días antes de dirigirme a la agencia en sesiones de 1 hora. No era mucho, pero peor era nada.

Sentí la mano de Tamaki en mi mejilla levantadome el rostro para que lo mirará fijamente y después secarme las lágrimas que se arremolinaban en los ojos con su pulgar.

- No soy de las personas que hacen estas cosas, lo siento. - Hablo rápido y entrecortado quitando su mano rápidamente y bajando la cabeza hacia su tortita apenas mordida.

De pronto escuché la puerta de casa abrirse y me extrañé de sobre manera ya que nadie más tenía la llave.

Nadie más excepto mi madre.

Y ahí se encontraba entrando por la puerta como si nada hubiera pasado, como si no me hubiese dejado durante semanas sola, sin comida ni dinero.

Me miró sin expresión alguna. Miro a Tamaki sin expresión alguna. No sé si quiera si le importó algo que estuviera sola en casa con un chico. Apenas sabía si yo le importaba. Y al respuesta era más no que un mísero a lo mejor.

Ni se adentró en el comedor, donde nos encontrábamos. Subió las escaleras hacia el segundo piso directamente.

Tamaki estaba igual de perplejo que yo. No sabíamos que había pasado, tampoco estábamos en regla de preguntarlo.

En el fondo la entendía, o quería hacerlo. Perder a tu marido no debía ser fácil. Y tener una hija con sus mismos rasgos te haría pensar en él una y otra vez, haciendo presente su presencia una y otra vez. Sin tiempo para superarlo.

— Creo que será mejor que me vaya. — Se levantó, cogió sus cosas y se dirigió a la puerta mientras yo seguía con la mirada gacha y los ojos rojos del llanto. Al fijarme que no abría la puerta fui a mirar que pasaba y entonces nuestras miradas conectaron. — Adiós. — Dijo en como en un susurro.

— Adiós. — Le dije yo a él intentando buscar algo de apoyo pero cogió el manillar de la puerta y con la cabeza igual de baja que la mía hace unos minutos se fue.

Todo nuestro encuentro había sido agridulce. Ambos queriamos ayudarnos al otro, pero no sabiamos como. Y era normal pues no sabíamos ni como ayudarnos a nosotros mismos. Igual lo único que buscábamos era un hombro en el que llorar y los dos sabemos que ese apoyo está en el otro pero simplemente no tenemos fuerza para abrirlos de verdad. Pues hasta hace unos meses no éramos más que una acosadora haciendole fotos a su senpai y un acosado. No éramos más que desconocidos. No éramos más que dos personas unidas por un mismo vínculo.

Mirio. 

You | Tamaki Amajiki × Lectora [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora