12| Tal vez no era tan diferente

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Silencio.

Tanto silencio.

Arrodillado sobre la tierra, en el mismo punto en el que Naruto había desaparecido, todo lo que podía escuchar era silencio. Ni siquiera podía escuchar sus propios latidos o su respiración. Era como si sus oídos se hubiesen sellado dejándolo aislado de todo lo demás. Solo supo que estaba llorando porque el suelo debajo de él se tornaba más oscuro con cada gota que caía en él.

Se sentía tan inútil.

Inservible.

Había dejado que todo volviese a suceder, su error podría costarle la vida al Hokage y a los otros.

Tanta destrucción.

Era consciente de que esos Otsutsuki eran más débiles de lo que Raurava había sido y si ellos habían podido llevarse tan fácilmente a Naruto ¿Qué era lo que quedaba para su mundo?

Tres meses. Tres meses desde que llegó a esa dimensión. Tres meses desde que su padre y su papá se despidieron entre lágrimas. Tres meses desde la última vez que supo de ellos.

Su padre herido y papá estaba tan débil luego de dar a luz... ¿Cómo podrían ellos lidiar contra una fuerza tan destructiva?

Por primera vez desde que llegó a ese lugar sintió miedo. ¿Qué tal si sus padres no regresaban nunca? ¿Qué sería de sus amigos, de sus tíos? ¿Qué sería de su hermano? En un mundo donde todo lo que amaban no existió, con solo una pequeña fotografía para recordar que todo fue real...

– Calma... tu chakra está escapando – ante aquel toque en su hombro fue como si una burbuja se rompiera. Se vio a si mismo rodeado del chakra rojo, con su piel deshaciéndose poco a poco, sus uñas negras y largas como garras.

Tomó aire, el miedo y la tristeza, la ira y la frustración, todo una vez más era encerrado en su corazón. Al mismo tiempo el carmesí desapareció dejándole solo un leve dolor en las zonas en que su piel se había quemado, pero su propio chakra ya estaba sanando aquellas heridas, no como las de aquel albino que ahora sostenía su mano ensangrentada. Ante esto, Menma se puso de pie rápidamente, angustiado ante esa visión. Mitsuki solo le sonreía ligeramente.

– Lo siento yo no... – las quemaduras ya habían generado ampollas en la pálida mano, aun así el joven no lucía angustiado.

– Solo es una quemadura, sanara – dijo él con calma – es mejor salir de aquí, estoy seguro de que no fui el único en sentir eso.

El azabache haciendo uso de su raciocinio, asintió.

Nunca antes alguien había resultado quemado de esa forma por su poder, sus padres eran siempre los que intervenían en los aislados momentos en que ocurrían. Incidentes que en medio de esa situación no hacían más que incrementarse. Tendría que hablar con Sasuke una vez que regresaran...si es que lo hacían.

Lo primero si era tratar esa herida, aunque ya iba a ver como se excusarían en el hospital. Mitsuki se dejó guiar por el azabache hasta el gran edificio blanco y esperó en silencio hasta que una ninja medico lo hizo pasar a una sala.

Sentado junto a la puerta, pudo ver como Himawari, Sarada y Hinata, con Akane en brazos, avanzaban por el corredor hacia las escaleras, pero cuando la más pequeña de la familia Uzumaki lo vio, se detuvo y comenzó a hacerle señas con una gran sonrisa.

– ¡Menma! ¡Por aquí! – dijo la pequeña alegremente, como si su padre no hubiese sido raptado por unos alienígenas locos. Ya desearía él el positivismo de la pequeña Uzumaki.

– Hima, no se grita en los hospitales – regañó la oji–perla a su hija quien soltó una pequeña risita.

– Perdón, mami – entre saltos la pequeña avanzó hacia él deteniéndose a un metro de su asiento. Con las manos tras la espalda y con los ojos brillantes e inocentes, como solo una niña podía tenerlos, dijo – iremos a comer a casa, ¿vendrás con nosotros?

Como un espejo DistorsionadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora