19| Empezando por el final

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Naruto suspiró mientras bebía un sorbo de su café recién preparado. El aroma de los granos endulzados con azúcar relajó su cuerpo. No sabía que había estado tan tenso. Los clones ya habían acabado de llevar la ropa y los implementos personales a su nuevo departamento. Ya solo era cuestión de tiempo antes de que toda la aldea supiera de su ruptura con Hinata.

Sin dudas iba a ser caótico. Ya podía escuchar los interrogatorios de sus amigos, en especial de Ino y Kiba, que eran chismosos de primera.

De tan solo pensarlo, una feroz migraña amenazaba su cabeza.

Al menos Sasuke le había aconsejado usar el Henge no Jutsu con los clones, al menos así su casa nueva no sería acosada por periodistas chismosos por algunas semanas.

Miró las fotografías repartidas en su escritorio. Aquellos rostros sonrientes que le devolvían la mirada, casi de forma acusadora. Pero bien podría ser solo imaginación suya.

Es lo mejor.

Tres palabras que hacían eco en su mente.

Las últimas que Hinata le había dado antes de quitarse su anillo y de que él también hiciese lo mismo. No había tristeza en ellas, tal vez resignación e incluso alivio, pero no dolor. Tampoco lo hubo de su parte.

Ambos estaban cansados de una relación que hacía mucho se había enfriado. Él podría haber insistido, pero negar lo que sentía era imposible. No era un mentiroso. No la amaba, le quería como a una buena amiga y una vieja compañera.

Guardó las fotografías en uno de los cajones de su escritorio, sacando los envases vacíos de ramen (tal vez debía hacer caso a Shikamaru y limpiar más seguido).

Levantó la cabeza y miró con desgano las columnas de papel blanco que había en su escritorio. El papeleo se acumulaba y cada día llegaba aún más. Interminable.

¿Así era como se imaginaba su vida?

Cuando era joven, pensaba que ser Hokage era más que solo estar sentado en una oficina todo el día. Ayudar a las personas que estaban bajo su cuidado, luchando batallas para protegerlas del peligro. Pero estaban en paz y sin peligro ¿de que servía un Kage?

Además, había una crisis de la que no se había hablado, suficientemente enmascarado bajo la apariencia de la prosperidad tecnológica y la paz sin guerra, para que los civiles no lo notasen. Pero los ancianos lo sabían, al igual que los otros Kages.

Los niños estaban naciendo sin chakra.

Al inicio eran solo uno entre cien, pero ahora uno de cada diez recién nacidos no poseía chakra. A diferencia de los demás, estos niños podían sobrevivir perfectamente sin él, ni siquiera notaban que les hacía falta hasta que intentaban realizar alguna técnica ninja por primera vez.

Había muchas teorías con respecto a esto. Como que el Tsukuyomi había dejado secuelas en las personas o que este cambio era algo que se venía produciendo hacia siglos de forma natural. Otros pensaban que se debía a la desaparición de los clanes principales y el afloramiento de los civiles.

Fuera lo que fuera, no podía ser detenido. El mundo ninja estaba condenado a desaparecer.

Tocaron a la puerta, interrumpiendo sus pensamientos.

Sasuke le sonrió ligeramente al entrar y él inconscientemente, le correspondió.

El azabache cerró la puerta detrás de sí, sacando de entre sus ropas una única rosa nevada, la cual tenía atada un pequeño listón en el tallo. Naruto la recibió de mejor forma que el ramo que había recibido antes.

Como un espejo DistorsionadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora