La incomodidad y tú [Tyrus]

XXV

—Me gustas.

Admitió, mientras se permitía robarle una de las papas, que formaban parte del plato ajeno, porque él había pedido una hamburguesa que ya no se le antojaba tanto porque las papas de su chico Muffin, se veían más apetecible, por lo que le terminó robando más de una.
Cyrus hizo un puchero. ¿Cómo era capaz de tomar sin permiso la que era su comida favorita? Quería enojarse pero no podía, porque el basquetbolista le había prometido enseñarle a hacer un Salto Mortal para poder por fin, aprobar educación física, y él quería aprobar porque era eso o tener que hacer el ridículo, bailando en el próximo evento escolar y no quería. No quería pasar tanta vergüenza en un sólo día. Sería horrible, además de que su cuerpo no conocía muy bien la definición de "bailar", sólo terminaría en el piso una y otra vez.

—¿Por qué te gustó?

Indagó por verá diversión.

—Por diferente.

Cyrus arqueó una ceja. De acuerdo, era lo más raro entre lo raro, pero aunque así fuera, esperaba algo más elaborado. Estaba decepcionado.

—Me gustas por diferente porque así también soy yo—completó, robándole otra papa, que llevó hasta la boca de su chico Muffin, en forma de avión.

Cyrus se sonrojó, a tal punto que se quedó mudo ¿Por qué tenía que ser así con él? Su torpe corazón no dejaba de latir sin parar como si fuera a abandonar su pecho.

—No sé realmente qué tan lejos lleguemos con esto, pero aunque nos critiqué la gente o el mundo entero, te doy todo lo que soy, mi habilidad, mi torpeza, mi alegría, mi tristeza, en fin, todo lo que me representa.
Las mejillas del de ojos color miel, se tornaron totalmente rojas, a tal punto, que un gran nerviosismo lo invadió.

—¡No digas esas cosas tan de repente! 

Es más, lo prefería más cuando era un absurdo pervertido, que ahora que era un loco romántico ¡Pero era su culpa! Si no le hubiera regalado aquella muñeca inflable para desahogarse, ahora seguiría siendo un imbécil pervertido.