Capítulo 6

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Me desperté en la misma posición, tumbado al lado de Claire, debajo de su cama, tumbado sobre una simple manta y una almohada en mal estado, y el duro suelo debajo. Pero sentí que debía de hacerla compañía, ya que ella había intentado hacer lo mismo, y yo no lo había aceptado. Me recorrió un sentimiento de culpa que hizo que se me hiciera un nudo en la garganta. Levanté mi cabeza de la almohada y abrí los ojos lentamente. Bostecé y me peiné el cabello revuelto. Me levanté con pereza del suelo y eché un vistazo hacia la cama donde había dormido Claire, pero... No estaba. Solo estaba la manta echa un lío sobre el colchón de no muy buena calidad. Salí fuera del tipi y miré por los alrededores. Todavía no había salido el sol, solo se veía una atisbo de luz blanca saliendo de detrás de las montañas que fue bañando la hierba de dorado. Una brisa de aire congelada envolvía como una capa a toda la aldea, y el dulce canto mañanero de los pájaros recorrió como un río mis oídos. Anduve un poco por el camino de árboles donde entrené a los niños el otro día y pude descubrir una mota negra al final del sendero, sentada sobre una enorme roca, con las rodillas pegadas al pecho, abrazándoselas. Caminé hasta ella con paso vacilante. Cuando alcancé a observarla mejor, me senté a su lado sobre la roca. Se dio cuenta, pero no se dio la vuelta para mirarme. Miraba hacia delante, observando las imponentes montañas con los picos helados alzándose enfrente de nosotros, con un mar de nubes blancas sobre ellas. Llevaba puesta una sudadera negra y unos vaqueros azules. Abrí la boca, pero la cerré al escucharla susurrar:

- Te escuché la noche anterior.

Yo sabía a lo que se refería. Bajé un poco la vista hacia abajo y jugué con unas piedras diminutas que se habían desprendido con mis dedos.

- ¿Porque viniste aquí sola?

- Me gusta estar sola—dijo fríamente, todavía mirando al horizonte.

-Yo... Siento lo que sucedió ayer,de veras que no pretendía dañarte— giró su cabeza y me miró intensamente a los ojos, no había resentimiento, más bien agradecimiento.

No dijo nada, pero vi como me sonrió levemente. Entendí que todo estaba bien, o eso esperaba.

- Te hice caso, fui a darme un baño.

Entonces, decidí contarle lo que pasó, por mucha vergüenza que me diera. Cuando terminé, me estaba mirando atónita, con las mejillas coloradas teñidas de un color rojo  muy intenso. 

- Ósea que tu... - no parecía asimilarlo del todo.

Yo me disculpé, una y otra vez, pero ella no pareció molesta, por lo que me puse feliz al ver que no estaba tan incómoda de lo que pensaba que iba a estar.

- No te preocupes, gracias por haberme llevado la anterior noche.

Negué un poco con la cabeza, y me pelo se movió conmigo. Entonces, dijo:

- ¿ Que son las pruebas del fuego?


Claire 

Estaba segura de la pregunta, y quería mi respuesta. Me miró a los ojos.

- Son unas pruebas donde muestras tu lealtad a tu aldea, y te haces un verdadero miembro de ella, y hay una ceremonia, y tres pruebas que van aumentando en dificultad cada vez que vas avanzando. También se suelen hacer cuando estás enamorado de alguien de la aldea y quieres unirte por él o por ella, pero esos son pocos casos los que se dan.

Asentí con la cabeza.

- ¿ Porque lo preguntas?

Iba a responder, pero escuché un sonido de alguien afilando una espada. Me bajé de la roca de un salto y puse mis sentidos alertas. Entonces, escuché un sonido de un cuchillo viajando hacia mi frente. Lo atrapé en mi mano antes de que se clavara. Pero me di cuenta, que no había sido yo la que lo había cogido. Satter estaba abrazándome, más bien, protegiéndome, y senti el filo del cuchillo clavado sobre su espalda. Solté un grito y le cogi la cara entre mis manos. Me temblaban los dedos y mis ojos empezaron a escocer descontroladamente. Estaba sudando, con los ojos cerrados. Se desplomó sobre el suelo y yo intenté quitarle el cuchillo de la espalda con el mayor cuidado posible. Me puse de rodillas y cogi la empuñadura con la mano, y fui tirando levemente. El soltó un grito de dolor. Pero la punta estaba casi fuera. Tiré por última vez, y el filo del cuchillo salió, y voló, esparciendo una lluvia de gotas rojas de sangre sobre el suelo. Satter estaba tumbado sobre el suelo, temblando y gritando de dolor. Empezó a salir sangre de su espalda y yo me quité la sudadera lo más rápido que pude y la coloqué encima y empecé a apretar la herida para detener la hemorragia. Le acaricié el pelo para tranquilizarle. Vi como dejaba de sangrar, pero había perdido mucha. Me sequé las lágrimas y el sudor de la frente. Me levanté, pero sin perder de vista a Satter. Busqué con una mirada teñida de rabia al culpable. Miré por todos los lados. Cogí el cuchillo tirado sobre la hierba, que ahora estaba teñida de rojo. Escuché pasos. De nuevo. Esta vez más cerca. Me di la vuelta y me encontré con tres figuras de una altura que me hizo estremecer. El que los llevaba era de los tres el más alto, tenía el cabello negro recogido en un moño y unos cuantos mechones revoltosos caían sobre su frente y sienes. Una enorme y larga cicatriz recorría todo su ojo derecho, llegando hasta la comisura del labio, haciéndolo aún más letal y horrible. Unos ojos azules intensos y crueles brillaban en su rostro con  maldad. Me dedicó una sonrisa falsa y diabólica. Caminó hasta mi, y desenvainó una espada plateada, como la de Satter, y me la colocó debajo de la garganta. Me observó con atención y me quitó la daga de la mano con diversión. A continuación, me dio la vuelta, y me apretó contra su pecho, clavándome más la espada en el cuello. Respiré hondo, pero tenía el corazón latiéndome demasiado fuerte debajo de la camisa. Tiró la daga con una sonrisa sobre el cuerpo débil y sangriento de Satter y se rió como un cuervo mientras  gruñía:

- Vamos hermanito, levántate y lucha por la vida de esta chica— pegó sus labios a mí odio y apretó el agarre aún más— Sería una pena que muriera... ¿No crees?


Claire y el loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora