Juu ichi | 11.

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Cuando alguien está dañado, cree que no podrá sanar jamás

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Cuando alguien está dañado, cree que no podrá sanar jamás.

El lunes por la mañana llegué tarde a la escuela, ya que el autobús se me pasó. Fue una vergüenza que los pasajeros me vieran correr por sus ventanas y que aun así el conductor no se haya detenido. ¡Qué pena! A pesar de ello, estaba de buenas, porque la razón de mi impuntualidad se debía a que al salir de casa tuve que volver a buscar el suéter delgado del colegio. Así que no me importó que Mrs. Yosano me detuviera y no me dejara entrar a la primera clase, ni mucho menos, ser llamada por Mr. Natsume para saber el motivo de mi retraso, y es que el Yokohama High School eso lo tenía bien medido, pero habrías que preguntar por chicos molestados y no te sabrían dar respuesta.

El primer periodo se fue como el viento, raudo y veloz, aunque nunca me había sentido tan estresada por ver a Mr. Fukuzawa para aparentar que no había compartido alimento con él y Dazai el día anterior. Por cierto, el castaño había llegado tarde; bastante, que me había superado presentándose a la mitad de la segunda hora, no obstante, como era tan buen alumno le dejaron entrar al salón sin reprimendas. Lo hizo con la mirada hacia abajo y no pude evitar ver hacía todos lados al notar como era que le veían y murmuraban estupidez tras estupidez. ¡Quería gritar que se callaran!

En los veinte minutos de receso, tal como siempre, me voltee con una sonrisa inmensa a ver a mi bajito -precioso, perfecto- amigo Chuuya, pero este se levantó sin verme.

—¿Te molesta si hoy como con Fyódor-san? —cuestionó avergonzado.

—¿Fyódor... -san? —le devolví la pregunta, pues ya no le llamaba "Dostoyevsky", sino que por su nombre de pila—. ¡Por supuesto que no, diviértete, ve!

Contesté poco después al ver en sus mejillas un rosado disimulado. Nunca había visto al señor perfecto de esa manera, así que como siempre, entré en pánico.

—Nos vemos más tarde —se despidió avergonzado y se marchó. El ruso le esperaba en la salida y cuando me vio, sonrió levemente como antes lo había hecho.

—¿Qué acaba de suceder? —me pregunté recargando mi espalda totalmente en la silla y viendo hacía el techo blanco.

—¿No te parece raro que esos dos estén juntos todo el tiempo? —La delicada voz de Kiyoko llegó hasta mis oídos y le puse atención. Hoy llevaba la falda más arriba que nunca.

—Me lo parece... —confesé en un susurro, pero luego volví a tomar mi tono de siempre para decir—: Son sus asuntos después de todo, hay que dejarles estar.

—Claro, claro. Por cierto, puedes juntarte con nosotras si gustas, hablaremos del baile de "Príncipes y Princesas" —ofreció después. Aunque no estaba muy interesada en el tema, de todas maneras me uní con mi almuerzo al no tener nada que hacer.

Las escuché entonces un buen rato mientras comía. Decían unas cosas que, ¡madre mía! ¿No eran estás chicas alumnas de preparatoria aún? Parecían mayores hablando libremente de unos chismes relacionados a otra compañera, que al parecer, se había envuelto en una situación bastante impactante con un chico mayor que ella. Decían que por ello no había vuelto a la escuela, esta ya tenía ausente una semana y su lugar vacío seguía esperando.

Literature III 📖 | Dazai Osamu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora