Capítulo 14

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Ya había pasado casi un año que no sabía nada de Adriana, ignoraba dónde se encontraba ella pasando su año sabático. Durante todo ese tiempo me dediqué a mis labores reales, claro que seguía pensando en ella, obviamente seguía amándola, pero creo que había cambiado algo dentro de mí, no sabía si llamarlo resignación, o como decía mi abuela, madurez, sin embargo comencé a ver el mundo con otra perspectiva, por primera vez me importaba más los demás que yo mismo, me sentía feliz, en paz con todos, ayudar a los demás se convirtió en mi mundo, en lo que siempre me gustaría hacer.

Todos los días la recordaba, no había ni un minuto que no estuviera en mis pensamientos, no obstante algo había cambiado, ya no la veía como un premio a ganar o aunque la amara ya no la sentía como primordial para vivir, eso no significaba que no me importara, sino que dejé de idealizarla y la convertí en la persona real que era.

No sabía qué pasaría cuando ella volviera, a pesar de ello no iba a ponerme como loco por eso, estaba tomando las cosas con calma. Todos me decían que me veían diferente que algo en mí había cambiado para bien, yo no sabía que era, aun así agradecía que fuera de esa manera porque ya a mis casi treinta y cuatro años era hora de que madurara de cierta forma.

Durante el mes de abril estuve apoyando a una organización internacional llevando víveres y comida a una población necesitada de África, junto con personal de la Cruz Roja Internacional abordé un jet en donde llevábamos los utensilios a dicho lugar. Yo solo iba a dejarlos y ayudarles a descargarlos, no planeaba quedarme ahí, mis días de voluntario como en mis años sabáticos habían quedado atrás.

Cuando llegamos, comenzamos a bajar todo y a repartirlo a los habitantes, caminé y conviví un momento con la gente, la cual era muy alegre y maravillosa. De repente creí ver un espejismo, al principio pensé que por el calor que hacía en esa localidad me lo había imaginado todo, hasta que me cruce frente a frente pude darme cuenta de que era verdad, ahí estaba ella, tan bella como la recordaba, Adriana había estado todo ese tiempo apoyando a la gente, ese fue su destino para pasar su año sabático. Al vernos no podíamos creer que ambos estuviéramos en el mismo sitio, nos saludamos cordialmente y después de preguntarnos cómo estábamos, cada quien siguió con sus labores.

Al encontrarnos nos dimos cuenta de que algo cambió entre los dos, ya no éramos los mismos que hace diez meses, las experiencias nos habían llevado a ser lo que en ese momento éramos, no hacía falta que lo dijéramos, pero ambos nos sentíamos en paz, en plenitud y felices.

Entendimos que la clave de la felicidad era no depender de nadie más, sino ser felices con uno mismo y sobre todo libres. 

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