CAPÍTULO V - TENTACIÓN

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-¿Me quieres matar de un maldito susto? - le grité a Luna.

Estaba muy molesto. Ella estaba acurrucada a mi lado, y ya había entrelazado sus piernas a las mías. Imagine lo peor (o lo mejor) así que levanté la cobija para asegurarme de que tenía la ropa puesta. Respiré aliviado cuando me descubrí aún vestido.

-¿Qué tienes en la cabeza? ¿Cómo se te ocurre meterte a mi cama? - continué gritando.

Era demasiado hermosa, pero las condiciones en las que me había despertado, no habían sido las mejores y yo tenía mucho miedo de que Pilar estuviera cerca. Ella sólo sonrió, como quien logra su cometido.

-Haz silencio, o te oirán - susurró. Prendí la lámpara de mi mesa de noche.

-¡Pues, que me escuchen! ¡Que todos sepan que entraste sin autorización!

Me di cuenta de que había transpirando mucho, muy probablemente por la pesadilla. Me levanté y tomé aire.

-¿Estás seguro de que creerán esa versión?

Lo analicé. Ella tenía todas las de ganar. Yo era el nuevo, el joven encantador que nadie conocía y que, muy probablemente, había conspirado para llevar a la inocente enfermera a su cama.

-¿Qué quieres? - repliqué sin titubear.

-Creo que es obvio.

Hizo a un lado la cobija y pude notar que llevaba puesto un increíblemente sensual conjunto blanco de encaje. Me dedicó una sonrisa.

-Luna, no voy a negar que eres una mujer extraordinariamente hermosa, y que, si no estuviésemos en esta situación, yo no lo dudaría ni un segundo...pero...

Se levantó y comenzó a caminar hacia mi. Sentí que volvía a sudar.

-Santiago ¿Tienes idea de lo excitante que te ves cuando sueñas? Tu cuerpo tiembla y suda, es una visión maravillosa.

La última palabra la dijo tan cerca de mi cara, que casi sentí que me besaba. La tomé de los hombros y la aparte. Su piel estaba tan suave que parecía de mentira.

-No...es que yo...tengo estrictamente prohibido esto. Luna, yo necesito este trabajo - le dije, suplicante.

Ella me tomó de las manos y las encaminó hasta su cintura. Pude sentir

-Yo también necesito el trabajo, pero también me he cohibido de tantas cosas.

Sus enormes ojos marrones brillaban deseosos. Por un momento, pensé en besarla, a mi cuerpo no le pareció mala idea. Tomé su rostro entre mis manos, la miré fijamente. La entendí. Estar en este lugar, encerrada entre pacientes y adolescentes aprendices. Sumado a eso, Pilar y Amalio. Cualquiera se volvería loco ¿Sería ese mi siguiente paso?

-Sé que estás casado, pero no lo veas como algo incorrecto. Es sólo una necesidad - me dijo, dulcemente y yo no pude evitar soltar una carcajada.

Lo entendió enseguida.

-¡Pilar! - susurró, enfurecida.

-¿Tengo cara de casado? - pregunté, sonriendo.

-No me parece gracioso ¡Qué vergüenza! Haz de haber pensado que...bueno, si. Ramírez sí estaba casado - me confesó.

-¡Interesante! Entonces, ¿te acuestas con todos los doctores, o sólo con los que están casados?

-¡Idiota! - me lanzó un manotazo y yo sólo seguí sonriendo.

-De verdad aún no lo entiendes. Estar tanto tiempo aquí es de locos, literalmente.

-¡Eh! No te juzgo. Sólo estoy bromeando, pero, en serio, no te juzgo.

Las Crónicas de Lucero AmaralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora