CAPÍTULO VIII - REVELACIONES

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Abrí los ojos poco a poco. Distinguí un peculiar olor a cigarro. Moví mi cabeza hacia la derecha y todo seguía confuso. Luego, me moví hacia la izquierda y estaba Cristina, viéndome fijamente:

-Hola.

Estaba arrodillada en la cama, supuse que estábamos en su cuarto. Tenía una fuerte jaqueca, no me quería mover, así que me limité a decirle:

-Vi una cosa muy extraña, no sé si fue real u otra pesadilla.

Ella sonrió, tierna, y puso su mano en mi cabeza.

-¡Oye! Yo no soy ninguna cosa extraña.

Me levanté de golpe. Lucero estaba en la esquina de la habitación, fumando.

-¡Eres real! - dije, sorprendido.

-¡Sí que lo soy! - Me miró extrañada.

Me moví hasta la esquina de la cama y la miré detalladamente.

-Eres...eres muy bella - dije, asombrado.

Ella se sonrojó y miró a Cristina, que se puso la mano en el rostro y empezó a reír en voz baja.

-Debo admitir que eso no lo veía venir ¿Tú que piensas, Cris? ¿Estoy bien guapa? ¿Como de revista? - soltó una carcajada.

Cristina hizo seña de que habláramos en voz baja y Lucero siguió sonriendo y fumando.

-No creo que seas tan guapa, Lucero, es sólo que...él es algo extraño, de seguro sus gustos también lo son - aclaró Cristina.

-Cierto, gracias por recordarme que soy una cosa extraña ¡Ja! Psicólogos.

Apagó el cigarro en un vaso con agua y me miró con sus intensos ojos negros, su sonrisa era perfecta. Yo sólo podía observarla, anonadado.

-¿Eres Lucero Amaral?

Su rostro se tornó serio, se acercó a mí y me dijo, con mucho misterio:

-Si, yo soy Lucero Amaral

Hubo un silencio de un par de segundos en los que sólo nos miramos.

-¡No seas mala! ¡Lo vas a matar de un infarto! - reclamó Cristina.

Ella se echó a reír.

-Sólo quiero oír su teoría, sabes que esa es mi parte favorita. A ver Cardo...¿Cardo qué? - miró a Cristina, confundida.

-Cardonay, Santiago Cardonay - aclaró Cristina.

-A ver, Cardonay, yo soy Lucero Amaral ¿Cuál es tu teoría?

Y todo empezó a tener sentido para mí. Me levanté de un golpe y mi tono acusador salió a relucir.

-Por eso ocultan este lugar ¿Cierto? ¡Por ti! Porque acá tiene que haber una máquina del tiempo, o una fuente de la eterna juventud.

Las dos se miraron y empezaron a reír nuevamente. Me sentí como un tonto y me volví a sentar.

-Lo de la máquina del tiempo, lo había escuchado antes. Fue una de las teorías de Ramírez ¿Recuerdas? - dijo Cristina a Lucero.

-Claro que sí. La fuente de la eterna juventud es nueva, pero me gusta, es creativo, vintage. Hasta me la puedo imaginar.

Ella iba a soltar otra carcajada, cuando me miró y se dio cuenta de que yo realmente estaba muy confundido. Se sintió avergonzada.

-Disculpa, sé que has de tener muchas dudas en tu cabeza en este momento, creo que no estoy siendo educada contigo. Sí, mi nombre es Lucero Amaral, pero yo no soy la del cuadro. A pesar de que somos idénticas, no soy ella. Soy más como...como la versión moderna - yo seguí confundido y ella lo notó.

Las Crónicas de Lucero AmaralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora