CAPÍTULO X - SHOW TIME

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Las preguntas de la policía no fueron inesperadas. Todo estuvo relacionado con mi pasado con Valeria.

Preguntaron sobre nuestra relación, nuestra ruptura, los amigos en común. En todo momento, dije la verdad.

Comencé a mentir sólo cuando me preguntaron si sabía que Valeria estaba recluida.

Lo más difícil para mí, fue tener que presenciar el momento en el que la bajaron de la azotea. Seguía inconsciente, la tenían esposada. Si sus padres conseguían un buen abogado (que probablemente lo harían), ella pasaría como enferma mental y los cargos policiales no serían tan severos.

Un oficial me hizo entender que mi padre estaba en camino. Pedí que le dijeran que estaba bien, que no había necesidad de que viniera.

La historia mía y la de Luna, encajaban perfectamente. No se enfocaron en hacer tantas preguntas. Una vez que terminaron de escribir todo lo dicho, un joven policía que parecía tener mi edad, se sentó a mi nivel en las escaleras, dejó el lápiz y me preguntó:

-¿Recibió usted algo de la señorita Rossi en los últimos días? ¿Alguna correspondencia?

Me quedé en silencio, tratando de recordar.

-Si, había unos bombones en mi habitación. Tenían una tarjeta que decía: Santi. Sólo ella me llamaba así - él tomó nota.

-¿Podemos ir a su habitación? Es algo que necesitaremos como evidencia.

Lo conduje a mi cuarto. Antes de abrir la puerta, me dijo:

-Por motivos de seguridad, debo registrar toda la habitación.

Yo accedí. Mientras tanto, en mi mente, pensé en cualquier cosa incriminatoria que pudiese tener. El joven sólo dio una mirada superficial. Apenas le entregué la caja, se puso unos guantes y centró toda su atención en ella.

-¡Cianuro! Esto es más común de lo que cree. Menos mal no comió ni uno porque hubiese sido una muerte desagradable.

Valeria sabía que yo amaba el chocolate. Tuvo todas las intenciones de matarme, sin duda alguna. Vi la mano del policía pasar frente a mí y tomar algo de la mesita de noche.

-¡Justo lo que buscaba! - afirmó.

Cuando me di cuenta de lo que tenía entre sus manos, casi se detuvo mi corazón. Era la carpeta médica de Valeria.

-No tengo idea de cómo llegó eso a allí - puse los ojos como platos.

-Por supuesto que no. Evidentemente la dejó ella, porque esta carpeta desapareció cuando ella se fugó.

Sonreí y lo miré, asintiendo con la cabeza. En realidad esa era la carpeta que Cindy me había entregado con el expediente medico de Valeria hace días atrás.

-Gracias al cielo está en sus manos. De verdad, gracias por tanto.

El hombre se mostró satisfecho con el trabajo que hizo, y yo, con mi actuación.

-No se preocupe, joven Cardonay. Estará a salvo. Su padre ordenó que las patrullas vigilaran la zona por esta noche. Esto sólo fue un mal rato.

Por supuesto que papá había aprovechado su alto rango para mantenerme seguro. En el fondo, me preocupa que encontraran alguna huella de Cindy en la carpeta, o su auto estacionado cerca. Pero estaba seguro de que ella contaba con la protección de mi padre.

Finalmente, el joven policía salió de mi habitación y yo lo conduje a la salida del edificio, donde estaban Amalio y Luna conversando con algunos otros miembros del cuerpo policial. Parecían haber finalizado su trabajo, convencidos de todo. El señor Amalio estrechó su mano con la del detective. Yo me acerqué.

Las Crónicas de Lucero AmaralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora