CAPITULO XIII - OCULTO

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Tomé el agua del lago entre mis manos y sentí cómo se escurrió, una y otra vez.

-¿Estás bien? - me preguntó Lucero.

Asentí con la cabeza y miré alrededor. La luna nos alumbraba perfectamente, así que no era una penumbra fantasmagórica. Con el pasar de los minutos, comencé a sentirlo como una noche romántica.

El sonido de los animales era bajo. Parecía haber muy pocos y la luz de la linterna que estaba en medio de la canoa, alumbraba el rostro de Lucero. Ella veía cómo los mosquitos cruzaban por doquier.

-Creo que ya estamos en el sitio - dijo, mirando alrededor. No sabía qué estaba usando como punto de ubicación.

-Acá no hay nada - afirmé.

-Lo esencial es invisible a los ojos.

Sumergió el brazo completo en el agua, lo movió hacia todos lados. Luego, pareció no estar muy convencida, remó un poco y volvió a sumergir el brazo. Repitió el proceso unas tres veces.

-¿Estás buscando algo? ¿Que te muerda el brazo un cocodrilo, por ejemplo?

Ella se echó a reír.

-En este lago no hay animales grandes - sonrió y me miró.

Supe, por el gesto en su rostro, que había encontrado lo que buscaba.

-¿Qué hay allí? - pregunté con temor, acercando la linterna.

-Dame tu mano y luego verás.

Me extendió su otra mano y yo, dudosamente, le dí la mía. La empezó a sumergir poco a poco en el lago, hasta que mi brazo estuvo completamente dentro.

-No te asustes - me miró a los ojos y guió mi brazo hacia donde estaba el de ella.

Rocé un objeto metálico enorme, me asusté inmediatamente y me retiré.

-¡Qué mierda! - estaba atónito.

Revisé mi brazo para ver si todo estaba bien.

-¿Qué es eso Lucero? - pregunté, aterrorizado.

-Tranquilo, no es un cocodrilo - me respondió con una sonrisa y su actitud me calmó un poco.

-Es hierro, lo que tocaste es parte de una estructura.

Abrí los ojos como platos. No me esperé esa respuesta y, definitivamente, no esperé lo que ella hizo a continuación. Se quitó el vestido y se quedó en ropa interior. Sin pensarlo demasiado, tomó la linterna y saltó al agua. No tuve tiempo ni de impresionarme.

-¡Estás loca! - me limité a decir.

-El que está loco eres tú si no vienes conmigo, te va a encantar lo que vas a ver.

-Lucero, vuelve a la canoa - seriamente le extendí la mano.

-¡Por favor! En serio no tienes idea de lo que hay abajo, es una experiencia única - me suplicó.

-Lucero ¡Ni siquiera sé si puedo nadar!

Ella me miró comprensiva y me dio la mano para que le ayudara a subir.

-Entiendo, pero sólo hay una manera de averiguarlo.

Sonrió traviesa y mi cuerpo cayó al agua, gracias al tirón que dio. Cuando salí a la superficie, cogí una fuerte bocanada de aire.

-¡Estás loca! ¡No sabes lo que hay abajo! - grité, histérico.

-Yo sé lo que hay. No te preocupes, esta vez nada te tomará por la pierna - se echó a reír a carcajadas y yo quise matarla.

Las Crónicas de Lucero AmaralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora