7. Orquídeas y mordiscos

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Minghao tenía 17 años cuando dejó China sin siquiera molestarse en decir adiós; simplemente empacó sus cosas y se fue hacia el aeropuerto antes de que volvieran a casa para no tener qué lidiar con ellos. Ella rara vez huía de las cosas pero definitivamente enfrentarlos no era algo que quería hacer, sabía que algo malo le esperaba si se quedaba y la encontraban... ¿y cómo no?

Tenía una relación con uno de sus profesores, un hombre veinticinco años mayor que ella, casado, padre de dos hijos; un hombre quien, dándole el crédito que se merecía, le había enseñado todo acerca de enamorarse... y también, después, todo sobre tener el corazón roto. Salieron por un año y algunos meses más, pero por supuesto, alguien se había enterado y de ahí todo se fue a la mierda. Siendo el caballero que era, el profesor no dudó en querer salvar su propio cuello, acusando a Minghao de un montón de cosas descabelladas ante los directivos de la escuela.

Sus padres estaban allá, siendo informados de la clase de cosas que su hija hacía y sabía que necesitaba irse lejos, lo más lejos que podía, a donde no pudieran encontrarla. Afortunadamente el tipo había hecho algo de lo que Minghao estuvo agradecida en ese momento: darle dinero. El suficiente para que ella pudiera ahorrar y, al estar en el aeropuerto, pudiera comprar un boleto a Seúl, Corea del Sur; claro que no fue fácil, tuvo qué convencer al chico que le atendió de que estaba saliendo del país para ir a encontrarse con sus padres, quienes ya la esperaban allá. 


Vivir en Seúl era barato... si vivías en la calle y te dedicabas a comer aire. Existía una barrera de lenguaje que era imposible ignorar y además, sin conocer a nadie, la cordura parecía en ocasiones comenzar a dejar lentamente a Minghao, pero no se daría por vencida. Aquí, en un lugar completamente desconocido, quería iniciar una nueva vida... una vida que le permitiera ser quien era, y eso por supuesto, significaba que por fin podría comenzar a ser la chica que siempre había querido ser. No un chico, no el muchacho que estaba obligado a ser cuando vivía con sus padres y eso... eso era lo que mantenía a Minghao siendo positiva, la oportunidad de vivir su vida como ella quería y no como alguien más esperaba que la viviera.

Todo eso vino a ella en forma de un ángel llamado Jieqiong. 

Jieqiong era una chica de 18 años que, igual que ella, había escapado de China para poder vivir su vida como ella quería. Le enseñó a Minghao el idioma, le dio un techo dónde vivir y lo más importante: compartió sus secretos. Xu Minghao aprendió exactamente cómo hacer que los hombres hicieran lo que ella quería... tampoco era tan difícil, los hombres eran tontos y generalmente pensaban siempre con la cabeza incorrecta.





—¿A quién le toca hacer las compras esta vez? — Seungkwan cerró el refrigerador con la mano derecha, mientras con la izquierda sujetaba una botella de leche de almendras —Esto es lo último de leche que queda y no voy a compartir —

—Creo que es turno de Jeonghan y Mingyu — Respondió Jihoon, luego de pensarlo por algunos momentos. Todos se encontraban sentados a la mesa, era hora del desayuno.

—¿Eh? Pensé que era nuestro turno de ir — Se quejó Hansol, mirando a su novia, quien acababa de tomar asiento al lado suyo y se dedicaba a vaciar algo de leche en un vaso para él.

—Llegamos a la conclusión de que ustedes no harían la compra solos otra vez, Hansol — Jeonghan respondió a aquello, desviando la atención del jugo de manzana que bebía con tanta tranquilidad para mirar al menor —La última vez compraron quince bolsas de Cheetos Flaming Hot, ¿lo recuerdas? Necesitan supervición —

Jardín [SEVENTEEN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora