I.II

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Athens, 6.43 am

Las mañanas no eran como yo lo esperaba, resultó decepcionante. Se acabó eso de dormir hasta que tu reloj biológico te lo permitía. Ahora, los días estaban pautados, había una disciplina que cumplir, y yo no pensaba ser la que se quejase.

Junto al tintineó de las campanillas, que resonaban por todo el edificio, abrí los ojos para comprobar que nada había sido un sueño. Que de verdad estaba en Athens, y que yo había sido una de las afortunadas en entrar.

Cambié mi pijama por el uniforme y cogí mi neceser para dirigirme al baño.

-Espérame - dijo Adelaida, apresuradamente.

Ambas fuimos al baño, lleno de gente, y nos aseamos como pudimos. A pesar de que el baño era amplio, la cuantidad de personas lo ocupaban, y el tiempo restante para dirigirse a clase se acababa.

-Chicas - Jo, que se estaba cepillando el pelo, nos llamó - Cómo hoy es el primer día, habrá una reunión breve en la biblioteca, para asignarnos los horarios de clases. Es... - por alguna razón que no alcancé a comprender, hizo una pausa melodramática - ...una tradición escolar aquí.

-Ajá - me la quedé mirando por unos segundos, sin tener muy claro por que su tono de voz me parecía escalofriante - De acuerdo.

Asintió, y un poco desconcertada, salí del baño sin mirar. Al abrir la puerta choqué con alguien, e inmediatamente le pedí perdón.

-Lo siento - dije algo atabaleada. Un chico mucho más alto que yo, de pelo oscuro atado en una coleta, me miraba desde el suelo. Le extendí una mano - Perdón, he salido sin mirar - me la cogió, e hicimos impulso para levantarlo. Al estar de pie, pude comprobar de primera mano unos ojos color miel, que con el reflejo de la luz los hacía parecer de oro.

-Tranquila - se sacudió los pantalones marrones, y se ajustó la corbata, como si de un abogado se tratase - En realidad, la culpa es de quién construyó este lugar, por hacer que las puertas abran hacia a fuera y no hacia dentro - reí ante su comentario.

-Tal vez - advertí - O tal vez es la mía, por ir siempre con prisas.

- Tal vez -. Me pareció que me miraba por una milésima de segundo más de lo que debería, y por lo visto él también lo sintió, pues casi al momento, decidió presentarse extendiéndome su mano, y la mía a su lado era ridícula - Me llamo Caspar Pierce. Pero prefiero que me llames Caspar a secas.

-Encantada, Caspar-a-secas - encajamos manos, y me sentí reconfortada - Charlotte.

- ¿Y nuestra Charlotte tiene apellido? - antes de que le pudiese contestar con alguna de mis ocurrencias, su nombre sonó escaleras abajo. Alguien le estaba llamando - Me tengo que ir. ¿Nos vemos?

-Si, por supuesto - me quedé observando como bajaba las escaleras de dos en dos, y me di cuenta de la hora que era - Mierda, las cosas.

Di unas zancadas con los zapatos de cuero que tanto pesaban mientras nadie miraba, y al llegar a la puerta aligeré el paso. Cogí mis libros, el lapicero, y bajé las escaleras de un tirón y me uní a la aglomeración delante de la biblioteca. Por un momento me asomé por el balcón que daba al patio interior y recordé el aviso. Me aparté del balconcillo y entré con Adelaida del brazo.

Unas butacas estaban predispuestas por todo lo ancho de la sala, y todos se sentaban increíblemente sin complicaciones. Nadie tenía preferencias para sentarse con otras personas, y mantenían la calma (y eso, para mí, era algo increíble). Impaciente por escuchar las palabras del director Ulric, eché un vistazo rápido por la sala, fijándome en el chico de la coleta. A primera vista me había parecido muy atractivo, pero al segundo vistazo lo era todavía más.

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