I.XII

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Me hubiese gustado decir que las piezas empezaban a encajar en esta historia de locos, pero, por desgracia, no fue así. Terrance, el conserje que vivía en las sombras, nos sorprendió con algo que no vimos venir. Ulrich, ¿Cómo no pude darme cuenta?

Aquella noche pudimos haber escapado, pero no lo hicimos. Que idiotas fuimos. Preferimos quedarnos a resolver el maldito misterio que nos consumía, que nos llamaba y hacía que nos quedásemos.

Jamás me olvidaré de aquella noche. Desgracia tras desgracia. El caso de Ulrich, y la imagen de él y de Jo que quedaría eternamente en mi memoria, probablemente, causándome pesadillas hasta los cuarenta. Algo que también me preocupaba, y me incomodaba a la vez, era como Caspar y yo habíamos dejado a la suerte lo que una vez se pudo haber llamado "nuestro", me frustró el hecho de que no me hubiese dejado explicarme, haber supuesto, lo que él prefirió.

Nos encontrábamos dentro de la academia, una vez más, pero esta vez, por una buena razón.

En cuanto Terrance abrió la puerta, camuflada, de alguna manera con la pared, varias cucarachas salieron corriendo. Hice un esfuerzo por reprimir un grito, y tanto Edric como Terrance las esquivaron con agilidad.

Me sorprendió que jamás hubiese notado de la existencia de un cuarto como este en Athens; y probablemente, no era lo único que me quedaba por descubrir.

La habitación, miserable. Las paredes pintadas se caían a ronchas, y la única iluminación que tenía, aparte de una ventana pequeña que apenas dejaba entrever la luz, era una bombilla que colgaba del techo. La cama, mucho más pequeña que las nuestras, estaba deshecha, y se podría decir, que las sábanas parecían no haberse cambiado desde hacía décadas. Terrance se acercó hasta esta última, y de debajo de ella, sacó una caja polvorienta de cartón.

Terrance sacó de ella más fotos como la que nos había enseñado, hacía tan solo diez minutos. Pudimos comprobar que eran de distintas épocas. Cada vez que indagábamos, rascábamos a palazos el núcleo del asunto. Cada una más antigua que la anterior. La que se consideró más vieja, databa del 1841. Hacía más de un siglo. Todas ellas, Ulrich Athens. Parecía no haber cambiado en absoluto.

-Imposible - susurró el rubio cenizo - ¿Todos estos son él? -, le preguntó al conserje, alzando las fotos. Este, asintió sin más con una sonrisa. Nos fue extendiendo papeles de periódico húmedos, que olían a moho.

Leí los primeros titulares.

Hombre inaugura la primera escuela privada elitista, a la que puedes ir becado.

Desapariciones de diecisiete niños inquietan a la policía nacional.

¿Todo estaba ligado? No me hacía falta preguntarlo para saber la respuesta. Lo que realmente debía preguntarme era, ¿Por qué? Quería saber más. Quería entender porque las desapariciones de niños tenían que ver con la academia. Quería comprender como era posible que Ulrich estuviese vivo.

- ¿No será esto una broma, ¿verdad? - preguntó Edric. Entonces, Terrance, quien se había convertido en nuestro confidente, volvió a sacar una fotografía. La de los niños, y señaló a uno que estaba relativamente cerca del Terrance pequeño, luego señaló el segundo titular que leí, el de las desapariciones. Un chico idéntico a él en la cuarta imagen del titular. Vi a Edric tragar dramáticamente. Sabía cosas - Lottie, te tengo que explicar una cosa... - antes de que me pudiese decir de que se trataba, oímos un ruido: alguien se aproximaba rápidamente hacia el cuarto. Terrance nos indicó que nos escondiésemos debajo de la cama, y precipitadamente nos pusimos debajo de la misma, como pudimos, ya que todavía llevábamos los trajes, aunque bonitos, incómodos. Terrance se tumbó en la cama, y cubrió la parte bajera de la cama con la manta mugrienta, para que no nos viesen.

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