I.VII

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De rodillas ante una piedra. Esa es la imagen que podías ver, cuando estabas observando el panorama de la segunda prueba.

Ante nuestros ojos, dos copas, con bonitas fornituras. Según Abba, ambas con extracto de acónito azul. Íbamos a tomar nuestro propio veneno. ¿Pero con qué fin? Demostrar nuestro coraje.

La tensión se palpaba en el ambiente. Si el veneno no actuaba bien, podría sumergirme en un sueño plácido por siempre. ¿Me iba a arriesgar? Por supuesto. ¿Qué otra me quedaba?

Temblando, cogí la copa, y de un sorbo me bebí todo el líquido insípido. Un escozor que bajaba por mi garganta, me decía que era la misma sensación que beber alcohol. Pero algo en mi gritaba que todo lo que estaba haciendo, estaba mal.

- ¿Notáis cambios? - preguntó el chico de la capucha roja.

- Para nada - dije.

- Bien - ¿era alivio eso que oía? - Entonces procedamos a la tercera y última prueba que determinará vuestra aptitud para entrar en la hermandad.

Poco minutos después llegamos a una cabaña de madera en medio de la nada. Al entrar, pudimos comprobar, que consistía únicamente de una cama de matrimonio y un cajonero. Abba acompañado por otras dos personas, a ambos lados, se dirigió a nosotros:

-Si bien la primera prueba demostraba vuestra valía; y la segunda demostraba vuestro coraje, la última mostrará vuestra fidelidad al grupo - dime que eso no significaba que... - la última, consiste en que os acostéis. No os observaremos, pero a cambio debéis mostrarnos la prueba - no, no, no, NO.

Esto debía ser una broma.

-Dicho esto, os dejamos solos - se dio la vuelta para irse - Oh, y se me olvidaba, nada de trampas. Por cierto, mirad en el cajón. Os ayudará.

***

Me senté en el borde de la cama, para no desmayarme. Caspar no paraba de dar vueltas por toda la habitación.

-Tiene que haber una manera de saltarnos esta prueba - decía una y otra vez.

-Ya le has oído, nada de trampas.

-Si, pero esto es demasiado.

- ¿Qué esto es demasiado? - bufé - Creo que esto es lo más seguro de todo lo que nos han hecho hacer.

-Si, pero es algo muy diferente... - dijo, se agachó y me puso una mano en el hombro - ¿Todavía te duele? - asentí - Joder, lo siento. Es que, creía que esto acabaría pronto, pero no... Oye, no quiero obligarte a hacer nada que no quieras, ¿vale?

-En ese caso, hubiese preferido que no me cortases - se tapó la cara con las manos, avergonzado - Tranquilo, yo también quiero acabar ya con esto.

-Lo sé - se sentó a mi lado - Hace unos días, te quería contar algo importante.

- ¿El que? - pregunté.

-Verás, no sé que te dijo Edric de mí, pero pueda que sea cierto. Sé que ya me has visto siendo agresivo, y créeme, que no quería que me vieses así - entrelazó sus manos y miró hacia arriba, pensativo - La razón por la cuál vine a Athens es compleja. Puede que no sea lo que mi familia quería, ¿sabes? - sus ojos se volvieron algo cristalinos - Siempre he tenido problemas de autocontrol. No se manejar las situaciones. Por eso me enviaron aquí, no quieren saber nada de mí.

- ¿Y porque aquí?

-Ulrich es un conocido de la familia, por eso Edric y yo ya nos conocíamos.

-Ya veo... Pero no entiendo porque debería ser malo - le puse la mano encima de las suyas, para calmarlo - Tienes la oportunidad de cambiar - sonreí.

-Supongo.

-He estado pensando mucho, en algo que mi madre me solía decir... "la mirada es el espejo del alma".

-Eso explica muchas cosas - río.

- ¿Tu qué crees que reflejas?

-Caos.

- ¿Y que crees que reflejo yo? - posó una mano en mi cara, acariciándola gentilmente.

-Paz - le miré, con compasión.

-No quiero hacerlo - miré hacia el suelo. - Lo siento. No quiero que si entre tu y yo pasa algo sea por este estúpido juego... si es que se le puede llamar así.

Caspar, mirando al suelo, formuló una sonrisa y dijo: -Ni yo -me miró, y al momento se le iluminó la cara - Aún así tengo una idea para pasar la prueba.





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