Las clases seguían a pesar del show que se montó por lo del vals. Cuando, y casi sin pensarlo, Edric y yo nos escapamos. La idea seguía ahí, sólo que, por ahora, teníamos que hacer unos ajustes de cuentas, respecto a este lugar.
No me esperé ni una sola de las cosas que Edric me contó. Ni de su posible parentesco con Caspar, ni el hecho de que él fuese Abba. Si que se me pasó alguna vez la posibilidad de que él fuese el encapuchado de rojo, pero después de aquella tarde, cuándo él y yo estuvimos solos en su habitación... mis dudas sobre él se disiparon. ¿Cómo iba alguien tan dulce, hacerme pasar por una cosa tan cruel? Por supervivencia, según él. Y aunque me picaba el hecho de que me hiciese pelearme con Caspar, entiendo que no lo pudiese evitar. Y ahora también entendía la razón por la cual el Circulo Negro existía.
Edric me lo explicó todo, aquella noche. Y una de esas cosas era que, según sus propias especulaciones, la hermandad fue creada para preservar a las personas en ella. Me dio una lista de personas que eran parte. Entre ellas, Mary, la hermana sordomuda de Josephine, Josephine en sí, otra chica de la habitación B, llamada Estela, y dos chicos, de la habitación de Caspar, Markus y Benjamín. Quise saber, ¿Por qué ellos? ¿Por qué yo?
Simple fijación, me dijo. Él decidía quién se quedaba y quien no. Dijo que, jamás en su vida, había visto lo que les sucedía a los niños desaparecidos, pero si que sabía que eran cosa de Ulrich.
Entonces se me vino una cosa a la cabeza. La foto antigua, que Terrance nos enseñó, era de niños pequeños, tal vez de ocho años, o poco más. Pero, sin embargo, ahora sólo se admitían a gente universitaria, ya que la academia era sólo eso, una universidad super-privada, dónde sólo veinticuatro alumnos eran admitidos por año, contando los de los cursos superiores también. Claro está, con sus respectivas excepciones, como serían las de Adelaida, al tener 15 años, y el de Edric, con su adopción repentina.
Mi teoría era simple, y tenía sentido: al denunciar los casos de niños tan pequeños desaparecidos, cambiaron el sistema. En vez de admitir a niños probablemente controlados por orfanatos, decidieron coger a gente prácticamente adulta, ya que eran más fáciles de sacarlos del mapa. ¿O no?
Aunque esto no estaba confirmado al cien por cien, me esforzaba por intentar averiguar que era lo que pasaba, y no me iría de aquí hasta saberlo.
Entonces lo entendí, probablemente mi abuelo sabía algo, y mi madre también. Tal vez por eso, me veía destinada a estar en Athens. A acabar lo que mi abuelo y mi madre empezaron.
El libro. Justo como en aquellas conversaciones conmigo misma a las tres de la mañana, un pensamiento saltaba a otro. El libro apareció en mi mente como por arte de magia. Si ya encontré una de las pistas dentro de Moby Dick, ¿quién decía que no había más?
Me estaba dirigiendo al cuarto de Edric con el libro en la mano. Todos estaban cenando, nosotros investigando. Abrí la puerta y me lo encontré sacando de debajo de la cama un tablón de corcho, que puso en un soporte. Con chinchetas y cordón rojo, empezó a colocar algunas fotografías. Muchas de ellas, dadas por el mismo Terrance.
-Te traigo el libro que te dije - me estiré en la cama deshecha, y del revés, miré el tablón con las fotos. Entre ellas estaba Ulrich, Jo, Terrance de pequeño, junto a otros niños perdidos, y, por último, la fotografía de mi abuelo-Ya parecemos agentes de una oficina policial - reí yo.
-Así es - dijo él girándose para sonreírme brevemente - Pero sin duda, es necesario - me puse de pie, y me hice una cola alta. Por alguna razón, me hacía sentirme mucho más segura de mí misma - ¿Has revisado si había alguna otra referencia de utilidad?
-Bueno... yo no he encontrado ninguna más, además, tengo este libro desde hace prácticamente siempre - dije.
-Vuelve a revisarlo, fíjate en todas y cada una de las páginas. Puede contener algo más.
-Vale - hablé pesadamente. No tenía ganas de revisar todas y cada una de las páginas de aquel gran libro, así que las fui pasando rápidamente.
Pasaron horas, de charla y de silencio, que pasamos intentando encontrar algo más. Algo que nos diese paso a otra pista. Paso a nuestra felicidad, el poder de escapar, sin dejar remordimientos. Sin el futuro pensamiento constante de haber podido ayudar.
Luego me di cuenta de algo. Había estado revisando una y otra vez todas las páginas del dichoso libro, pero me percate de que solo había estado revisando las palabras. Y aunque no había anotaciones de ningún tipo, pronto se me ocurrió revisar el numero de páginas. Efectivamente encontré lo que quería. Cogí libreta y papel, y empecé a escribir números, que a mi parecer eran al azar. Al final, de todas las páginas que había, acabé recolectando una serie de 5 números en total, la cual repasé más de una vez, para asegurarme de que no me dejaba ninguno.
-Ocho, cinco, tres, cinco, dos - repitió Edric - ¿Qué significa?
-No lo sé - dije, pensativa - Tal vez sea un número de teléfono.
-O un código postal - sugirió él.
-Puede, aunque, de todas formas, no tiene sentido. Por aquí no hay códigos postales de cinco números, y mucho menos números de teléfono. ¿Qué puede ser?
-Tendremos que seguir investigando - dijo - Aunque por el momento, sería mejor no levantar sospechas.
-Y que me dices de Terrance, ¿Por qué no le preguntamos que significa esta serie de dígitos?
-Me temo que, si seguimos preguntándole cosas, nos acabaran descubriendo. Si Ulrich le pudo hacer esa atrocidad a Terrance, puede que nos pase algo peor.
-Puede.
Y aunque mi respuesta fue más bien simple, la ansiedad que sentía que me hundía el pecho cada vez que pensaba en esas palabras, se agrandaba.
Daba igual que hora fuese, la preocupación ocupaba la inmensa mayoría de mis pensamientos. Nada tenía sentido, y cada vez eran más los cabos sin atar. No podíamos hacer nada, sólo seguir, y hacer como si nada. ¿Qué pasaría si al final averiguábamos lo que realmente ocurría? Prefería no saberlo, pero la sensación de estar acercándome al final del asunto, de saber que al final iba a quemarme... era innegable.
ESTÁS LEYENDO
Athens©
Teen FictionCharlotte decide cumplir la última voluntad de su madre: ingresar en la prestigiosa academia Athens. Edric, un chico dejado al nacer frente la misma escuela, que no conoce nada más allá de sus muros, lucha por saber quién realmente es. Caspar, la o...