I.XVIII

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-¿Por qué íbamos a necesitarte? - dijo Edric enfurecido. Todos estábamos en su habitación. Jo estaba sentada en su escritorio, encogida de hombros. Estaba de pie junto a Edric, esperando una respuesta. Y Caspar... bueno, para Caspar esto era un festival, pues no paraba de reír - ¡Habla!

A veces a Edric se le iba un poco la olla, y empezaba a gritar las cosas, cuando claramente debía mantener la calma. Yo rezaba para que ella nos dijese en cuanto antes, que era lo que estaba pasando.

-Primero necesito saber que estaré a salvo - Josephine estaba muy seria - Quiero protección.

-¿Protección? ¿Contra qué? - volvió a impacientarse Ed.

-Protección contra Ulrich.

Ambos nos miramos con complicidad.

-Está bien - me resigné - Pero nos tienes que explicar lo que está pasando, Josephine. Todos dependemos de ti ahora mismo.

-¿Tienes el libro? - Estaba perpleja. ¿Cómo sabía que tenía el libro de herbología? Había sido muy cautelosa al respecto. Pero no hice preguntas, y simplemente se lo extendí. Ella sabía perfectamente que hacer, pues se fue directamente al capitulo dos. El árbol de las almas - Este árbol es japonés, y tiene alrededor de mil seiscientos años.

-Eso ya lo vemos en la descripción - dijo Edric, señalando las páginas - No necesitamos una cuentacuentos.

-Este árbol, como ya sabrás, es el que tenemos abajo.

-Si, ¿y? - pregunté.

-¿Nunca te has preguntado porque es tan sagrado? - la miramos con perplejidad, ella resopló y continuó - Ulrich no puede vivir sin ese árbol... - hubo una pausa incomoda - Y yo tampoco.

Sentí que ese momento debía ser importante, dramático. Pero mi cabeza no ataba cabos.

-Ulrich tiene quinientos treinta y cuatro años. Yo, solamente tengo ciento veintidós.

-Perdona - Caspar se había levantado - No entiendo una mierda. ¿Qué coño acabas de decir? - yo me dedicaba a contemplar la pared con la mente totalmente en blanco. ¿Se suponía que esto era una broma?

-Lo que digo es que, ese árbol es mas que un simple tronco con hojas. Su nombre ya lo dice, almas - Nos miró como si fuésemos una panda de completos inútiles, pero la verdad era que no había forma de reaccionar ante su confesión. Dónde estábamos, ¡¿en una novela de fantasía?! - Os lo explicaré de forma simple. Ese árbol necesita sangre, sangre joven, para seguir creciendo. Sus propiedades curativas son tales que quienes lo toman obtienen la juventud eterna. Él lo sabía, lo estuvo buscando durante mucho tiempo, y cuando lo encontró, no dudó. Instaló la academia. Siglos después me conoció a mí. Yo era una simple bailarina que había emigrado desde Francia, sin un centavo. Él se acercó a mí, como si se tratase del diablo y me ofreció un trato. La juventud eterna, a cambio de una vida entera con él. Era idiota. Pues una vida entera con él, es una eterna - diablos. Cuando quería que confesara no me esperaba una historia tan lacrimógena. Aunque, no me iba a quejar, esto era de A, a Z buen contenido para un libro - Tuve muchos hijos con él, pero prácticamente ninguno sobrevivió, pues Ulrich siempre los acababa sacrificando para obtener la sabia del dichoso árbol. Sólo me quería para eso, para procrear, y tener hijos, que nadie más sabría que los teníamos, y sacrificarlos. Todo a cambio de juventud eterna.

-Eso... es horrible - me atreví a decir, y se me vino a la cabeza Cronos, comiéndose a sus hijos- Porfavor, continua.

-No fue hasta hace poco, que pude quedarme con tres de mis hijos, pero, por desgracia nunca los vi crecer - ella levantó la vista. No me miraba a mí, los miraba a ellos. Eso significaba...- Lo siento.

-Perdón, pero esto parece una broma de mal gusto - continuó Caspar.

-Tiene sentido - dijo Edric mirando hipnóticamente al suelo. Estábamos en estado de shock, pero ella continuaba explicando.

-Los tuve, y él me dejo tenerlos con vida, pues ya no los necesitaba, no después de la academia. Esto le estaba brindando muchas oportunidades, y él ya no me necesitaba, pero por alguna razón, seguía con él. Hasta el día de hoy.

-No entiendo porque nos lo estás explicando.

-Él me arrebató lo que yo más quería. El corto amor de mi vida. A veces le veo en tus ojos, Charlotte - lo entendí a la primera. Mi abuelo.

-Espera un momento - dijo Edric - Has dicho que tuviste tres hijos. Si Caspar y yo somos dos de ellos... ¿quién es el tercero?

-Querrás decir la tercera - le corrigió - La conoces, y algún día, cuando estéis preparados, lo sabréis.

-Bien, esto es todo lo que necesitábamos saber... excepto por - dije - ¿Dónde están los cuerpos? Será más que suficiente para incriminarlo.

-Hay un sótano, pero es difícil de entrar. La entrada esta oculta en el suelo. Yo de vosotros entraría armada - se paró en seco, como si un escalofrío le hubiese recorrido el cuerpo. - Debo irme.

Se levantó y se fue. Los tres nos quedamos como si hubiésemos visto un fantasma.

-¿Qué- acaba-de-pasar? - Caspar se puso melodramáticamente.

-En realidad, tiene sentido, pero siento que esto no ha acabado.

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