París, 1943
Las cafeterías, son frecuentadas por gente empática, fumando puros, mientras La Feule es cantada por una imitadora de Edith Piaf, que muy de vez en cuando se equivoca de notas musicales, y crea una melodía extraña. Aunque en realidad, eso no le importa a nadie, ya que nadie le presta atención.
-Otra - le digo al Coupier, mientras observo mis cartas. Mi mano consta de un as y una K, ambos de picas - Otra - digo una vez más. Así es como suelo pasar mis tardes, mientras me hospedo en el Grand Hotel de la segunda avenida. Tengo que entregar unos manuscritos para una exposición del Louvre antes del jueves, pero como aún me queda tiempo, dejo un tiempo para el ocio. De hecho, es mi día de suerte. Dos ases, una K de corazones, una J y un 3 de picas en la mesa. Me rio antes de dejar mis cartas sobre la mesa - Full, con carta alta. Y, además, color. Lo siento, señores - vuelvo a reír. Muchos de ellos abandonan la mesa, pero no sin antes darme mi recompensa. Llevo tres rondas ganando, sentado desde las cinco de la tarde con una copa de Brandy a mi izquierda, y doscientos treinta y siete francos. Esto me dará para una botella de whisky por la noche. Un hombre, en traje, con un reloj parado de decoración, en la solapa de su americana, se acerca a la mesa donde juego, y se sienta, con las piernas separadas en uno de los taburetes encuerados. Saca de su americana, varios billetes, y los pone delante de mí - ¿Una ciega?
- ¿Está usted seguro? - digo, dando otro trago a mi vaso, y dejándolo violentamente sobre el tapete verde - Tengo mucha suerte.
-Oh, no me mal interprete, señor. No acostumbro a tomar decisiones a la ligera - dice - Llevo observándole toda la tarde, y he de admitir que estoy asombrado.
-En ese caso, juguemos esa ciega - digo y le hago una señal al coupier, quién nos empieza a repartir cartas a la gran velocidad que suelen repartirlas.
- ¿Es usted un profesional del póker? - pregunta con gran interés.
-Para nada, señor - respondo, rezando para continuar con mi suerte - Soy profesor de historia.
-Vaya, un académico - dice. Es hora de saber quién gana, sobre la mesa un cuatro, un seis, un siete y un ocho. Sonrío, pues las cartas que me han tocado, son un tres y un cinco, teniendo así una escalera. Él gira las suyas, y con un pequeño vistazo a las mismas dice - Escalera por arriba, con un cinco y un nueve -. Otro trago al Brandy, y siento que mi garganta no soportará la quemazón mucho tiempo más - ¿Por dónde íbamos? - me dice, cogiendo todo el dinero que había estado ganando toda la tarde. Con dolor, me despido mentalmente de mi botella de whisky.
-Por lo de que soy un académico, mi señor - digo.
-Ah, sí. Cierto - dice él, guardándose el taco de billetes en un bolsillo - ¿Le pagan bien?
- ¿Disculpe?
-Oh, no se ofenda - dice él, extendiéndome una mano gorda - Me llamo Ulrich Athens. Y me gustaría ofrecerte un puesto en mi escuela.
-Suena tentador, aunque no creo que nadie en su sano juicio acepté una oferta así, teniendo un buen puesto ya, en nada más y nada menos que en París, señor.
-Por supuesto - se levanta, dejando una marca en el taburete tapizado, con la forma de sus glúteos - Sólo, piénselo. Esta noche estaré en la ópera. Exactamente en la obra de la flauta mágica. Fila uno, a la derecha -, me acerca una entrada de presentación perfectamente cuidada, elegante - Espero que tome una buena decisión.
Espero a que desaparezca por la puerta de la cafetería, para poder coger la entrada que había dejado en el tapete verde, y así no cogerla de inmediato, pareciendo un desesperado. La cogí, no todos los días se tenía una oportunidad así.
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Athens©
Teen FictionCharlotte decide cumplir la última voluntad de su madre: ingresar en la prestigiosa academia Athens. Edric, un chico dejado al nacer frente la misma escuela, que no conoce nada más allá de sus muros, lucha por saber quién realmente es. Caspar, la o...